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Amplio apoyo ciudadano a Gustavo Petro tras amenazas de un golpe blando

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Acosado desde varios frentes movidos por la derecha colombiana, que entre otras cosas amenaza con paralizar al Congreso y congelar un paquete de reformas a las leyes de salud, trabajo y pensiones, el presidente Gustavo Petro salió a manifestarse en las calles de esta capital al frente de decenas de miles de simpatizantes.

Al denunciar nuevamente indicios de que se fragua en su contra un golpe de Estado o golpe blando –ha usado ambos términos–, Petro advirtió que los sectores que han atizado en los últimos días una crisis política a partir de un escándalo de dudoso trasfondo lo que quieren es hacer lo mismo que en Perú, llevar al presidente a la cárcel, cambiar el gobierno y poner a un nuevo presidente no electo. Y eso se llama golpe de Estado.

El mandatario, que asumió el mando hace 10 meses, también anunció que hoy viaja a La Habana para una ronda de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en la que se espera firmar un alto el fuego.

El escenario de crisis se ha agravado en las últimas semanas a partir de lo que los medios y personeros de los partidos de oposición insisten en calificar de el mayor escándalo de corrupción en los últimos tiempos. Empezó por una triangulación de un conflicto personal entre el ahora ex embajador de Colombia en Venezuela Armando Benedetti, la asesora del presidente Laura Sarabia y una niñera que presuntamente robó a ambos (hecho no probado), aderezado por intercepciones telefónicas (chuzadas, les llaman aquí) filtradas a la prensa y acusaciones contra ambos de abuso de poder.

El pleito subió de tono con la publicación en la revista Semana (furibunda anti-Petro) de más chuzadas en las que Benedetti, diplomático sui generis conocido por su indisciplina frente a la cancillería y sus adicciones, soltó en medio de improperios muy subidos de tono amenazas de dar a conocer presuntos financiamientos del narco a la campaña de Petro. Nada se ha probado, ambos funcionarios fueron destituidos. Pero para la oposición no hay otro tema en la agenda nacional.

En contraparte, a mediados de mayo, el ex jefe del grupo paramilitar más sangriento, Salvatore Mancuso, de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), rindió su primera audiencia ante la Jurisdicción Especial para La Paz (JEP). En un relato que tardó horas, confesó cómo ordenó masacres, descuartizamientos, desapariciones y robo de tierras, muchas veces para cooperar con el ejército.

Los medios no hablaron de escándalo. Ayer mismo, según informó El País de Cali, siguiendo las pistas proporcionadas por Mancuso, la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas en la zona de Juan Frío, norte de Santander, del lado venezolano, localizó una fosa con 200 cuerpos, enterrados ahí por las AUC a petición del ejército.

Eso, aquí, no es escándalo. Las revelaciones de Benedetti, que ni siquiera se han empezado a investigar, sí.

Flanqueado por su esposa e hija de un lado y por su vicepresidenta, Francia Márquez, del otro, acompañado de varios ministros y dirigentes de las fuerzas aliadas al Pacto Histórico, el presidente Gustavo Petro elevó el tono: que no se atrevan a romper con la democracia porque se encontrarán con un gigante: el pueblo de Colombia en las calles de este país.

Centrales obreras, el magisterio, buena parte del movimiento estudiantil y formaciones políticas afines al Pacto Histórico, entre ellos un gran contingente de la Unión Patriótica, respondieron a la convocatoria de salir a las calles. Además de la marcha multitudinaria de la capital, que movilizó a decenas de miles desde la Plaza de la Nación hasta la histórica Plaza Simón Bolívar, hubo concentraciones en cerca de 200 municipios, según reportes de la presidencia.

No hay que temer, hay que cambiar. Adelante con las reformas, Yo confío en Petro, se leía en las muchas pancartas acompañadas de las siglas del variopinto movimiento popular que impulsó el triunfo electoral de Petro.

Para esta ocasión, el presidente no pronunció su discurso desde el balcón de la Casa Nariño. Bajó a la calle, caminó un corto tramo entre la gente y desde la Plaza Simón Bolívar, sobre un pequeño templete apenas dividido por unas rejas de la multitud que cubrió la histórica explanada, levantó su petición a los legisladores del país: solicitamos desde nuestra humildad, desde nuestras ganas de justicia, que aprueben las reformas que le garantizan al pueblo sus derechos. Esto no es una solicitud violenta, irrespetuosa, armada (y ahí deslizó una alusión a uno de los alegatos que repite machaconamente la derecha más recalcitrante acerca de su pasado guerrillero en el M-19). Es una solicitud popular que nace de las entrañas del territorio excluido, de la base de la nación.

El proyecto

Resumió en muy pocas palabras las reformas más sentidas por esas bases que ayer salieron a respaldar su proyecto en manifestaciones en cerca de 200 municipios de todo el país. Salud gratuita, trabajo digno y un bono pensionario para que cualquier viejo o vieja tengan un sustento para poder existir.

Entonces Petro cerró su breve discurso con el tema que ha estado poniendo a la luz en las últimas semanas:

Quieren aislar al gobierno de Petro de su pueblo, quieren destruir la confianza, quieren hundir las reformas y arrodillar al Congreso y doblegarlo ante la voluntad del gran capital.

Aquí algunos fragmentos de su discurso:

El pueblo que eligió al presidente sigue con el presidente.

El objetivo de la paz es el mayor deseo de la sociedad colombiana. El primer requisito es que el país tenga justicia social.

¿O queremos una eterna Colombia de las exclusiones; una Colombia donde la prensa odia a la vicepresidenta por su color de piel? (Y en ese momento el presidente pasó el brazo sobre el hombro de su segunda de a bordo, Francia Márquez, de pie a su lado).

“¿Queremos una Colombia que lleve al indígena al cepo como en los años de esclavitud o un indígena que algún día pueda gobernar este país? ¿Una Colombia donde los jóvenes que salen a protestar se les dispare a los ojos? (alusión a las masivas protestas estudiantiles y juveniles de abril de 2021, bajo el gobierno de Ivan Duque, que registraron decenas de muertos y heridos, muchos de ellos con lesiones permanentes en los ojos porque las fuerzas del orden del país copiaron el ‘método’ de los carabineros chilenos, que disparan sus balas de goma al rostro de los manifestantes).”

 

Por Blanche Petrich

Fuente: La Jornada

La Jornada

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