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Paternidades abiertas a la vulnerabilidad emocional

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A propósito de un nuevo día del padre en distintos países del mundo, han aparecido distintos estudios que muestran que a pesar de que hemos asumido mayores roles de cuidado y corresponsabilidad parental, aún estamos muy lejos de los asumidos por las mujeres, teniendo que ellas llevarse buena parte del peso en la crianza, reproduciendo así un orden patriarcal que sigue imponiendo sus mandatos (1).

Uno de esos mandatos, para el caso de los varones, es la idea de que para ser más hombres tenemos que esconder nuestra vulnerabilidad emocional, ya que de esa forma nos mostraremos más seguros, fuertes y con control de las situaciones, negando así la gestión de nuestros sentires, dudas e incertidumbres que tengamos en nuestras vidas.

Es lo planteado por el antropólogo argentino Matías De Stéfano Barbero (2), quien muestra a partir de relatos de hombres que han ejercido violencia física en contra de sus parejas, nuestra incapacidad de enfrentar los conflictos y mostrarnos vulnerables emocionalmente frente a los demás, por miedo a que otros hombres nos tilden de maricones y/o mujercitas, por lo que optamos por el silencio en situaciones en que tenemos que exponer nuestros dolores y sufrimientos.

De ahí que la frase clásica «los hombres no lloran», sea aún una especie de axioma para una masculinidad hegemónica invulnerable, en donde los padres más tradicionales juegan un rol central, ya que son los encargados de mutilar emocionalmente a sus hijos, privándolos de conectarse con el mundo de manera más integral y pacífica.

Por lo mismo, cuando un hijo es criado solo por la madre, ya sea porque el papá no se hizo cargo de su responsabilidad parental o porque falleció antes de tiempo, los grandes medios de información y la sociedad en general sigue planteando la idea que a ese niño le faltó la figura paterna, lo que supuestamente generaría inseguridades, ya que el padre por sí mismo daría  la fortaleza necesaria para poder salir adelante.

En otras palabras, aquello supone que nos volvemos seguros e independientes por nuestros padres y que solo la madre sería la encargada de vincularse desde lo emocional, sobre todo cuando se es niño, ya que desde la adolescencia en adelante el padre es el encargado de mostrarnos cómo defendernos frente a los demás.

Por eso que toda esa hombría y virilidad que se nos busca instalar desde pequeños a través de los padres, siempre es en oposición a lo que no es considerado masculino, ya sea por género (mujer) y orientación sexual (homosexual), haciendo que cualquier expresión que se acerque a aquello será sancionada por los otros hombres, a través de chistes, burlas y agresiones físicas en algunos casos, dependiendo del contexto.

No es casualidad por tanto que las escuelas sean el espacio propicio para la instalación de una sociabilidad masculina llena de prácticas y rituales machistas, en donde quien intente abrirse a asumir una vulnerabilidad emocional, sea rápidamente castigado por los policías de género, sean estos docentes, estudiantes y otros padres.

Las consecuencias y daños de esa crianza que niega nuestra vulnerabilidad emocional están a la vista, en tanto varones reprimidos, que pasamos la vida completa bloqueando nuestros sentires, con tal de seguir siendo hombres, lo que trae consigo mucho más homicidios, suicidios y violencia de parte de nosotros que la realizada por las mujeres.

Es cierto, con el tiempo los varones nos estamos involucrando más en las labores de crianza y hay una mayor corresponsabilidad de parte de nosotros en nuestras casas, pero mientras no nos abramos a la vulnerabilidad emocional, nuestros hijos seguirán reproduciendo distintas violencias hacia sí mismos y contra los demás.

Dicho esto, a dejar interpelarnos por el movimiento feminista, el movimiento de disidencias sexogenéricas y de varones abiertos a la vulnerabilidad emocional que permita cambiar esta pobre realidad, a través de distintas iniciativas en todo el mundo que están promoviendo paternidades transformadoras.

A modo de ejemplo, destaco lo realizado por el Instituto de Masculinidades y Cambio Social, junto al PNUD en Argentina, que elaboraron un curso llamado «Masculinidades Corresponsables. Promoviendo la participación de los varones en los trabajos de cuidado» (3), lo que nos invita a revisar nuestras prácticas y a transitar en paternidades abiertas a la vulnerabilidad emocional.

A sumarse por un mundo en donde lo emocional no sea visto como una amenaza, sino en una oportunidad para todas, todos y todes para vivir más felices.

Por Andrés Kogan Valderrama

Sociólogo Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable Realizando Diplomatura en Masculinidades y Cambio Social Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa Militante de Convergencia Social: https://sites.google.com/view/cslascondes

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