Frente Amplio y el partido único
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No es asunto nuevo, viene desde antaño.
No puede ser motivo que los resultados electorales de la abrumadora mayoría republicana sean la respuesta para que algunos sectores estén proponiendo convertir al FA en un partido único. Son varias las expresiones orgánicas que confluyen en un bloque que conquistó junto a el PC llegar a presidencia.
La crisis es política actual y es más seria de lo que se piensa.
Derrotas la izquierda tiene de sobra, sencillamente basta recordar los inicios allá por el año 1958 que luego de un enorme recorrido de congresos, fracciones, conferencias y ampliados, finalmente se haya logrado en un esfuerzo notable la formación de la UP. Pero fue un trabajo de clase, donde se hablaba de lucha de clases y no relaciones sociales mal entendidas como sucede ahora. Cuando el enemigo a vencer era el imperialismo norteamericano y el modelo capitalista.
No era fácil perderse dado que la fuerte presencia de las organizaciones obreras, colocaban las urgencias sobre la política en aquellos tiempos. La CUT/FTR, las organizaciones campesinas, todo el movimiento estudiantil convocaban a manifestaciones y la calle tenía la presencia de los postergados, de los trabajadores donde el sentido era fortalecer las organizaciones y avanzar en el proceso de acumulación de fuerzas.
No se trata de dejar escrito en piedra que todo tiempo pasado fue mejor. Chile no era el actual, eran los tiempos de un tren al sur y la Ovalle Negrete. Esos tiempos cuando los EE.UU maltrataba a Vietnam, y los gorilas brasileños con golpe militar incluido impedían que el progresismo avanzara.
El bloque llamado concertación (PS/PPD/PDC/PRSD) que surge en 1990, esos primeros años de postdictadura fueron forjando una lectura de la historia entreguista y claudicante. La herencia militarista gozó de buena salud. Todo el modelo en su expresión neoliberal sumado a la política de los acuerdos continuaron con la privatización de empresas, y la débil voluntad de alterar el continuismo.
La izquierda siguió existiendo a pesar de los golpes a mansalva dados por la represión y logró instalar casi desde la marginalidad su primer candidato a la presidencia. También se presentaron candidaturas a diputados y senadores. Todo aquello era mirado con recelo por los concertacionistas que pedían siempre certificados de buena conducta y lanzaban sus llamados para que en las segundas vueltas no quedaran abandonados. Promesas hubo a raudales, pero nunca las cumplieron.
Esos buenos tiempos para ellos se acabaron cuando lentamente desde la calles se llamó a quemar el monigote del lucro y la urgencia de una Asamblea constituyente. La llegada de tres jóvenes al parlamento fueron los indicadores que lentamente se estaba entrando a una nueva forma de hacer política, más creativa, libertaria, critica y consecuente dispuesta para quemar las naves contra la corrupción y el nepotismo. Esos mensajes que la vieja política practicó con sus nefastas formas, había que enterrarlos en el mar. Se había cumplido una etapa y contados estaban los días para el final.
En notable aquelarre se decide llevar una candidata a la presidencia y Beatriz Sánchez se convierte en la señal que los asuntos tienen que ver con el cambio de modelo, la superación de la desigualdad y cambiar el carácter de algunas instituciones del Estado, en suma democratizar el país. Todo eso es más serio que los acuerdos de pasillos.
Los viejos partidos de la política chilena supusieron que las nuevas orgánicas el FA y todos en la interna serían flores de un día y se equivocaron. No los vieron llegar.
La crisis de Chile es en extremo profunda y queda también cada día en evidencia que la denuncia y las incipientes propuestas no lograrían instalarse en el escenario ya vetusto de la política chilena. Una tras otra las crisis del modelo crujen toda la estructura de país. El fracaso de las AFP bandera que convocó a millones de personas. El cuento de salvar la vida con las ISAPRE. Hacer del Estado una institución activa y presente en el proceso productivo. Los privados no compran los bancos de las escuelas ni pintan las salas de clase.
Evidentemente no es fácil la conducción de un gobierno con dos almas, ni tampoco dos procesos eleccionarios que la derecha consideró un plebiscito para el gobierno. Quedan años todavía para Gabriel y no se trata de salir con promesas cumplidas sino como se construye un frente dispuesto a dar la batalla contra la derecha. En el FA también existen las almas diferentes, ánimas de día claro, asuntos a resolver.
Sin lugar a dudas es más posible avanzar con un frente político más homogéneo, lo que no significa que las nuevas formas impliquen el abandono de acuerdos en los congresos, de lo escrito en el recorrido desde lo fundacional, pero fundamentalmente lo que la calle ya por decenios demanda.
En un futuro proyecto de partido único, la izquierda no puede abandonar en alguna esquina a lo que les dio sentido a lo fundacional. Para la derecha las mayorías no piden nada a las minorías, ni los victoriosos a los derrotados.
La izquierda y el progresismo, los compañeros de ruta en cualquier viaje debe hacerse con un proyecto programa/país realmente trasformador, donde estén junto a la nueva propuesta orgánica de forma presencial y activa las organizaciones sociales. Los candidatos llaman a votar por personas, las organizaciones sociales defienden a las inmensas mayorías por tantos tiempos postergadas.
Malo sería que un proyecto de envergadura como hacer nacer una expresión política amplia, fuera el resultado de unos cuantos a puerta cerrada y que salga de una cocina. La seriedad de los tiempos demanda que en su construcción participen todos, aunque haya que tomare el tiempo, desde lo territorial hasta los más sencillos. Somos un país diverso y bajo esos condicionamientos debe florecer.
Miremos el pasado con la visión de futuro que legó la izquierda donde tocó con la punta de los dedos el mejor día, aquel del 4 de septiembre.
Claro que avanzar juntos es una buena idea y mejor si se hace por largo tiempo. Los tiempos no son buenos, un mundo conflictuado nos golpea a todos. La derecha siempre encuentra una salida a sus crisis, un proyecto progresista y de izquierda debe nacer desde el apoyo de la inmensa mayoría. La voluntad del pueblo es generosa y cuando sale para que sus asuntos sean tomados en serio lo hace, es por aquello que octubre no lo vieron llegar.
Chile necesita profundizar su democracia, la actual es estrecha y con ínfima participación del pueblo. No es posible que la mitad del parlamento con unas cuantas banderas populistas, tengan de rodillas a los que ganaron las elecciones presidenciales.
Sí son tiempos de levantar un gran frente político y social. Especialmente para los que se han definido como socialistas, feministas, libertarios y defensores del medio ambiente y quebrado lanzas para hacer del FA un proyecto de izquierda. Entonces si será posible volver a cantar que ha llegado aquel famosos tiempo de vivir.
Por Pablo Varas