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“Sin memoria no hay futuro”: Homenaje a los marineros que participaron en la Rebelión de la Escuadra el año 1931

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La Agrupación de Marinos Anti golpistas- Constitucionalistas (AMA),  conmemoró la gesta realizada por la marinería el año 1931, denominada “La Rebelión de la Escuadra”. La actividad se realizó en el Centro Cultural Ex Cárcel Pública de Valparaíso, a comienzos del presente mes de junio.

 

Se trató de un conversatorio que contó con la presencia de Luis Bork abogado; Gonzalo Ojeda académico de la Universidad de Valparaíso; Tito Tricot doctorado en Sociología y Julio Gajardo, marino de AMA, sociólogo.

 

Cada uno de los panelistas entregó su visión de los hechos, teniendo presente la recopilación y narrativa realizada por Patricio Mans, publicada el año 1972; en el contexto histórico de crisis económica, política y social en que se encontraba el país, ligado a la gran depresión generada en EE.UU el año 1929, y la crisis económica que provocó además en Chile, el descubrimiento del salitre sintético en Alemania.

 

Tales situaciones hicieron que el gobierno de Juan Esteban Montero, decretara ajustes económicos a costa de los ingresos de los trabajadores del sector público y de las FF.AA., rebajando sus salarios. Esta medida fue el detonante que determinó que los marineros, Sub-oficiales, clases y marinería se organizaran para protestar por la medida dictada en contra de los ya exiguos ingresos, mermados por la crisis económica.

 

La toma de los buques de la escuadra en Valparaíso, y el zarpe al norte, a  Coquimbo de una parte importante de las naves, con respuesta coordinada en el puerto de Talcahuano provocó un impacto a nivel nacional, tanto por el hecho generado por la “rebelión”, “alzamiento”, como por la proclama dada a conocer que exponía las causas por las que los marinos realizaban tales acciones, haciendo un llamado a la unidad de los trabajadores en torno a no aceptar que el peso de la crisis, cayera una vez mas sobre sus espaldas y la de sus familias.

 

Entre negociaciones con el Estado Mayor de la marinería, y enfrentamientos aeronavales, de los primeros a nivel mundial en la bahía de Coquimbo, se sucedieron las acciones a partir de agosto de ese año, las que concluyeron al deponer la marinería su movimiento de rebeldía, frente al atropello del gobierno de turno, logrando que esta se revirtiera.

 

Los costos que debieron pagar los dirigentes del movimiento, fueron la cárcel e inclusive los cabecillas condenados a la pena de muerte. Con el golpe de Estado de Marmaduque Grove, el año 1932, todos los marinos condenados fueron dejados en libertad, inclusive los que debían enfrentar el paredón.

 

Entre los panelistas existió plena coincidencia  respecto del ostracismo en que las clases dominantes cubrieron estos hechos, en particular las FF.AA., ya que estas acciones implicaron el rompimiento con uno de sus principios fundamentales, como es “la verticalidad del mando, consagrado en la obediencia ciega a las órdenes de los superiores jerárquicos, lealtad absoluta”.

 

Sin embargo, se recordó como un grupo importante de oficiales de la marina, de menor graduación le envió una carta firmada a José Toribio Merino, antes del golpe, tratándolo de Comandante en Jefe de la Armada, a pesar de que dicho cargo lo ostentaba el Almirante Raúl Montero Cornejo, instándolo a dar un golpe de Estado, según ellos en contra del gobierno marxista, ideología que por formación en la escuela naval, habían aprendido que debían rechazar y combatir.

 

Y para culminar con la falacia de la verticalidad del mando, Toribio Merino le envió una carta tipo al Almirante Montero, para que firmara su renuncia al cargo de Comandante en Jefe de la Armada, una vez que se consumó el derrocamiento del Presidente constitucional Salvador Allende G, documento que se negó a firmar, debiendo por lo tanto asumir usurpando el cargo, para ser integrante de la Junta Militar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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  1. Felipe Portales says:

    Muy encomiable iniciativa en un país tan «amnésico» y, por tanto, sin comprensión de sí mismo y de su historia. E, increíblemente, quien dirigió el bombardeo de la marinería en Coquimbo fue Ramón Vergara Montero, quien ¡diez años después fue Intendente de Santiago de Pedro Aguirre Cerda! Y en su papel de Intendente llevó a cabo varias acciones represivas y ¡antisemitas!, según lo relata con jactancia (porque compartieron totalmente criterios) el ministro del Interior de PAC, Arturo Olavarría Bravo. Así este último señala que en enero de 1941 liquidaron una huelga de «choferes y cobradores de los autobuses de Santiago» suscitada por el incumplimiento de los empresarios de un fallo arbitral determinado por el propio Intendente Vergara. Y pese a que este último reconocía la justicia de la causa invocada, «el intendente Vergara Montero, que era hombre decidido y de fuerte temperamento, me propuso la detención inmediata y en masa de todos los choferes y cobradores que habían abandonado sus labores, y yo autoricé la medida» («Chile entre dos Alessandri. Memorias políticas», Tomo I; Edit. Nascimento, Santiago, 1962; p. 457).
    Por otro lado, para financiar una red de semáforos en Santiago, Olavarría cuenta que «se me ocurrió entonces un recurso singular. Llamé al Intendente de Santiago, don Ramón Vergara Montero, y le sugerí la idea de que se pusiera en contacto con la colonia extranjera más rica de la capital -la hebrea- para pedirle que contribuyera al financiamiento de una red de semáforos (…) sincronizadas al estilo de Nueva York. El señor Vergara Montero, que pertenecía a la misma dinámica escuela que yo, no demoró el cumplimiento de su cometido (…) Los israelitas se sometieron blandamente y proporcionaron el dinero para la adquisición de los primeros semáforos con que contó Santiago (Ibid.; pp. 486-7).
    Asimismo, Vergara Montero vetó en junio de 1941 la exhibición de la película antinazi «El mártir». En «apelación», Olavarría Bravo se hizo exhibir privadamente la película «y pude constatar que ella contenía numerosos pasajes torpemente ofensivos para el gobierno alemán, con el que Chile mantenía por esos días muy cordiales relaciones. Justamente, hacía muy poco que aquel gobierno nos había obsequiado la fragata «Privall», que reemplazó a la vieja «Baquedano», buque escuela de nuestros jóvenes marinos. Con estos antecedentes, confirmé el veto del señor Vergara Montero, pero, en el deseo de conciliar los intereses en juego, autoricé la exhibición de la película siempre que le suprimieran los pasajes agresivos contra Alemania y su régimen (…) La famosa película no se exhibió hasta mucho después que yo salí del ministerio» (Ibid.; pp. 542-3).

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