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Inmigración: las cosas por su nombre

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El gobierno chileno acaba de reconocer que en el país hay más de veinte mil inmigrantes que se encuentran de forma irregular por la forma en que han entrado al país o por haber incurrido en delitos que hace aconsejable deportarlos. Se nos dice, asimismo, que en la mayoría de estos casos se trata de venezolanos, bolivianos y colombianos cuya expulsión significaría gastar unos 55 mil millones de pesos si se considera especialmente el costo en pasajes aéreos. A todos ellos hay que sumar el flujo de nuevas personas y familias que llegan a diario, aunque se sabe que hay varios cientos o miles que están abandonando por sus propios medios nuestro territorio, desilusionados por no haber encontrado trabajo y las condiciones de vida que soñaron al venir aquí.

En la comprobación de que en muchos episodios de violencia y delincuencia que asolan al país se constata la acción de inmigrantes, las autoridades están siendo presionadas por la población que se siente justamente amedrentada, pero que en muchos se afecta por las campañas políticas y mediáticas que obviamente le imputan exagerada e irresponsablemente a los extranjeros el estado de convulsión causado por aquellos reiterados asaltos y atentados contra la vida y la propiedad de nuestros habitantes.

La Moneda quiere intensificar ahora los esfuerzos por lograr la masiva deportación de los inmigrantes “irregulares”, manifestando la peregrina intención que nuestros países limítrofes se abran a la idea de recibirlos, acogerlos dentro de sus fronteras u obligarlos a transitar hacia sus países de origen. Se quiere, por ejemplo, que los bolivianos no solo permitan el regreso de sus connacionales sino permitan el tránsito de los que provienen de más al norte de nuestra región. Al mismo tiempo, se expresa la intención de que el régimen de Nicolás Maduro colabore activamente con la repatriación de muchos miles de venezolanos, incluyendo entre éstos a aquellas verdaderas bandas de delincuentes hace mucho tiempo involucradas en el narco y microtráfico de estupefacientes, llegando a organizar poderosos y criminales carteles de la droga que nadie está dispuesto a recibir de regreso.

Severo problema afronta nuestro país si se considera que nuestro Gobierno y su Cancillería no han propiciado buenas relaciones con los diversos regímenes del Continente como para buscar una solución multilateral al respecto entre nuestras naciones. Cuando, por el contrario, el gobierno de Sebastián Piñera hasta alentó la fuga masiva de venezolanos y otros a objeto de afectar la imagen de regímenes como el chavista y cubano. A lo anterior se agrega que recién empieza a discutirse la necesidad de tener una política inmigratoria nacional porque, verdad sea dicha, el empresariado nacional por más de dos décadas se mostró complacido de que llegara “mano de obra barata” a sumarse a las faenas agrícolas, mineras, forestales y otras del ámbito de los servicios.




Especialmente cuando se apostaba a una incierta bonanza económica, fundada en buena medida por los miles de trabajadores que llegaban al país.

No nos olvidemos que durante la Dictadura Militar cientos de miles de chilenos salieron al extranjero forzados por razones políticas y económicas. Prácticamente no hubo país de la tierra que no recibiera a la diáspora chilena y, además, le brindara una acogida ejemplarmente hospitalaria, gracias a ls cual hasta ahora se calcula en más de un millón los que se quedaron definitivamente en los países de acogida. Pasada nuestra interdicción ciudadana consta que muchos compatriotas han regresado por su propia voluntad y sin que nadie los haya compelido hacerlo. Salvo con algunos recursos ofrecidos por Alemania y otros países europeos destinados a solventar el oneroso retorno y reinserción de estos en nuestro país. Huelga decir, al respecto, que constan casos de exiliados chilenos que tuvieron una indecorosa conducta en el exterior con lo que arriesgaron diversas penas y sanciones que deliberadamente fueron tratadas con mucha discreción a fin de no afectar la imagen de aquellos chilenos bien comportados y que se ganaron el afecto de las naciones anfitrionas.

Desde Chile, ahora la situación se aprecia muy poco simétrica. Por la frivolidad propia de la clase política, la insolvencia mediática y la ignorancia de muchos, el país prefiere achacarles a los inmigrantes gran parte de los trastornos en seguridad, llegando al extremo de asumir conductas xenofóbicas con la intención de arrancar aplausos y eventuales sufragios. Desconociendo, así, lo que podemos comprobar todos los días: la valiosa presencia de miles de trabajadores llegados a nuestro territorio que colaboran ejemplar y honestamente en las más diferentes actividades agrícolas y forestales, así como en la industria, el comercio, ciudades y pueblos. Sin cuyo esfuerzo difícilmente podríamos haber alcanzado los actuales índices productivos, así como nuestro alto estándar de país exportador.

Lamentablemente, nuestros gobernantes han seguido el camino de deslindarse de la suerte de nuestros países hermanos, ejerciendo una supremacía que no se condice con nuestro precario nivel democrático y esos agudos déficits en materia de igualdad social, instrucción pública, vivienda y servicios sanitarios. Con prácticas de corrupción que se han igualado a las de los peores regímenes de nuestra región. Bajo la paradoja, además, de tener un gobierno de izquierda muy dócil a los intereses de las grandes potencias, cuanto de la oligarquía nacional. Y que ahora escoge el camino de los estados de emergencia como de la represión policial y militar para conjurar las justas demandas de nuestra población indígena y de los millones de chilenos pobres e indigentes.

Agreguemos el asombro que nos produce que muy pocos se acuerden del derecho humano a la emigración consagrado universalmente y del cual tantas veces en su historia tantos chilenos tuvieron que recurrir para escapar de la pobreza y de las convulsiones políticas.

 

Por Juan Pablo Cárdenas

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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  1. Me gustaría saber, de donde el autor obtuvo es cifra de que hoy en día hay cerca de un millón de chilenos, exiliados y sus descendeientes que se quedaron en le extranjero. Me dá la impresión que es totalmente exagerada. Los chilenos en el extranjero, tenemos derecho a voto en ciertas elecciones, primarias, presidenciales, plebiscitos. Para ello, tenemos sólo que cambiar nuestro domicilio electoral de Chile al consulado correpondiente. de acuerdo al Servel, chilenos inscritos en el extranjero somos (entre ellos yo) poco mas de 80 mil sólamente.

  2. Bueno, respecto a los exiliados chilenos durante Pinochet, hay que relativar las sitauciones. En 1973, yo ya vivía desde hacía algún tiempo en Alemania. Los primeros que llegaron, eran personas realmente exiliadas y que merecían todo tipo de ayuda, eran personas que habían sido detenidas, toruradas, se habían asilado en embajadas etc. A la ciudad donde yo vivía y aún vivo, llegó todo un grupo, conocí e hize amsitad con varios y los ayudé a llenar formularios, traducciones etc. A esos primeros que llegaron, en esa época (hoy en día no la harían de esa manera), los trataron en «bandejas de plata», les asignaron (sin costo alguno) departamentos amoblados que en su vida habían tenido, por 6 meses les pagaban cursos de alemán y les daban una «mesada» que era proporcionalmente mucho mayor de lo que ganaban en Chile. Ellos empezaron a escribirles a sus parientes y amigos «exiliense que aquí está la papa» y empezaron a llegar los que yo llamo «exiliados voluntarios», nadie les había tocado un pelo y salieron en forma totalmente legal y sin problemas de Chile. Habíán si, sido aleccionados, de que al llegar aquí a la frontera, dijeran «soy de Chile y solicito asilo», palabras mágicas que eran como «sésamo ábrete» y así empezaron a llegar los pseudo-exiliados, y ahí venían de todo, desde personas totalmente honradas hasta «rateros»., tanto así que en Suecia, un grupo pro-chileno, puso en todas partes unos letreros que decían «si usted ve un chileno robando, no lo denuncie porque es su mentalidad», los chilenos honrados por supesto pegaron un grito al cielo y sacaron los letreros. Lo que me llamó la atención, fue de que la gente salió al exilio, voluntario o no, la gran mayoría no se fué a los países socialitas, sino que a los «infiernos, capitalistas», porque ahí los trataban mucho mejor y les daban muchas mas ayudas y facilidades. Recuerdo, debe haber sido a cominezos de los 80 un grupo de chilenos que se habían exiliado en la en esa época comunista Rumania, los trataban «como el «ajo», tenían habitaciones miserables y les dieron trabajos donde prátciamente no ls pagaban nada. En contacto con sus amigos y conocidos que se habían exiliado en la capitalista e imperialista RFA, decidieron irse a Alemania (la occidental por supuesto), eran varias familias unas 60 personas, arrendaron 3 buses, cruzaron toda Europa y llegaron a Berlín occidental donde pidieron asilo. Las autoridades alemanas, primero se lo negaron porque de acuerdo a las leyes no tenían derecho a recibir asilo en Alemania, porque venían de un país donde ya estaban asilados y no corrían ningun peligro., que los hayan tratado como el ajo, no era motivo para pedir asilo. Un grupo de izquierda de Alemania empezó a hacer presión que les dieran asilo y que no los mandaran de vuelta a Rumania, las autroridades alemanas cedieron y no les dieron asilo pero sí und «Duldung» (= Tolerancia) para que se quedaran an Alemania.

  3. Margarita Labarca Goddard says:

    Todos hemos sino inmigrantes y si no lo fuimos nosotros lo fueron nuestros antepasados, que colonizaron este país que estaba habitado desde miles de años por indígenas a los que ahora se desprecia. Los dueños de América eran los pueblos originarios, los que tuvieron grandes culturas, construyeron pirámides y Macchu Pichu y en Chile fueron valientes luchadores contra el invasor.
    Ahora en el mundo entero se rechaza a los migrantes, por lo que todos los días se ahogan adultos y niños en el Mediterráneo, tratando de llegar a Europa.
    Nosotros no somos tan despiadados como los europeos, porque tenemos una experiencia muy cercana, la de la emigración durante la dictadura, que salvó miles de vidas. Y en todas partes se nos recibió con los brazos abiertos. Volvamos a ser humanos, por favor.

  4. Gino Vallega says:

    Chile siempre fue xenófobo y ahora, tras las argucias de Piñera y el hociconeo de la derecha facista, es peor q nunca.Produce votos del 62% para patanes como Kaiser, Rivas, Lavin…..y la vuelta de los coroneles como Coloma, Zaldívar y otras calamidades.

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