Corrupción: El desenfreno del laissez-faire
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La definición más simple de neoliberalismo económico como modelo social es «ausencia de control». Nada ilustra mejor que estas tres palabras la historia de corrupción desde la adopción del modelo en Chile.
Las recriminaciones que hoy escuchamos sobre «democracia viva» son las de Penta, Soquimich y la larga lista de actos de corrupción de políticos y empresarios a lo largo de la era neoliberal. Aunque los discursos y promesas de castigo se repiten, las penas son leves, los costos políticos inexistentes y las comisiones de estudio o de “expertos” inoperantes. Incluso aquellos que critican la corrupción y el reciente escándalo en «democracia viva», como el senador Moreira, han sido parte del problema en el pasado. Esto se considera moralmente incorrecto porque carece de la integridad para abordarlo. Indica una peligrosa erosión de la ética, la moral y la vergüenza porque una vez que se rompen estos límites, no hay nada que pueda defender a la sociedad y su democracia.
La corrupción es omnipresente en las instituciones y sectores de la sociedad, desde partidos políticos, municipalidades y ministerios, hasta fuerzas armadas y de seguridad. Pero ademas, la cobertura mediática de estos hechos, es selectiva, exagera unos y disminuye otros. Este es otro límite que se ha cruzado en la medida que los medios de comunicación no solo no informan, sino que también se involucran en las luchas de poder. Esto profundiza los problemas de la democracia.
Dentro de este modelo, no hay solución para la corrupción. Los partidos políticos están atrapados por la necesidad de financiar sus campañas y buscar el apoyo en los empresarios que ven a los políticos como inversiones a corto y largo plazo. La otra fuente de recursos es el estado, sus ministerios e instituciones. Haz las cuentas. Para que los partidos de centroizquierda y sus candidatos compitan en igualdad de condiciones con la derecha, la elección es clara: ya sea los empresarios o el estado.
Mientras el modelo se sustente en conceptos como el «estado no interventor», la codicia y el individualismo, la corrupción persistirá. La sociedad prioriza lo individual y las corporaciones seguirán abusando, coludiéndose y comprando influencias. Todo esto afecta a los trabajadores, que enfrentan tanto inflación real como artificial producto de la avaricia empresarial, sin mencionar el daño democrático. Los recursos y el poder de cabildeo de las corporaciones a menudo superan la voz colectiva de los ciudadanos, lo que dificulta que los procesos democráticos representen verdaderamente los intereses de la gente.
Aumentar las penas por estos delitos, desde las clases de ética hasta el encarcelamiento efectivo, es una propuesta que algunos proponen como elemento disuasorio. Sin embargo, teniendo en cuenta que los mismos parlamentarios con intereses creados deben proponer y aprobar tales leyes, no es de esperar en un futuro próximo.
Obviamente, la corrupción no es exclusiva a Chile; es un problema global en el mundo neoliberal. Incluso en el parlamento europeo, figuras importantes han sido apresadas acusadas de corrupción, pero como en todas partes, las consecuencias suelen ser leves y poco disuasivas. Pero que suceda también en otros lados no condona los actos corruptivos en Chile. En realidad, un sistema basado en el egoísmo y la codicia, que fomenta la libertad económica sin restricciones, solo puede conducir al caos. Y a eso nos acercamos.
Algo esta mal.
En muchas partes del mundo, los ciudadanos sienten que algo está mal, que algo no está funcionando, que se necesitan cambios. Sin embargo, es difícil definir exactamente lo que es. El resentimiento crece con cada acto de corrupción. La gente se pregunta si los políticos, el sistema o ambos son el problema. Lo que es evidente es que los incidentes de violencia e ira sin objetivos claros y definidos ocurren con frecuencia. Algunos son individuos que sucumben a las dificultades económicas y al racismo, mientras que otros son más colectivos. En ambos casos, la ira está dirigida a todo y a nada. No hay partidos políticos u organizaciones a la cabeza. Es simplemente desesperación entre la gente.
Es interesante observar como una gran protesta puede generarse a partir de un incidente aparentemente pequeño, como un aumento de treinta pesos o el asesinato de un joven por parte de la policía como sucede hoy en Francia. Estos eventos la clase política nunca los ve venir. Pero de manera inconsciente a través de sus actos de corrupción y malas políticas o gestiones, la clase política fragua la próxima situación desesperada de la gente.
Para la gente que apoyo y apoya al Frente Amplio y la totalidad de la centro izquierda; los actos de corrupción son un serio golpe a la moral y credibilidad. Especialmente cuando se presentaba como una entidad distintiva. Era el cambio a la Concertación que se esperaba.
Pero lo más desbastador para este sector es que no hay nada más. No hay más organizaciones esperando ser recambio en la centro izquierda. No hay organización ni figuras en que refugiarse para las próximas elecciones. Se acabaron los lideres.
Por Rafael Alfredo Cerpa
Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín
Gino Vallega says:
La anomia o falta de ley en la sociedad chilena neoliberal, se acompaña ahora de una anomia médica……no podemos pronunciar el nombre de los líderes….porque los que vemos no lo son y ni en las sombras se vislumbra una nueva generación.