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7 de Mayo: Acuerdo, Apruebo, Anulo, tres momentos de un mismo proceso institucional

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La rebelión popular que irrumpió violentamente en octubre del 2019 descolocó, en un primer momento, a la clase dominante y sus referentes institucionales, provocando una situación de desborde y demostración de fuerza popular que, como un movimiento telúrico, remeció los cimientos de la paz social y el ordenamiento institucional neoliberal.

Desde las elites y las esferas del poder no se hizo esperar la respuesta represiva de sus instituciones, las que, con el monopolio de las armas y la legalidad sistémica del uso de la fuerza, arremetieron violentamente en contra de los sectores populares rebeldes intentando contener la rabia acumulada durante años debido a la injusticia, el abuso y la opresión provocadas por el sistema de dominación. Pese a la brutalidad represiva, que se tradujo en la mutilación ocular de cientos de manifestantes y el asesinato de un número importante de chilenos y chilenas, la rebelión continuó su curso.

 

 

Pero junto al tradicional uso del garrote se implementó paralelamente la oferta de la “zanahoria”, y desde la cocina del poder se fraguó entre gallos y medianoche el denominado “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”, que, si bien fue rechazado inicialmente en forma rotunda por el pueblo rebelde movilizado, sirvió para introducir una cuña de división que contribuyó a dividir a los sectores rebeldes, división que terminó de concretarse con la aparición de la pandemia de coronavirus, los confinamientos y los estados de excepción que dieron pasó a una especie de “dictadura sanitaria”, lo que fue fundamental para frenar totalmente el ímpetu de la rebelión en curso.

La inteligente maniobra elaborada por las elites y la casta política institucional, materializada en el ACUERDO, junto a la crisis sanitaria, fueron, sin duda alguna, los dos elementos que desarticularon y frenaron el período de movilizaciones y violencia política de la rebelión de octubre.




El caudal rebelde, en forma mayoritaria, asumió esta derrota táctica y se encauzó en el camino institucional trazado, desarticulándose y desapareciendo una gran cantidad de colectivos, asambleas y organizaciones populares que, en forma espontánea y al calor de la lucha, comenzaban a constituir gérmenes de organizaciones populares autónomas, de carácter extraparlamentario, que transitaba de manera decidida por caminos extra institucionales.

Una vez que se dieron los tímidos primeros pasos para aceptar el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, muchos(as) fueron dejando lenta y decididamente de lado las convicciones rebeldes, para volcarse de lleno a los caminos electorales, en una cancha elegida desde las esferas del poder con límites muy bien definidos en este acuerdo político. Más adelante comenzaron a buscar argumentos para definir este acotado proceso constituyente como un “hecho histórico que sepultaría el modelo neoliberal”, de manera de justificar sus posiciones, que, en lo concreto, contribuyeron a desarticular y dividir al movimiento social rebelde, cuestión que se ha podido constatar en las escasas y escuálidas manifestaciones callejeras de los últimos tiempos. Es decir, las decisiones políticas adoptadas y traducidas en hechos electorales concretos en nada contribuyeron a la acumulación de fuerzas en el campo popular.

Así, esta “democracia electoral”, dio paso a una desenfrenada campaña por el APRUEBO que, con el resultado del triunfo de un 80/20 obtenido por el Apruebo en el Plebiscito, este fue mañosamente manipulado y propagandeado como un triunfo popular contundente, obviando que en dicho proceso electoral no participó el 49% de los(as) ciudadanos(as) habilitados para hacerlo y, además, desconociendo que algunos personeros del gobierno de Piñera y muchos políticos de la derecha política tradicional llamaron también a votar apruebo. La “centro derecha, la derecha social, o la derecha oportunista”, se sumó en esa ocasión resueltamente a marcar la opción Apruebo en la primera papeleta, quedando así reducida la opción Rechazo a los sectores de la derecha dura pinochetista.

Los sorpresivos resultados de la elección de Convencionales Constitucionales, donde hay que tener presente que hubo casi un 60% de abstención electoral, incrementó la sensación triunfalista en quienes se embarcaron en este proceso institucional, elucubrando que los sectores populares tenían esta vez la sartén por el mango, mientras nuevamente desde las elites, los poderes fácticos e institucionales ideaban e implementaban un “plan b” para desacreditar el proceso constituyente, temerosos que allí  pudieran provocarse algunas reformas que incomodaran sus privilegiados puestos de poder, aun cuando estaban conscientes de que el sistema de dominación capitalista en su versión neoliberal estaba a buen resguardo y perduraría más allá de la aprobación del borrador de la nueva Constitución redactada en este proceso constitucional. La estrategia publicitaria se basó principalmente en el chauvinismo y el terror a “perder” algunas características propias del individualismo y el egoísmo, que fueron tan bien introducidas en el quehacer cotidiano por el modelo neoliberal aplicado en nuestro país desde la dictadura en adelante, e internalizadas en forma transversal en la mayoría de los chilenos y chilenas, quienes se creyeron sin cuestionamientos el cuento del “emprendimiento, la libertad de elegir, la propiedad privada y la clase media”, un espejismo encandilado por las tarjetas de crédito y el endeudamiento. Bastó eso y una elección de carácter obligatoria para que se produjera un contundente rechazo electoral al borrador de nueva Constitución el 4 de septiembre del 2022.

La casta política tradicional se encontró nuevamente con la mesa servida, la cocina y el sartén a su entera disposición; ni tonta ni perezosa implementó un nuevo proceso constitucional cocinado a fuego lento en el palacio del poder, con reglas tan descaradamente acotadas y limitadas, que,  incluso aquellos sectores rebeldes que se embarcaron apasionadamente en la convención constitucional ya rechazada, y que habían transformado el borrador de la nueva Constitución en un verdadero fetiche democrático,  esta vez han decidido denunciar este nuevo proceso como un fraude, llamando ahora a ANULAR el voto en las elecciones de consejeros constitucionales que se efectuarán el próximo 7 de mayo.

 

 

De esta forma, el ACUERDO, el APRUEBO y el ANULO se concatenan en un proceso electoral institucional continuo, que se inició en noviembre del 2019 con el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución.

En esta nueva coyuntura electoral impuesta desde las esferas del poder, más allá de los resultados de la elección del próximo 7 de mayo, e independiente del porcentaje que obtengan los votos nulos, blancos o las abstenciones, las herramientas institucionales y electorales del bloque dominante servirán, una vez más, para reafirmar el sistema capitalista de dominación imperante en nuestro país.

Esta situación solo podría verse alterada si el mar de fondo de la rebeldía, que se encuentra adormecido, irrumpe a la superficie y se transforma nuevamente en una marejada de movilizaciones y violencia política, dado que las causas que motivaron la erupción popular enérgica de octubre del 2019 siguen siendo las mismas e incluso se han profundizado este último tiempo, especialmente con el alza del costo de la vida.

Por otro lado, y como consecuencia de lo planteado anteriormente, el movimiento político social popular y revolucionario (englobando en este concepto revolucionario a todas y todos quienes quieren terminar con el sistema de dominación capitalista y patriarcal) atraviesa por una profunda crisis, dividido, desarticulado y atomizado, sin tener la organización ni la fuerza necesaria para mostrar alternativas a estos caminos institucionales en curso.

Se debe asumir de una vez por todas que las coyunturas electorales e institucionales implementadas por el bloque dominante en nada aportan a la acumulación de fuerzas en el campo popular revolucionario y -aun cuando el camino sea largo, lento y complejo- la tarea sigue siendo la de volcarse a los territorios y sectores sociales para construir organización popular con conciencia crítica de clase, con una clara posición anticapitalista y antipatriarcal, que permita ir desarrollando las herramientas e instrumentos necesarios para la defensa y conquista de los derechos del pueblo, utilizando para ello las más variadas formas de lucha, con el objetivo estratégico de terminar con el sistema de dominación imperante en nuestro país y avanzar en la construcción de una sociedad de nuevo tipo.

 

Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 03 mayo 2023

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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