No podemos olvidarnos de Libia
Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 45 segundos
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, subrayó este lunes 3 de abril 2023 que su Oficina fortalecerá su trabajo en Libia, donde la situación de los derechos humanos continúa deteriorándose en medio de la violencia generalizada de los actores armados, el estancamiento político en curso y la profundización de las restricciones sobre el espacio cívico.
La Misión Independiente de Investigación (FFM) sobre Libia, establecida por el Consejo de Derechos Humanos en junio de 2020, terminó sus operaciones y entregó sus archivos y las pruebas que había recopilado a la Oficina de Derechos Humanos de la ONU.
“Las autoridades libias, los grupos armados, los contrabandistas y los traficantes de personas no deben asumir que los ojos de la comunidad internacional ya se han ido de Libia. Es crucial que redoblemos los esfuerzos para asegurar la rendición de cuentas por violaciones pasadas y seguir monitoreando la realidad sobre el terreno para prevenir futuras violaciones”, dijo Türk.
En su informe final, la misión de determinación de los hechos recomendó que la Oficina de Derechos Humanos de la ONU debería “establecer un mecanismo diferenciado y autónomo con un mandato continuo para monitorear e informar sobre violaciones graves de derechos humanos en Libia, con miras a apoyar los esfuerzos de reconciliación de Libia y ayudar a las autoridades libias a lograr la justicia de transición y la rendición de cuentas”. El Alto Comisionado expresó su apoyo a esta recomendación.
Tras destacar la importancia de celebrar elecciones nacionales y trabajar por una paz sostenible en Libia, Türk expresó también su profunda preocupación por la intensificación de la represión contra la sociedad civil, más recientemente a través de un decreto gubernamental que declara ilegales a todas las organizaciones de la sociedad civil nacionales e internacionales registradas después de 2011.
“Las regulaciones relativas a la sociedad civil deben respetar los derechos fundamentales de libertad de reunión y asociación, no sofocar ni criminalizar el trabajo de quienes trabajan por un futuro basado en los derechos para Libia”, dijo el Jefe de Derechos Humanos de la ONU.
Efectivamente, el conflicto y la posterior caída de Mu’ammar Gadafi convirtieron a Libia en uno de los países más inestables del planeta, donde las violaciones de derechos humanos son endémicas y están a la orden del día, donde organizaciones criminales y paramilitares han labrado sus negocios ilegales como verdaderas mafias, transformando el estado en la ruta de migración hacia Europa desde toda África central.
En el contexto de la Guerra Fría y del mundo bipolar, la posición de Libia en el mapa geopolítico mundial fue relevante: un actor estratégico como proveedor de petróleo. Si bien en las últimas décadas del siglo XX, la relación con el “mundo occidental” estuvo marcada por una etapa de tensión, en los inicios del nuevo siglo Libia estableció una política exterior de apertura económica y política.
El movimiento social que dio lugar a las “revueltas árabes” fue el escenario que habilitó la intervención de la OTAN en marzo de 2011. Luego de varios meses de bombardeos y emergencia de grupos armados locales, la muerte de Gadafi cerró esta etapa. Para los grupos rebeldes libios este escenario significó una oportunidad para expresar sus relaciones de poder. Libia es un Estado fragmentado donde se identifican grupos armados que ejercen distinto grado de control sobre el territorio, de forma muy parecidas a las mafias italianas.
Hace exactamente 10 años, el 19 de marzo de 2011, las bombas lanzadas por los cazas franceses y los misiles de crucero Tomahawk de los barcos navales estadounidenses y británicos iluminaron el cielo sobre Benghazi para golpear los puestos de avanzada del ejército Rais Mu’ammar Gaddafi.
Un mes después del inicio de las revueltas antigubernamentales en Libia, se inició la intervención militar internacional que supondrá la caída del régimen de Gadafi y una temporada de inestabilidad que aún hoy persiste, con un país desgarrado por la guerra de guerrillas interna, la fragmentación, sed de poder y en la que se inserta otra grave crisis humanitaria, la de los migrantes.
El interés de la OTAN y de los países occidentales por Libia no fue tanto para sostener a las revueltas antigubernamentales, ni por poner fin a la dictadura de Gadafi: el control de los recursos energéticos libio fueron en absoluto el anhelo principal, como lo son ahora los recursos energéticos de Ucrania. Estamos hablando de 48.400 millones de barriles (2,8 % de las mundiales) y 1,5 billones de m3 de gas natural.
Su explotación, hasta el momento, estuvo limitada a las compañías BP (Reino Unido), Chevron, Marathon y Occidental (EE. UU.), CNPC (China), Eni (Italia), OMV (Austria), Repsol (España), Shell (Países Bajos), Statoil (Noruega), Total (Francia) y Wintershall (Alemania). Hoy, es Turquía a proporcionar los recursos energéticos líbicos.
Talvez que la OTAN y los países occidentales contribuyeron al fracaso de un País, por intereses económicos, como hoy lo están haciendo con Ucrania.
Escucha el articulo en la Radio La Comuna