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Las palabras de Fernández

Tiempo de lectura aprox: 6 minutos, 57 segundos

«En términos de pasos concretos para remediar este clima de desconfianzas y aprensiones, es también el momento de instalar un discurso más reflexivo por parte de los diversos actores políticos del campo de la izquierda, el progresismo y de quienes defienden los derechos humanos y la democracia. Menos reacciones emocionales y más enfoques racionales frente a lo que se dice es imperiosamente necesario, porque claro, a veces en medio de una conversación pública, algunos como Fernández—quien como el presidente Boric señaló, no hay duda de que está del lado democrático y sería injusto tildarlo de negacionista—puede hacer omisiones en su intervención y dar pie a que las interpretaciones vuelen, manchando como el aceite a quien hizo uso de la palabra sin percatarse de sus peligros.  Lo que es peor, todo eso dándole más munición a los enemigos de la izquierda y el gobierno, sólo porque algunos no parecen percatarse de que con sus reacciones crearon una tempestad en un vaso de agua»

 

 

“Las palabras son como las manchas de aceite…es difícil borrarlas”, nos advierte uno de esos tantos dichos populares. Más aun, en estos tiempos pareciera que hay un especial afán de escarbar en lo que se ha dicho, incluso en tiempos muy pretéritos y en contextos muy diferentes, para colocar a alguien en una posición embarazosa o, derechamente, destruir su reputación. Súmese a esto, el hecho que también se ha puesto muy de moda eso de ofenderse con mucha facilidad. Esto último, que bien podría entenderse en un ambiente de relaciones personales, es un tanto incongruente con el accionar de la política donde es habitual que los intercambios de palabras sean muy fuertes. “En política te van a decir pa’tu madre…” advertía a un joven una buena señora con larga trayectoria en esos menesteres. Pierre Elliott Trudeau, ex primer ministro y padre del actual jefe de gobierno canadiense, replicó una vez a alguien que lo atacaba muy duramente: “Me han dicho cosas peores, gente mejor que Ud.”

Esto me viene a la mente a propósito de la polémica que se ha levantado en torno a una conversación transmitida por Radio Universidad de Chile, entre el sociólogo Manuel Antonio Garretón y Patricio Fernández, escritor, ex convencional y ahora ex asesor presidencial para la conmemoración del 50º aniversario del golpe de estado de 1973. En los hechos, esa polémica causó su renuncia y consiguiente salida del cargo.

Para la izquierda, en general, el tema de los 50 años del golpe militar ha motivado una serie de iniciativas tanto de acción política, como de reflexión y conmemoración, incluyendo el aporte de las diversas expresiones artísticas, así como de valiosos testimonios de quienes vivieron ese trágico momento de nuestra historia. Sin embargo, al mismo tiempo, ha despertado viejas desconfianzas y recelos, y, sobre todo, parece poner a muchos “sobre ascuas”, muy atentos a escudriñar hasta en el último detalle de lo que se diga o se deje de decir.

Cuando el presidente Boric hace unos días indicó que había que analizar lo que había sido la experiencia de la UP “más allá de lo mítico”, algunos, creo yo con la buena intención de defender lo que fue esa maravillosa experiencia del gobierno de Allende, pero actuando también de una manera un poco quisquillosa, reaccionaron dando a entender que interpretaban las palabras del presidente como una crítica a lo que había sido la experiencia de esos tres años. Algo que, me parece, no estuvo en el trasfondo de lo que dijo Boric.

Por lo demás, si se trata de análisis críticos de lo que fueron los tres años de la UP, nosotros mismos, los que fuimos parte de ese período, fuera en altos cargos, como cuadros medios o gente de la base, fuimos los primeros en entablarnos en acaloradas discusiones, ya al otro día del golpe, sobre lo que había andado mal y cómo eso influyó en la derrota.  Quienes vivimos intensamente ese período nunca hemos temido hacer un análisis crítico de lo que fueron los años del gobierno de Allende—“crítico” en el sentido kantiano, como investigación exhaustiva de un fenómeno.

Por cierto, ello puede llevarnos a duros debates también ya que en el último tiempo no faltan los que, desde una supuesta posición “socialista democrática”, vienen ahora a decirnos que el proyecto de la UP era inviable porque no tenía el apoyo de la mayoría electoral del país. Premisa desde la cual terminan coincidiendo con la derecha en que el proyecto de la UP era poco menos que contrario a la esencia de Chile.

Observando estas rencillas desde la distancia geográfica, pareciera que la izquierda chilena, azotada por dos derrotas consecutivas en los dos últimos años: el rechazo al proyecto constitucional y luego el pobre resultado obtenido en la elección de consejeros constitucionales, se quisiera retorcer sobre si misma al punto de autoinfligirse daño. También hemos visto esa conducta en relación al reciente escándalo de las fundaciones que obtenían contratos del Ministerio de Vivienda y al parecer, también de otros ministerios, de manera muy poco transparente. Las palabras corren más rápido que la racionalidad, y en más de una ocasión han terminado generalizando lo que no es generalizable: acciones deshonestas de individuos que pertenecen a un conglomerado político no deben ser motivo para denigrar a todos los integrantes de esa organización o de una generación, mucho menos si se trata de aliados en un proyecto común. Lo que por cierto no debe aminorar la crítica y las sanciones a las que se hagan merecedores los culpables; pero hay que tener claro cuándo el comentario condenatorio debe hacerse, en qué tono y con cuáles matices; eso es también parte de una sabia estrategia política. No hay que olvidar que palabras de autocrítica e incluso de condenación—cuando sean necesarias—deben utilizarse, pero siempre siendo consciente de que el enemigo está al acecho para valerse de esas palabras para atacar a todo el conjunto del proyecto político de la izquierda.

En función de estas consideraciones y conectándolo a la polémica generada por las palabras de Patricio Fernández, me di el trabajo de escuchar la conversación completa: 49 minutos, a fin de sacar mis propias conclusiones. El punto sobre el cual los dos interlocutores conversaron era la búsqueda de lo que Fernández llamó el “mínimo común (denominador)” en relación con lo que la sociedad chilena podría consensuar respecto del golpe de estado de 1973 y sus consecuencias.  Tanto Fernández como Garretón hicieron notar las dificultades en lograr ese “mínimo común” a la luz de expresiones incluso muy agresivas de parte de los “negacionistas”, esto es, aquellos que, o justifican el golpe militar, aunque deplorando los abusos cometidos, u otros que ni siquiera se molestan por esto último, llegando a afirmar que el golpe era necesario en ese momento.  Un porcentaje de gente por lo demás bastante alto, según encuestas recientes.

Cito las palabras de Fernández que suscitaron la polémica: “Okey, tú, los historiadores y los politólogos podrán discutir por qué y cómo se llegó a eso, pero lo que podríamos intentar acordar es qué sucesos posteriores a ese Golpe son inaceptables en cualquier pacto civilizatorio'». Tratándose de una conversación improvisada, sin duda Fernández debe haberse dado cuenta después de ocurrida que hablar sólo de “sucesos posteriores a ese Golpe” podía dar lugar, como lo dio, a que sus dichos se interpretaran como que él separaba los abusos y violaciones a los derechos humanos cometidos con posterioridad al golpe militar, pero no condenaba explícitamente el golpe mismo.

Por cierto, esa cita adolece de cierta ambigüedad, pero eso no debe dar pie a una interpretación que no siga el rigor de la lógica.  Si decimos, por ejemplo: “Después de que murió su padre, Juanito fue muy cariñoso con su madre, que había quedado sola”, alguien puede interpretarlo como que antes de que su padre muriera, Juanito no había sido cariñoso con su madre.  Algo que, sin embargo, no está dicho en la sentencia. Lo que se hace entonces es una simple suposición, pero que en términos lógicos sería una falacia. Se incurre en lo mismo al interpretar que Fernández, al no mencionar el golpe mismo, lo habría estado justificando.

En cualquier caso, tanto Garretón como el aludido Fernández han aclarado la condena de este último al golpe de estado mismo. Fernández los twiteó así: «Jamás he justificado el golpe. Muy, muy por el contrario. Soy un convencido de que cuidar y defender la democracia es una tarea inclaudicable. Necesitamos escucharnos más».

Algunos también habrían expresado sus reservas respecto de la frase que alude a que “la historia podrá seguir discutiendo por qué sucedió o cuáles fueron las razones o motivaciones para el Golpe de Estado,” objeción que tiene mucho menos peso ya que efectivamente la historia en cuanto ciencia social—por lo tanto, no una ciencia exacta, sino que abierta a muchas interpretaciones, como la sociología, la psicología o la ciencia política—tiene precisamente como una de sus tareas el estudio de las causas de los fenómenos históricos. Sea en su sentido de historia sustantiva o de historia crítica, como la catalogan los filósofos, la práctica de esta ciencia va a estar sujeta a visiones diversas y muchas veces encontradas. Como ejemplo se puede mencionar el auge del nazismo en Alemania, que algunos bien podrían atribuir a las excesivas y abusivas reparaciones impuestas a ese país por los aliados, especialmente Reino Unido y Francia, después de la Primera Guerra Mundial. Así vistas las cosas, la avidez y venganza de los vencedores de 1918 habría causado el ascenso de Hitler: británicos y franceses serían los culpables iniciales de ese funesto momento de la historia. Por cierto, una interpretación muy discutible y que puede calificarse de incompleta, pero que no impide que algunos la defiendan.

En el caso chileno, es evidente que toda la práctica de la historia hecha desde una visión de la derecha va a insistir en lo que llama el “contexto” de la situación que en 1973 habría llevado al golpe militar. A su vez, esa visión sirve—con diversos matices—para articular una justificación del golpe.  Como la presencia de esa visión histórica en última instancia conduce a la política más que al reducido campo de la academia, es en el plano político donde las fuerzas progresistas y democráticas deben enfrentarlas y reforzar en la conciencia ciudadana el repudio al golpe militar mismo—un asalto a la institucionalidad y la legalidad vigentes en ese momento—agravado por las atrocidades que se desataron desde el momento mismo de iniciado ese oscuro episodio de la historia chilena.

Eso no significa que, eventualmente, no se haga consciente en la sociedad y la ciudadanía, que en determinados hechos históricos algunos personajes fueron efectivamente los villanos. Tómese el caso del presidente Balmaceda: pintado como dictador por la prensa y la clase dominante de la época, hoy decenas de calles llevan su nombre en las principales ciudades del país y un monumento le hace honor en una de las principales avenidas de la capital chilena. Por contraste, en la capital sólo una pequeña calle sin salida homenajea al principal conspirador en 1891, el almirante Jorge Montt, quien lo sucedió en la presidencia.

Por otra parte, en términos de pasos concretos para remediar este clima de desconfianzas y aprensiones, es también el momento de instalar un discurso más reflexivo por parte de los diversos actores políticos del campo de la izquierda, el progresismo y de quienes defienden los derechos humanos y la democracia. Menos reacciones emocionales y más enfoques racionales frente a lo que se dice es imperiosamente necesario, porque claro, a veces en medio de una conversación pública, algunos como Fernández—quien como el presidente Boric señaló, no hay duda de que está del lado democrático y sería injusto tildarlo de negacionista—puede hacer omisiones en su intervención y dar pie a que las interpretaciones vuelen, manchando como el aceite a quien hizo uso de la palabra sin percatarse de sus peligros.  Lo que es peor, todo eso dándole más munición a los enemigos de la izquierda y el gobierno, sólo porque algunos no parecen percatarse de que con sus reacciones crearon una tempestad en un vaso de agua.

 

Por Sergio Martínez (desde Montreal, Canadá)

desde Montreal, Canadá

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  1. Carlos Saldes says:

    Muy bueno el artículo del Sr. Martínez. Es claro que la izquierda chilena lo único que hace con las actitudes que toma, es dispararse en los pies, dándole a la derecha municiones y lo que es peor, gratuitamente!!! pavimentándole el camino a un próximo gobierno de derecha!!! y se siguen dando vueltas a temas que al pueblo derechamente, ya no les interesa. Al pueblo le interesa que les solucionen sus problemas, en un contexto en donde la derecha es mayoría (Congreso), en donde los medios lo único que hacen es desinformar.
    Aun no caen en la cuenta de que le estamos poniendo la alfombra roja a unn próximo gobierno de derecha, lamentablemente.

  2. Renato Alvarado Vidal says:

    Bien arreglados estamos si el columnista no entiende qué es «una izquierda política consecuente y ligada al movimiento popular»
    ¿Le suena un concepto como «justicia social» o una consigna como «fin a la explotación del hombre por el hombre»?

  3. Felipe Portales says:

    Estimado Sergio:

    Si ya es muy difícil comprender nuestra realidad kafkiana viviendo en Chile, imposible lo es viviendo fuera. ¡Ni aquí se sabe bien qué significó el crucial y solapado regalo de la futura mayoría parlamentaria que el liderazgo de la Concertación le hizo a la derecha en 1989 y que condicionó toda la «transición»! ¡Ni tampoco aquí se sabe bien cómo el liderazgo de la Concertación fue destruyendo en los 90 y 2000 uno a uno (casi) todos los medios de comunicación de centro-izquierda e independientes, lo que constituye HOY la realidad de completa desinformación en que vivimos! ¡Ni aquí se sabe bien como la Constitución ACTUAL suscrita por Lagos y todos sus ministros mereció las mayores apologías de aquel en su fervoroso discurso inaugural! ¡Hasta hace muy poco era incluso imposible encontrar el texto de dicho discurso en Internet! ¿Qué pueden saber en propiedad nuestros compatriotas que viven en el extranjero?…

  4. Renato Alvarado Vidal says:

    Decididamente Montreal queda muy lejos, y es lógico que mirando desde allá la imagen resulte borrosa y así alguien podría creer que aquí tenemos un gobierno de izquierda; esto implicaría, obviamente, que existe una izquierda y que esta debe ser cuidada.
    El caso es que nuestro problema es justamente la inexistencia de una izquierda política consecuente y ligada al movimiento popular. Nuestra triste realidad es que tenemos nada que cuidar y sí mucho por construir.
    Al menos por estas costas, para construir una lancha empezamos por la quilla, que da forma y sustento a todo el casco, y no por el mástil; nuestra construcción política requiere la toma de conciencia de los trabajadores y pobladores de campo y ciudad, esa es la tarea actual, esa es la unidad de voluntades que hay que lograr. La simpatía de quienes buscan no quedar mal con nadie, no es un gran aporte y puede ser incluso un «presente griego».

    • Sergio Martinez says:

      Montreal queda lejos, sí, pero la existencia de las tecnologías de comunicación permiten a uno estar tan informado como alguien viviendo en Chile. No hay imágenes borrosas, sólo distintas maneras de ver esas imágenes. La lejanía física no es razón para descalificar a nadie. El problema con el concepto de «izquierda» es que es muy vago y relativo. Por ejemplo, en el contexto de América del Norte, hay analistas que consideran a Trudeau y a Biden como «izquierdistas», claro, respecto de gente como Trump, por ejemplo. Otra posibilidad, tratando de escapar de esa relatividad del concepto, es tratar de definir a la izquierda en términos absolutos, metafísicos, casi. El problema es que tal enfoque lleva a una suerte de visión fundamentalista, parecida a la de esos grupos religiosos que consideran que ellos y sólo ellos representan la verdad de su fe. Porque, ¿qué es «una izquierda política consecuente y ligada al movimiento popular»? ¿Qué «movimiento popular» si en estos momentos la gente está desmovilizada, golpeada por los fracasos especialmente la derrota del proyecto constitucional? Si no se la quiere llamar «izquierda» fine with me, pero entonces el resultado lógico sería que ese conglomerado –con todos sus defectos– que apoya al gobierno de Boric ¿es similar a la gente que apoyó a Piñera o ahora apoya a Kast?

  5. Felipe Portales says:

    Estimado Sergio: Es claro que está poco informado de nuestra realidad. Si nunca los chilenos hemos sido muy transparentes, desde 1989 (en que el liderazgo de la Concertación le regaló solapadamente la futura mayoría parlamentaria a la derecha) los líderes (de «centro-izquierda») nos han engañado sistemática y eficazmente. Siempre están diciendo una cosa y haciendo otra. Y en esto (porque en otras cosas no…), desgraciadamente, Boric ha sido un alumno muy aventajado desde el 15 de noviembre aquel. Como bien se lo informa Patricio Serendero, PF derechizó completamente «The Clinic» (todavía recuerdo un editorial en que ensalzó las «concesiones» de Viera Gallo y de otros como él…) Y como acaba de recordar «La Tercera», en 2019 PF sostuvo públicamente que era «comprensible» que hubiese gente en 1973 que apoyara el golpe…

  6. Patricio Serendero says:

    El Señor Fernandez Chadwick hace rato que es de Derecha. Fué el que derechizó The Clinic. No sorprende que lo haya nominado para las conmemoraciones el señor Boric. Totalmente coherente con su política y orientación ideológica profunda. El resultado de esta elección está a la vista. Ahora Boric podría nombrar en ese cargo a otro personajillo semejante. Da igual. Por el, ojalá estas conmemoraciones pasaran lo más rápidamente posible para no tener que descubrirse totalmente.

  7. Margarita Labarca Goddard says:

    Mire usted, señor Sergio Martínez o compañero, como sea. Usted y yo vemos estas cosas desde afuera, desde otros países pero con miradas muy diferentes. No pida usted “menos reacciones emocionales”, ni diga que estamos creando “un clima de desconfianza y aprensiones”.
    No se trata aquí sólo de condenar de hechos posteriores al golpe, sino el golpe mismo, dirigido por un individuo que había sido ministro de Salvador Alle4nde, un hombre que se había mostrado servil y adulador con el presidente y que, por cierto, después mandó a asesinar a todos los que habían visto y escuchado sus taconazos.
    ¿Se puede condenar solamente lo que pasó después? No, porque uno de los peores horrores se produjo el mismo 11 de septiembre a primera hora de la mañana. Los jefes del golpe mandaron a aviones de la FACH a bombardear la casa familiar del presidente en Tomás Moro, donde se encontraba su esposa y que él les había recomendado a sus hijas que se reunieran allí para estar a salvo. Y después los aviones de guerra bombardearon La Moneda, un blanco civil que estaba lleno de gente porque eran oficinas.
    ¿Menos reacciones emocionales? No señor, cualquier persona decente, chilena o extranjera, va a tener una reacción emocional antes o ahora, al saber que a sus amigos y a cualquier persona de izquierda los mataron después de inferirles atroces tortures. En el mundo enero se están recordando estos hechos terribles y vergonzosos. La memoria de estos hechos tiene que ser completa y contener el dolor, el horror, el arrepentimiento y el castigo.
    Lo que se haga y se diga ahora en Chile va a provocar que se le mire nuevamente como un país digno, o que se le vea como un país en que no ya no hay dirigentes íntegros ni patriotas.

    • Sergio Martinez says:

      Justamente lo que planteo en mi nota es que necesitamos ver las cosas con racionalidad. No descarto que en determinados momentos del accionar político haya que poner algo de emocionalidad también, pero el análisis de las situaciones concretas requiere un estado mental más racional. Lo peor de todo este clima de rencillas sobre cosas que se pueden resolver fácilmente en una simple conversación, es que se está creando un clima de mucha tensión interna en la izquierda chilena que está llevando a una suerte de autodestrucción. Yo menciono en mi nota el caso de las fundaciones, deplorable como puede ser todo manejo turbio, no han faltado los que saltan a generalizar y poner en duda a toda una organización política e incluso a una generación, por las acciones de unos pocos. En cuanto a Fernández, él cometió un error al expresarse de un modo ambiguo, pero no hay razón para no creerle que él condena el golpe, como lo ha dicho en un twitter. (A no ser que el hombre tuviera una trayectoria probada como mentiroso, lo que no me parece). Lo que está pasando es que además, en algunos sectores de la izquierda se ha instalado una actitud enjuiciadora, en que muchos parecen aspirar a ser inquisidores y andan buscando de donde agarrarse para atacar a otros que no son de sus agrado o de su corriente política, no sobre bases serias ni lógicas, sino sobre interpretaciones muy arbitrarias. (Y con todo respeto, veo un poco de esa actitud también en su comentario). Y eso, sólo va a conducir a crear animosidades y desconfianzas. De esa manera no se construye ni unidad ni se ganan adherentes. Por cierto que hay que repudiar todo lo que significó la dictadura en todas sus aristas, empezando por las violaciones a los derechos humanos desde el mismo momento del golpe y la imposición de un modelo económico que ha traido miseria y desigualdad, pero al interior de nuestro campo tenemos que manejarnos con respeto y buscar el diálogo y no andar de inquisidores de lo que otros dicen.
      Y sólo una aclaración a lo que Ud. ha escrito, Pinochet nunca fue ministro de Allende, cuando se integró a militares al gobierno de la UP (en un breve período en 1971 hasta comienzos del año siguiente), Carlos Prats ocupó la cartera de Interior en representación del ejército.

      • Margarita Labarca Goddard says:

        ¿Pinochet nunca fue ministro? Ah, bueno, pero fue jefe del ejército, que era bastante más que ser ministro de defensa. Lo había recomendado Prats y era muy cercano al presidente. Tanto es así que cuando estaban bombardeando La Moneda, Allende exclamó: «Pobre Augusto, ya debe estar preso». Que yo sepa, la traición de Pinochet no tiene parangón en el mundo ni en las historia. Quizás en alguna obra de ficción. ¿Que van a quedar solamente los duros y puros? Qué bueno, me alegro muchísimo, porque los duros y puros no apuñalan a la gente por la espalda, y entonces sería una batalla decente, en buena ley, como debe ser.

  8. Gino Vallega says:

    El lenguaraz Boric y sus presunciones poéticas, no lo dan impunidad para recomendar un libro sobre la UP y Allende, por un escritor derechista, Mansuy, que no se espera tenga una opinión diferente a su gestión política contingente. Esa acción es contraria al espíritu de SU gobierno o ya no es el Boric bravucón si no el Boric 25 de Noviembre del 2019. Gobernar es una ciencia que exige a sus líderes cierto grado de responsabilidad y consecuencia con su ideario fundamental. A veces, las faltas de «ortografía» del líder, se notan en sus seguidores.

  9. Renato Alvarado Vidal says:

    El ambiente ya estaba enrarecido por la actitud del gobierno de esquivar el bulto respecto a la conmemoración del sacrificio del Presidente Allende. Nuestro flamante Gabriel II dejó toda la responsabilidad a «la sociedad civil», bajando todo lo posible el perfil a esta conmemoración; poner a cargo a alguien que no considere un golpe de estado como un crimen contra la democracia, fue coherente con tal opción.
    Que el tal Fernández lo dijera públicamente fue la gota que rebalsó el vaso.

  10. Felipe Portales says:

    Lo completamente impresentable de Fernández es que en el diálogo con Manuel Antonio Garretón esquivó el punto principal y NO CONDENÓ el golpe. Por cierto que ello acarrearía un total rechazo no sólo de la izquierda directamente afectada sino de todos los chilenos que sin haber sido de la Unidad Popular condenamos el golpe EN SU MOMENTO, y con mucha mayor razón hoy y en el futuro. Además, intentar separar el golpe de las «posteriores» gravísimas violaciones de derechos humanos constituye una total falacia histórica, orientada en último término a justificar el golpe. Otra cosa -absolutamente lícita y más que eso obligatoria como chilenos- es tratar de hacer un análisis lo más objetivo posible de las conductas políticas y sociales que impidieron que la centro-izquierda chilena pudiese democratizar realmente a Chile, pese a que en 1965 en la Cámara de Diputados fueron electos 9 diputados de derecha (6 liberales y 3 conservadores) ¡y 138 del PDC, PR, PS y PC!…

    • Sergio Martinez says:

      Estimado colega (ya que Ud. también escribe para Clarín donde he leido sus columnas), como vivo fuera de Chile la verdad es que no conozco a este señor Fernández, pero de lo escuchado en su conversación con Garretón, lo que sí yo he señalado es que su frase («posterior al golpe») se presta para interpretaciones porque es un tanto ambigua, aunque como señalo también en mi nota no necesariamente debe ser interpretada como que él aprobara el golpe. En los hechos él en declaración por twitter hizo explícita su condena al golpe. Y a no ser que este hombre tuviera una trayectoria probada de mentiroso, yo no veo por qué no creerle. Sus actuaciones como convencional no me parece que hayan sido las de un «negacionista» ni mucho menos. Lo que me preocupa es que este tipo de situaciones están llevando a una autodestrucción de la izquierda, entendida como un movimiento amplio, porque claro, si por izquierda queremos sólo a los «puros y duros» entonces nos vamos a quedar muy solos. Estas rencillas sobre cosas que bien pueden resolverse en una conversación franca, y dar vuelta la página para ocuparse de otros temas, están destruyendo a la izquierda y al propio gobierno. Respecto de los hechos de 1965, en ese momento había muy pocA voluntad política de parte de todos esos sectores que denominas centro-izquierda por haber hecho cambios más profundos de manera conjunta. Las relaciones del PS especialmente con el gobierno DC no eran buenas y fueron empeorándose a través de su gobierno.

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