La salida de la Canciller Urrejola
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Me cae bien Antonia Urrejola, la excanciller chilena. Ama a Nicaragua y, como yo, desprecia al dictador Ortega. Su trabajo en la OEA permitió poner de manifiesto los crímenes del gobierno nicaragüense, en el momento más álgido de las protestas de mediados del 2018. Y, a la cabeza de la Cancillería, se mantuvo en una línea consecuente en la defensa de los derechos humanos.
Lamenté que, después de un año de trabajo, la ministra Urrejola terminará en sus funciones, arrastrando con ella, injustificadamente, a la Subsecretaria, Ximena Fuentes, y al Subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José M. Ahumada.
Fue un hecho inédito, aunque para muchos esperado, por el acoso permanente que sufrieron las autoridades de la Cancillería, especialmente la ministra Urrejola y el Subsecretario Ahumada.
Ataques inéditos, incluso irresponsables, de la prensa, de dirigentes empresariales, políticos de derecha, sectores del propio establishment de la Cancillería y, muy especialmente excancilleres de la Concertación.
Después de un mes de haber dejado sus funciones, la excanciller ha dado una entrevista al diario El País de España (05-04-2023), dónde se defiende de las críticas recibidas de parte de distintos grupos de interés.
Hay argumentos de su defensa que son razonables, pero otros no tanto.
Los ataques a las nuevas autoridades de la Cancillería se produjeron en dos frentes. Unos, que calificaría de accesorios, ya que no se refieren a contenidos de la política exterior; otros, de carácter sustantivo, y que tuvieron que ver muy especialmente con la política comercial externa.
En efecto, los errores y malos entendidos de la Cancillería, que la prensa potenció hasta el escándalo fueron: la desatención al rey de España, cuando la instalación del presidente Boric; el olvido del presidente al no mencionar a John Kerry, en un encuentro internacional sobre el medioambiente; el bochorno diplomático, cuando Boric decidió no recibir las cartas credenciales del embajador israelí; la molestia de la clase política, porque no se apoyó a Claudio Grossman para el Tribunal de la Haya; la crítica del embajador en España a los 30 años de la transición; el audio filtrado desde Cancillería, con referencias procaces al embajador argentino, Rafael Bielsa; y, finalmente, la guinda de la torta: la ausencia de la ministra durante los incendios forestales.
Todos esos hechos pudieron haberse evitados, con mayor profesionalismo; pero, ninguno de ellos (como ha quedado de manifiesto con las disculpas correspondientes) puede considerarse un menoscabo grave a los ejes de la política exterior, que han sido definidos como: política exterior feminista, turquesa y multilateral, junto a una destacada defensa de los derechos humanos.
A mí me parece que esos hechos de controversia quedan chiquitos si se comparan con errores del pasado, que sí vulneraron gravemente nuestra política exterior y que, sin embargo, no produjeron los escándalos que conocemos hoy.
Vamos a los hechos.
Primero. Durante el gobierno de Néstor Kirchner, el presidente Piñera comete el desatino de nombrar como embajador en Argentina al abogado pinochetista Miguel Otero. Y, lo primero que hace Otero es defender al régimen de Pinochet, negando las violaciones a los derechos humanos. Sus dichos fueron un golpe al corazón a las Madres de la Plaza de Mayo. Piñera debió retirarlo. Esto es bastante más duro, por ejemplo, que las malas palabras contra el embajador Bielsa.
Segundo. Durante el mandato del presidente Lagos, el gobierno argentino se quejó contra el canciller Ignacio Walker, por sus expresiones, vertidas extensamente en diversos papers, donde calificaba, con liviandad, al peronismo de fascista. Walker debió retirar sus dichos.
Tercero. Durante el mismo gobierno de Lagos, en noviembre de 2003, dos miembros de la Inteligencia chilena de la Región Militar Austral ingresaron al Consultado de Argentina, en Punta Arenas, e intentaron sustraer información confidencial. El cónsul argentino descubrió a dos agentes que estaban violando una caja fuerte, intentando llevarse documentos clasificados que estaban en su interior.
Cuarto. El presidente Lagos y su Canciller, Soledad Alvear, apoyaron, con entusiasmo, el golpe de estado del empresario Carmona, contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Hecho grave y vergonzoso.
Quinto. En noviembre del 2000, el gobierno de Lagos recibe la oferta de los Estados Unidos para iniciar negociaciones de un TLC. Ello es aceptado; pero, al mismo tiempo, Chile rompe las negociaciones en curso para la incorporación plena de nuestro país al Mercosur. Este cambio radical en la estrategia de integración de Chile al mundo generó un serio rechazo de parte de los países vecinos Fue, además, muy grave, que la Cancillería chilena no tuviera la delicadeza diplomática de informar oportunamente de este viraje a Itamaraty y tampoco al resto de las cancillerías del Mercosur. Los costos de esa decisión fueron elevados, especialmente en nuestras relaciones con Brasil.
Sexto. Finalmente, la guinda de la torta la puso el presidente Piñera quien, con ruido de trompetas, fue a Cúcuta a apoyar a Guaidó, el “presidente encargado” de Venezuela; y, sin que se lo pidieran, ofreció hospitalidad a todos los venezolanos sufrientes. Les dijo que había pan, techo y abrigo en territorio chileno. Ahora, todo Chile está sufriendo la “generosidad” de Piñera.
Estos errores de Lagos-Piñera son, obviamente, mucho más graves que los de Boric-Urrejola.
Sin embargo, en el componente comercial de la política exterior la responsabilidad de Urrejola es ineludible. Y, se debieran esperar disculpas que no han llegado.
La estrategia comercial es un componente esencial de la política exterior, sobre todo en las últimas décadas de globalización. Y, la canciller Urrejola olvidó que el programa de Boric se propuso modificarla sustancialmente.
En efecto, durante cuarenta años, la estrategia económica de Chile se ha caracterizado por el neoliberalismo y su complemento ha sido una apertura comercial al mundo, sin mediaciones. Ello acercó a nuestra diplomacia a los países desarrollados, mediante los TLCs, distanciándose de América Latina y los países del sur.
El candidato presidencial, Gabriel Boric, propuso en su programa modificar esa radical apertura al mundo, en un esfuerzo por proteger el mercado interno y ejercer regulaciones, en favor de sectores de transformación productiva. Se señala en el programa que es el camino para terminar con el extractivismo exportador, como eje de la economía chilena.
Por tanto, la propuesta de política exterior, contenida en el programa, no se refería sólo a lo que le gustaba a Urrejola en las denominadas “Nuevas voces de la política exterior”: una política exterior feminista, un medio-ambientalismo “turquesa” y el multilateralismo (conceptos todos que por lo demás estaban contenidos en el gobierno Bachelet y en la Cancillería de Heraldo Muñoz).
El programa se refería a un cambio fundamental en la política comercial externa, que sirviera de apoyo a la transformación productiva de nuestra economía.
Y, es explícito en señalar, que “…es necesario hacer a una revisión crítica de los compromisos, contenidos en los TLCs suscritos, en particular por el aumento de los años de duración de las patentes a los niveles de los países desarrollados; y, además, debido a las restricciones en el uso de políticas de regulación financiera y políticas industriales respecto de las inversiones extranjeras”.
Así las cosas, el programa proponía: “Bajo nuestro gobierno Chile no alterará ningún acuerdo comercial de forma unilateral, pero buscaremos actualizar aspectos relativos a los capítulos de inversiones, específicamente los que dicen relación con los requisitos de desempeño, para garantizar que las nuevas inversiones extranjeras generen encadenamientos con el tejido productivo local. A su vez, debe solicitarse eximirse de la aplicación del mecanismo de solución de controversias en tribunales internacionales”.
Aquí es dónde Urrejola se equivoca. En vez de colocarse en la defensa del Subsecretario Ahumada -quien intenta aplicar el programa- tuvo una actitud complaciente ante los grupos de presión, defensores del rentismo fácil y coherente con la política comercial tradicional. Esta postura no sólo debilitó a Ahumada, sino a toda la dirección de la Cancillería y al gobierno de Boric.
Frente al cambio comercial que impulsaba Ahumada, en favor de la protección externa y la renegociación de los TLCs, empezando con el TPP11, la Canciller optó por el silenció, o se quejó ante el presidente. Se asustó frente al gran capital internacional, a los gremios chilenos transnacionalizados y a sus lobistas, los economistas y políticos que transversalmente trabajan para ellos.
Antonia Urrejola y sus asesores, “diplomáticos-socialistas”, se equivocaron no sólo al olvidarse de la nueva estrategia comercial del programa de Boric, e incluso restar apoyo a Ahumada. También cometieron el error de convencer al presidente Boric sobre la tesis del 80/20 para la designación de embajadores (80% diplomáticos de carrera y 20% políticos), en la ingenua creencia que le significaría apoyo político a su gobierno. No sirvió de nada. Finalmente, se equivocaron, también, en la idea que la protección de la dirección del Partido Socialista y de José Miguel Insulza serían para siempre. Se equivocó la paloma.
Urrejola y sus asesores debieran haberse arropado en el programa de Boric, incluida la nueva estrategia comercial, y ser consecuentes con lo que demanda el país: terminar con el neoliberalismo, modificar el modelo productivo extractivista e implementar una política exterior independiente, que sirva a los intereses de nuestro país.
Por Roberto Pizarro Hofer
Sergio Cuyul says:
Pizarro: has vivido toda la vida equivocado. Si mal no recuerdo Urrejola fue una firme defensora e impulsora del TPP11, cuyos efectos aún los desconoce la mayoría de la población. Y en relación a Nicaragua una sola perla: La Gioconda Belli, una «víctima de Ortega», apenas llegada a a España le hizo un poema de homenaje a la facista de tomo y lomo llamada Yolanda Díaz. Acuérdate que fuiste parte del gobierno de la Concertraición