Corrientes Culturales

Sona Jobarteh:  el futuro de Africa empieza con la valorización de su cultura

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Sona Jobarteh, compositora y artista de Gambia, llega en Suiza por la edición numero 40 del Cully Jazz Festival, traendo consigo la voz de un continente olvidado, por el cual Sona lucha cotidianamente, a través de su musica, con su Kora, su instrumento, y con su tremenda fuerza de voluntad.

La viña rodea aquel pueblo suizo de apenas 2 000 habitantes, Cully, patrimonio mundial del UNESCO, La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Su Festival cada año siempre llega junto a la primavera, y la intimidad de sus cavas crea un contacto casi familiar con los artistas que cada año recibe en su tierra. La musica se mezcla a las degustaciones de los vinos de los campesinos que habitan esos lugares y que abren sus puertas durante ese evento.

Con la ayuda imprescindible de todos los innombrables voluntarios que cada año trabajan sin pausa y sin remuneración alguna el pequeño pueblo se prepara a viajar entre los sabores y los sonidos que llegan de muchos lugares distintos del mundo y que cada año los acompañan durante 8 días.

 

En unos de eso viaje metaforico Cully encuentra a Sona Jobarteh, primer mujer virtuosa de Kora.

La Kora es un instrumento tocado en África Occidental que forma parte de la cultura Mandinga. Debido a la tradición oral, es difícil datar con precisión la invención de la Kora. Sin embargo, sus orígenes míticos todavía se cuentan en la actualidad: según la leyenda, la primera kora perteneció a un genio femenino. Tiramaghan, un general del Imperio de Malí del siglo XIII bajo el reinado de Soundiata Keïta, fue uno de los primeros en escuchar este melodioso sonido y en sentirse conmovido por él. Decidió desposeer a la mujer-jinn y el instrumento terminó en manos del griot Djelimaly Oulé Diabaté en Malí. A partir de este entonces, el instrumento fue pasando de griot a griot, convirtiendo a la kora en el instrumento por excelencia y símbolo de la tradición oral mandinga, eclipsando a otros instrumentos como el balafón o el djembe.

El instrumento es principalmente interpretado por griots. Es una casta que se encuentra en África occidental. Indispensables en todas las ceremonias, los griots son músicos, poetas, artesanos del verbo, historiadores, maestros en el arte de hablar. En una cultura donde la tradición oral hace posible contar, elogiar, transmitir y recordar, el griot y la kora son la pluma y la hoja de la historia, la memoria colectiva, los mitos y las leyendas. La kora está tradicionalmente reservada para los griots, y el aprendizaje de esta misma se hace de padre en hijo, siendo la cultura mandinga patrilineal y patriarcal.

Sona Jobarteh rompe con esa tradición y se transforma en la primera mujer virtuosa profesional de Kora, gracias a la enseñanza de su abuelo Amadu Bansang Jobarteh y su primo, el legendario Toumani Diabaté. Sona es reconocida por su habilidad como instrumentista, su voz distintiva, melodías contagiosas y su simpatia en el escenario, calidades que le han permitido un reconocimiento a nivel internacional. De hecho, durante años, Son Jobarteh no quiso actuar en Gambia, donde nunca se había visto en el escenario a una virtuosa profesional de la kora. Sin embargo, cuando en 2011 participó en un concierto con su familia, fue bien recibida por el publico.

Eso le dio confianza en sus raíces e hizo que, ese mismo año, publicó su primer album en mandinga: fue un suceso y su musica llego hasta los lugares mas aislados del mundo. Esto, “hace que los africanos sientan algo, ver que alguien es respetado por cantar en su propio idioma, vestirse con su propia ropa, tocar su propia música”, subraya Sona Jobarteh. “Ese es un mensaje no solo para los gambianos, es para todo el continente africano”.

Pero las ambiciones de Sona Jobarteh no se limitan a la kora: su real objetivo es de contribuir a mejorar las condiciones de vida de su continente, de posponer un futuro mejor para los niños africanos: es en este sentido que la encontramos muy activa en el proceso de la reforma educativa en Gambia, misión más amplia de su papel de griot.

En 2015, Sona Jobarteh abrió The Gambia Academy en Kartong, una ciudad costera, en parte para evitar la fuga de cerebros de jóvenes personas que buscan mejores perspectivas en el extranjero. “No quiero que la próxima generación tenga que hacer eso”, dijo, “sentirse obligado a tener conexiones o títulos europeos para poder tener éxito en tu propia sociedad”.

Con un plan de estudios que se enfoca en las tradiciones de África Occidental, la escuela ahora tiene 32 estudiantes, incluido su hijo de 14 años, Sidiki, y su hija de 9 años, Saadio. Eso también la ha ayudado a transmitir su tradición familiar: así, están aprendiendo el repertorio de griot, no de su padre, sino de su madre, guardiana de siete siglos de tradición.

 

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Elena Rusca

Periodista, corresponsal en Ginebra

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