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Janet Toro: El arte grita cuando la Justicia no llega

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“En la vivencia de los 17 años de terror, y posteriormente el acomodo, los pactos de silencio y las arbitrarias transacciones, se genera un estado de injusticia social e impunidad respecto de la violación de los Derechos Humanos”, afirma la artista visual Janet Toro. En ese contexto comienza a desarrollar obras y acciones de arte que se han convertido en una vertiente creativa durante el último cuarto de siglo para ella.

La artista visual Janet Toro, inaugura el jueves 13 de julio próximo, a las 18:00 horas, la exposición La memoria en el cuerpo, con obras inéditas de la performance “La sangre, el río y el cuerpo” (1990), y de la serie “El cuerpo de la memoria” (1999), relacionadas con crímenes de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos de la dictadura.

La muestra es una de las seis individuales, junto a otras colectivas, que se realiza en el marco del segundo periodo de exhibiciones del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile (MAC), Parque Forestal (Ismael Valdés Vergara 506, Santiago Centro), en el marco de los 50 años desde el Golpe de Estado Militar, y estará disponible para el público hasta el 30 de septiembre de este año 2023, las muestras vinculan la práctica artística contemporánea con la historia nacional, proponiendo nuevas miradas y reflexiones.

Daniel Cruz, director del MAC, ha dicho que les “parece fundamental estudiar la aproximación de los y las artistas a la historia del país, desde diversas disciplinas y soportes, que van desde los más tradicionales como la pintura, la escultura y la fotografía, hasta sus propios cuerpos o la infraestructura del edificio, sobre todo, porque es una invitación abierta a pensar la memoria como un espacio de discusión y reflexión, con miras a nuestro futuro”.

Janet Toro hace una reflexión que se traduce en su obra. Para ella, el inicio de la dictadura fue un “hecho que dejó a una sociedad aplastada por la imposición del modelo neoliberal y aniquilada por la violencia estatal, desplegada en forma de torturas, asesinatos, prisión política, exilio, relegaciones, desaparición forzada y destrucción de obras de arte, ejecutada por agentes de los servicios de Inteligencia (DINA y CNI) de la dictadura militar y las Fuerzas Armadas”. Eso, explica, la remite a una historia del país, una manera de entenderlo, que se ha documentado en sus obras.

Así es como la artista intervino el Río Mapocho en 1990, con la performance La sangre, el río y el cuerpo. Hace un paralelo entre su cuerpo y el territorio, entre la sangre y el río. Se envolvió con un gran lienzo, embebido en sangre de animal del Matadero, ante el estupor de transeúntes que se agolparon a observar desde el puente Pío Nono. Era la sangre de la violencia de Estado.

Posteriormente la artista fue invitada, a inicios del año 1999, a la II Bienal de Arte Joven Ala Sur, en el Museo Nacional de Bellas Artes (Santiago, Chile). Eso marcó un punto de partida en que la artista realizó una vasta investigación sobre la tortura, que devino en un radical y conmovedor proyecto, concebido como una serie de 90 performances/instalaciones, tituladas El cuerpo de la memoria, realizadas diariamente, durante casi dos meses.

Todas las obras surgieron de la necesidad de indagar en experiencias corporales límites, mediante una elegía del cuerpo, basada en 62 métodos de tortura, practicadas sistemáticamente en Chile y en América Latina durante las dictaduras militares, implementadas por la conocida “Doctrina de Seguridad Nacional” y ejecutadas por sus cómplices.

Estos métodos conforman la base de las obras, que abarcaron lo emocional-social-estético-político y que consistió en la intervención diaria de obras dialogantes entre sí, en continuo movimiento e innovación. Janet Toro intervino sitios donde hubo detenciones arbitrarias y torturas, asesinatos y crímenes inimaginables, donde la sangre llegó mucho más allá del río, tiñendo de barbarie los cimientos de una sociedad que aún lidia, en el presente, con la deuda de establecer Justicia.

Por medio de diversas performances/instalaciones tanto al interior del museo, como en lugares donde hubo prisión política y torturas, en diferentes comunas de Santiago, Janet caminó kilómetros descalza, con su cuerpo bloqueado, hasta llegar a un lugar del horror, donde deja una señal efímera con harina, y escribe con tiza una frase alusiva al daño al cuerpo. Este gesto se repite atravesando la ciudad como un poema urbano, que va hilando la serie de obras, que se resisten al blanqueamiento, tan propio de la época y de la tiranía.

Cuando se observan las imágenes del trabajo de Janet Toro, es inevitable transportarse a los momentos y a los lugares en que intervino, y da un poco de pudor constatar que un sólo cuerpo ha podido decir lo que como sociedad necesitamos poner de relieve. Nos convoca a hacernos cargo de lo que aún nos falta para reconstruirnos después de ese quiebre político y, por sobre todo, humano.

 

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