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Vaticano, autoritarismo y antisemitismo (xxix)

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 Otra de las acciones de Benedicto XVI que hirieron la sensibilidad judía fue la modificación que efectuó –respecto de las ceremonias en latín de Viernes Santo- de la oración por los judíos. La plegaria subsistente para las ceremonias corrientes era: “Oremos por el pueblo judío, el primero a quien Dios habló desde antiguo por los profetas. Para que el Señor acreciente en ellos el amor de su nombre y la fidelidad a la alianza (que selló con sus padres). Oremos. Dios todopoderoso y eterno que confiaste tus promesas a Abrahán y su descendencia, escucha con piedad las súplicas de tu iglesia, para que el pueblo de la primera alianza llegue a conseguir en plenitud la redención. Por nuestro Señor. Amén” (Religión Digital, Madrid; 12-2-2008).

 

Y para las ceremonias a ser pronunciadas en latín la sustituyó por la siguiente: “Oremos también por los judíos para que nuestro Dios y Señor ilumine sus corazones, para que reconozcan a Jesucristo salvador de todos los hombres. Dios, omnipotente y eterno, que quieres que todos los hombres se salven y alcancen el conocimiento de la verdad que procede de Ti, concede por tu bondad que la plenitud de los pueblos entre en tu Iglesia y todo Israel sea salvado. Por Cristo nuestro Señor, Amén” (Ibid.).

 

Naturalmente, desde todo el mundo judío llovieron las críticas. La propia asamblea de rabinos italianos sacó una declaración en que consideró la nueva plegaria “una derrota del diálogo” y que antes de reanudarlo se imponía “una pausa de reflexión” (Ibid.). Y concretamente el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, dijo que la oración de Benedicto XVI “constituye una marcha hacia atrás de 43 años, porque reclama la finalidad de convertir a los judíos por parte de la Iglesia Católica” (Ibid.). Y reveladoramente, además, en la nueva oración se volvió a colocar la prioridad post-constantiniana de la fe sobre el amor…

 

Por otro lado, el 9 de octubre de 2008 –en el 50° aniversario de la muerte de Pío XII- Benedicto se manifestó partidario de su beatificación. En contraposición, el rabino de Haifa (que estaba invitado en el Vaticano) Shear-Yashuv Cohen dijo que “creemos que no debería ser beatificado o tomado como modelo quien no levantó la voz (contra el exterminio nazi de los judíos) (…) tal vez porque tuviera miedo o por otros motivos. Pero la realidad es que este hecho no podemos olvidarlo” (El País, Madrid; 9-10-2008).

 

En enero de 2009 se suscitó otra grave controversia cuando Benedicto levantó la excomunión del obispo británico establecido en Argentina, Richard Williamson, que se había unido al grupo de disidentes tradicionalistas seguidores del obispo Marcel Lefevbre. Tres días antes de hacerse efectivo aquello, Williamson había dado una entrevista a la televisión sueca afirmando que “no hubo cámaras de gas” en el exterminio de judíos por los nazis; y que fue un invento la muerte de seis millones de judíos, ya que como mucho “fueron 300 mil” (El Periódico de Aragón; 24-1-2009).

 

Y el levantamiento de la excomunión igual se produjo, pese a que el rabino de Roma, Di Segni, dijo que su rehabilitación abrirá “una profunda herida”; y el director de la Liga Anti-Difamación de Estados Unidos, Abe Foxman, señaló que aquello “será un insulto para las relaciones entre los católicos y los judíos y para la memoria de los millones de judíos que murieron por el simple hecho de ser judíos” (Ibid.). Además, por los mismos días se inauguró en Berlín una exposición organizada por el Vaticano para tratar de rehabilitar la imagen de Pío XII mostrando fotos, cartas, vestuarios, objetos personales y documentos que “según los organizadores vendrían a probar que es falso que Pío XII no echara mano de su poder moral para denunciar las atrocidades (cometidas contra los judíos); ya que “todo lo contrario, gracias a sus discretas habilidades diplomáticas se salvaron miles de judíos centroeuropeos” (Ibid.).

 

Posteriormente, el 19 de diciembre de 2009, Benedicto declaró “venerable” a Pío XII (en conjunto con Juan Pablo II), el primer paso para alcanzar la beatificación, lo que por cierto generó críticas de entidades judías. Y el 17 de enero de 2010, Benedicto XVI visitó la sinagoga de Roma donde abogó porque “sanen de una vez las llagas del antisemitismo cristiano” y defendió la actitud de Pío XII ante el Holocausto, afirmando que ayudó de manera discreta a los judíos. En su discurso de bienvenida, el presidente de la Comunidad Judía de Roma, Riccardo Pacifici, reconoció la ayuda prestada por la Iglesia para salvar a los judíos durante el nazismo, resaltando que su propia familia salvó la vida al ser escondida por unas monjas en un convento de Florencia. Añadió: “Sin embargo, el silencio del Papa Pío XII frente a la Shoah duele todavía como una oportunidad perdida. Tal vez no habría detenido los trenes de la muerte, pero habría transmitido una señal, una palabra de conforto, de solidaridad humana a nuestros hermanos llevados al campo de exterminio de Auschwitz”. A su vez, el rabino Riccardo Di Segni afirmó que “el silencio de Dios o nuestra incapacidad de escuchar su voz ante los males del mundo es un misterio inescrutable, pero el silencio del hombre no se escapa al juicio” (La Información, Madrid; 17-1-2010).

 

Notablemente, a fines de febrero de 2010, se supo de una carta enviada a Benedicto XVI por 19 de los más destacados teólogos e historiadores católicos especializados en relaciones católico- judías y en el Holocausto, “implorándole” que actuara con “paciencia” respecto de la eventual canonización de Pío XII. Entre ellos, el sacerdote John Pawlikowski, destacado historiador del judaísmo y el Holocausto; y Eugene Fisher, quien fue durante muchos años encargado de las relaciones con los judíos de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos y consultor permanente de la Santa Sede en el tema.

 

En ella le expresaron que la investigación actual “nos lleva a la opinión de que el Papa Pío XII no hizo una clara declaración de condena incondicional del asesinato masivo de los judíos europeos”; y que “algunas evidencias nos llevan también a reconocer que los antecedentes diplomáticos de Pío XII lo estimularon como jefe de Estado neutral, el Vaticano, a asistir a judíos por medios que no se hicieron públicos durante la guerra. Es esencial, por lo tanto, que se realicen más investigaciones para dilucidar estas cuestiones.” (Catholic Star Herald, New Jersey; 4-3-2010).

 

De allí, agregaron, que “nos preocupa mucho la idea de seguir adelante ahora con el proceso de beatificación de Pío XII. Le imploramos que se asegure de que tal investigación histórica se lleve a cabo antes de avanzar con la causa. Proseguir con ella sin un estudio exhaustivo de las acciones de Pío XII durante el Holocausto puede dañar las relaciones judeo-católicas de modo tal que pueda no ser superado en el futuro previsible. Las desconfianzas y temores aún existen. Para muchos judíos y católicos Pío XII asume un rol mucho mayor que el de su papado histórico. En esencia, Pío XII se ha convertido en un símbolo de siglos de antijudaísmo y antisemitismo cristianos. Constituye un desafío separar al Papa Pío XII de este legado” (Ibid.).

 

Meses después, provocó indignación en los judíos el sermón del Viernes Santo del 3 de abril de 2010 en que el predicador personal de Benedicto, Raniero Cantalamessa, comparó los ataques recibidos por el Papa y la jerarquía católica por los escándalos de abusos sexuales con la violencia colectiva experimentada por los judíos con el antisemitismo. Así, el ex presidente de las comunidades judías de Italia, Amos Luzzatto, dijo: “Estoy absolutamente estupefacto por esto. Esto es una locura” (Gestión, Lima; 3-4-2010). Y líderes judíos de diversas partes describieron el sermón como “repugnante”, “obsceno” y “ofensivo”, particularmente como lo dijo el rabino de Roma, Di Segni, en un día en el que por siglos los cristianos rezaban por la conversión de los judíos, responsabilizados colectivamente por la muerte de Jesús (ver ibid.).

 

A su vez, el rabino Marvin Hier, del Centro Simon Wiesenthal, se preguntó: “¿Cómo puede comparar la culpa colectiva asignada a los judíos, que causó la muerte de decenas de millones de personas inocentes, con los autores que abusaban de su fe y de su labor abusando sexualmente de niños?” (Ibid.). Y si bien Cantalamessa pidió perdón por sus palabras señalando que no tuvo intención de herir a los judíos; altos dignatarios de la Iglesia (entre ellos, Angelo Sodano) no se refirieron en absoluto al tema, enfocándose solamente en un ferviente apoyo a Benedicto XVI frente a las críticas recibidas por su manejo de las denuncias de pedofilia (ver El Diario Vasco, San Sebastián; 5-4-2010).

 

Por Felipe Portales

 

 

 

                                                   

 

 

 

Historiador

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