¿Qué significa «Todo en todas partes y al mismo tiempo»?
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Una de las características de las fases históricas de decadencia social es la aparición del arte picaresco, que encuentra en la parodia una forma de atravesar los enrejados represivos. Sin embargo, lo dominante en tales épocas es el retorno a lo doméstico y costumbrista, a la elección de temáticas particulares que permitan ocultar la cabeza en la arena. Esta última forma de expresión, ha tomado —en la fase imperialista de decadencia capitalista— la voz del arte conceptual, aquel concentrado en el significante y que por lo mismo solo puede subsistir en base a un texto explicativo. La clásica expresión de este tipo de arte lo constituye el urinario «encontrado» por Duchamp.
No quiero entrar en la «epistemología» de lo conceptual, solo creo importante señalar que el arte conceptual, buena parte de las instalaciones y los happenig, reemplazan la acción artística por el discurso del iniciado. Un discurso que permite entender que un zapato lleno de arena, un vaso de agua o un plátano pegado con una huincha en una pared se nos presenten como arte. Lo conceptual, por lo mismo, es un taparrabos que en el mejor de los casos sirve para hacer millonarios a impostores como Yoko Ono, Bansky o Damien Hirst.
En el cine hay una larga tradición «conceptual». La que se me viene a la cabeza en estos momentos es «Sleep» de Andy Warhol que en 1963 filma a una persona durmiendo por espacio creo que de seis horas. La estupidez anotada fue presentada como revolucionaria y —solo para contextualizar— pretendía cuestionar magníficas obras de la época como «Espartaco» o «Lo que el viento se llevó». No es necesario ser un estudioso del cine para discernir que la obra de Warhol no solo es una basura —en el marco de la evolución del cine— sino que además un atrevido intento de sacar al cine del conflicto social, de lo político y de lo humano. Mientras la Espartaco de Kubrick se hacía cargo de la erupción social ocasionada en EEUU como resultado de la revolución cubana, el pedante filme de Warhol tenía mucho más que ver con Bahía Cochinos, con la contrarrevolución que con la revolución.
La reciente entrega de los Oscares permite ir midiendo estos fenómenos. Y tal medición es trascendente porque se trata de un género artístico de enorme impacto social que no solo conforma una industria del gran capital, sino que reúne las artes dramáticas con una grandiosidad jamás conocida en la historia. No es irrelevante lo que ocurra en Hollywood porque una parte sustancial de este género se produce, se consume y se critica en la Academia de los Oscares o como se llame.
Grandes producciones como las ya señaladas logran combinar profundidad y éxito comercial. En lo personal creo que películas muy taquilleras como Terminator, Rambo o Tiburón, son obras enormes porque fueron capaces de traducir, de abstraer su momento histórico y conectar con el estado de las masas haciéndose trascendentes. Digo esto porque quiero dejar asentado que no hago en este punto una defensa del cine arte contra el cine comercial. Hay gran cine en las dos veredas descritas. No solo nos deleitamos con Truffaut, Lynch, Fassbinder o Fellini. Hay también cine en Eastwood, Stallone o Spielberg.
Colocadas las ideas de esta forma, creo que la película de la dupla Kwan-Scheinert , «Todo en todas partes y al mismo tiempo» falla en todas las dimensiones exigibles al cine. Cae en primer lugar, porque carece de historia o la que tiene como mucho daría para una película de 15 minutos. Cae, también, porque presentándose como una narración de ciencia ficción se basa en categorías —los multiversos— ya tratadas con excelencia, por ejemplo en Matrix. Cae también porque el vértigo de la narración, carente de contenido y verosimilitud, resulta asfixiante y por lo mismo confusa. Finalmente, porque si hay un propósito en la película —la naturaleza del conflicto madre hija, por decir algo— aparece lanzado además con un lenguaje vulgar, de mal gusto y frívolo. A sus defensores solo les queda apelar al carácter «conceptual» o «experimental» que es la guarida donde se refugian este tipo de creaciones.
Que esta película se haya llevado todos los premios no nos dice mucho más que las gaviotas del Festival de Viña. No se trata de «exigir» que se hubiese elegido a otra. Se trata de comprender por qué esta cinta mediocre e intrascendente ha provocado tal respuesta en los premios que otorga la industria cinematográfica de los Oscar. EEUU durante este año ha comenzado a hundirse y tal hundimiento ocurre en todas partes y en todas las dimensiones del imperio. Desde diciembre la prensa norteamericana se ha visto en la penosa necesidad de reflotar la idea de una invasión alienígena. Todo el discurso del poder imperialista se estructura como la marcha fúnebre de lo que otrora fuese una vigorosa potencia planetaria.
La guerra en Ucrania comienza a salpicar la estabilidad del orden imperialista. Inequívoca demostración de este aserto o constituye el levantamiento de los trabajadores y el pueblo francés. El atentado al gasoducto Nordstream, una acción militar norteamericana contra su principal aliado en Europa, pone de relieve que las cosas comienzan a salirse de control. En fases históricas como estas el discurso del poder y hasta su cine más destacado, se tornan conceptualmente ininteligibles y banales. Todo y en todas partes y al mismo tiempo.
por Juan García Brun
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ramon roman says:
¡¡¡ QUANTOM MECHANICS, O MECANICA DEL CUANTO!!!