La pulsión de la escritura en el espacio público
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Acabo de leer una crítica a Carlos Peña realizada por Javier Agüero, ambos mencionados, uno más que otro, han sido constantes en publicar parte de esa pulsión escritural que poseen. Sin duda, puedo decir que los entiendo dado que también padezco de esta función agorística que algunos medios de comunicación recogen con bastante libertad en sus páginas. Considerando esto último creo que Agüero puede darse más licencias morales dado que su tribuna no es la “mercurial” que es un medio tradicional al servicio de la oligarquía para nada inocente, implicado en los episodios más negros de nuestra historia política.
No me interesa defender la imagen jerárquica del llamado “Rector”, varias de sus columnas le dan la razón a Agüero, dado que estas columnas “morales” de Peña han servido como apología o fundamentación a favor de la ideología que apoya el orden político “liberal-conservador” de la clase dominante. Sin embargo, creo que es errada la tentación de situarse como agente privilegiado de un observatorio epistemológico autoconcebido. El ámbito de la creencia no es necesariamente el ámbito de las ideas. En las creencias se está decía Ortega, en cambio creo que a las ideas se les posee. Vale distinguir entonces desde que planos se está discutiendo, dado que para las creencias no se requiere de grandes argumentos, en cambio para las ideas sí. El espacio “mercurial” nunca se ha destacado como un lugar para las ideas, es más bien un espacio que busca imponer creencias.
Por otra parte, la figura del Rector Peña, aunque sea limitada en torno al debate de ideas, creo que es meritoria, en cuanto a que instala desde su pulsión escritural, a un académico que se atreve a salir de su Torre de Marfil, aunque esto lo exponga a múltiples equívocos. Publicar en el espacio público trae esos riesgos y la vocación filosófica exige lo mismo, por cierto ambos columnistas suelen situarse desde estos lugares, claramente de tradiciones académicas y concepciones filosóficas diferentes. En el plano de las creencias se justifican las reacciones apresuradas en las que se puede vociferar, en cambio desde las ideas se puede acudir a una meditación más profunda con intereses más filosóficos que podrían alimentar la pulsión de escritura y el debate en el espacio público.
La claridad discursiva en el espacio público es un beneficio y enriquece ese pobre debate que algunos lamentamos. Las palabras en el espacio público se desvanecen, las ideas cambian, curiosamente las creencias demoran en transformarse. Las creencias permanecen como los dogmas, sin embargo sólo se pueden fisurar desde las ideas y éstas requieren de la escritura, no es un problema exponerse en el espacio público, sí es un riesgo.
Por Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra
Gino Vallega says:
Las creencias suelen ser fundamentalistas; las ideas, mas liberales, pueden ser discutidas hasta el infinito sin llegar a concretarse; pero , si no tienen quien las «publique», no existen. Y el rector «tiene quien lo publique» y sus creencias-ideas existen, para bien o para mal.