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Descentralizar: hablemos en serio

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Nota aclaratoria: Este artículo se publicó en Clarín con fecha 26 de junio de 2015. Al leer la nota de Moisés Scherman, “Las autopistas por definición no pueden ser urbanas”, publicada ayer en este medio, pensé que podía ser un aporte al planteamiento de Moisés, y que sería adecuado volver a publicarlo.

Desde hace algún tiempo, la bancada regionalista (diputados y senadores), la Comisión ad hoc nombrada por el gobierno y algunos senadores en particular, se han mostrado muy preocupados por el excesivo centralismo que existe en nuestro país. Sin embargo, en general, con alguna que otra excepción, siempre se ha abordado este problema desde un punto de vista netamente político y no de forma integral.

Si se desea realmente descentralizar el país y otorgarle más importancia a las regiones y a sus ciudades, la solución no se puede buscar sólo en la elección de los intendentes y otras autoridades regionales si no se les entregan las herramientas económicas para ejercer su gobierno. Esto derivaría en una democratización política que, sin duda, es de suma importancia, pero sería una democratización a medias, pues persistirían los problemas de recursos económicos para una real descentralización y su consecuente regionalización.

Debido a los recientes episodios de preemergencia y emergencia decretados en la Región Metropolitana, es urgente tomar decisiones concretas y reales con vista a descentralizar Santiago. El gobierno ha informado que en noviembre entregará un nuevo plan de descontaminación de la cuenca del Mapocho. Por desgracia, y como ya lo ha expresado hasta el cansancio Patricio Herman, de la fundación Defendamos la Ciudad, las causas de la contaminación cada vez más grave en nuestra capital, se deben a que no se han respetado los planes reguladores ni los planes de desarrollo urbanístico; esto, ni en Santiago ni en las principales ciudades del país. Por otra parte, ninguno de los planes de descontaminación para la ciudad de Santiago que se han elaborado desde hace tres décadas ha tenido resultado. Es decir, ningún plan que no contemple una real descentralización, podrá cumplir con la meta de limpiar el aire de la capital. Entonces, hablemos en serio.

En días de preemergencia, además de la prohibición de circular a vehículos con convertidor catalítico que comprende 4 dígitos, deben paralizar 1.235 fuentes fijas (industrias).

Con base en esta estadística, mi propuesta es la siguiente: comenzar por revisar las 100 industrias más contaminantes que funcionan en la Región Metropolitana y proponerle a sus dueños o controladores discutir un plan de traslado desde su actual ubicación a otra región del país. El estudio de factibilidad debe contemplar los siguientes aspectos:

1) Reubicación en alguna región con mayor desempleo (ej.: Valparaíso y Biobío); 2) ubicar un terreno fiscal en la región elegida, que sea apto para la construcción de las instalaciones necesarias para su operación; entonces, el municipio  o el ministerio respectivo, lo entrega en comodato por 99 años o simplemente es entregado sin costo para el interesado; 3) otorgar créditos blandos por parte del BancoEstado para la implementación  de las instalaciones (éstas deben contemplar filtros de última generación, pues no se trata de trasladar la contaminación de Santiago a otras ciudades),  y el respectivo traslado de su maquinaria; 4) exención de impuestos durante los primeros 5 años de sus operaciones; 5) préstamos blandos para la construcción de casas para sus trabajadores si las condiciones lo ameritan; 6) acordar con sus actuales trabajadores la decisión de trasladarse a otra ciudad con su empresa o preferir ser finiquitado con su correspondiente indemnización.

Sí, es cierto, es una inversión considerable y hablo de inversión y no de gasto, pues sin lugar a dudas, el gasto que se produce en Santiago debido a las horas-hombre que se desperdician en el traslado del hogar al trabajo y viceversa, y no me refiero sólo al Transantiago, pues los tacos en las horas pico afectan a todos por igual; los costos de la hospitalización por cuadros críticos de enfermedades respiratorias (muchas veces con resultado de muerte), productos de la contaminación; costos por licencias médicas; gasto en combustible; cuadros de neurosis cada vez más comunes; etc. En suma, el costo es cada vez más alto si tomamos en cuenta el aumento del deterioro de la calidad de vida, aspecto que los economistas y tecnócratas neoliberales jamás podrán tomar en cuenta, pues no es algo que enseñen en la Universidad de Harvard; ellos están demasiado preocupados por el crecimiento y se dedican, con singular entusiasmo, a destruir el planeta.

En síntesis, una verdadera descentralización debe estar basada en una planificación que tome en cuenta todos los aspectos de la vida del país: economía, política, cultura, educación, salud, etc.

Junto con el traslado de la primera industria a Valparaíso, por ejemplo (Placilla es un buen lugar para la instalación de la primera de ellas, pues sus terrenos son arcillosos no aptos para agricultura y cuenta con buen sistema de ventilación, aportado por los vientos permanentes del querido puerto), de una vez por todas se debe tomar la decisión de trasladar el funcionamiento del Congreso a su sede de Santiago. El Congreso en Valparaíso no aporta absolutamente nada a la ciudad ni a la región. Valparaíso necesita urgente, fuentes de trabajo, pues durante la dictadura cívico-militar todas las industrias se trasladaron a Santiago. Recuerdo la feria industrial y agrícola que organizaba la Asociación de Industriales de Valparaíso y Aconcagua (ASIVA) y que tenía un gran éxito, pues, además, incluía espectáculos artísticos y culturales de gran categoría.

Y ¿qué hacer con ese elefante blanco que alberga al Congreso? La placa, entregarla en comodato a la Municipalidad de Valparaíso para su administración, con el objeto que pueda arrendarla como Centro de Convenciones; la torre puede tener dos destinos: a) arriendo o venta de oficinas para las empresas exportadoras o importadoras dentro del proyecto y convenios Asia-Pacífico; b) venderla para un gran hotel con derecho a ocupar el Centro de Convenciones cuando la circunstancia lo amerite.

Para una buena planificación de lo que se ha propuesto en estas líneas y, en general para una óptima gestión de gobierno (esto está pensado para un gobierno serio, no como los que hemos tenido que soportar a partir del 11 de septiembre de 1973), el Ministerio de Desarrollo Social debe transformarse en una Subsecretaría del Ministerio de Hacienda, que es el que tiene las platas y volver a constituirse en lo que fue en su origen: ODEPLÁN (Oficina de Planificación Nacional) creada en el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Odeplán debe organizarse en una especie de súper ministerio, cuya tarea debe ser la creación de planes y programas para el funcionamiento de todo el gobierno con una mirada holística del quehacer gubernamental. Por lo demás, ese era su objetivo cuando fue creada. Puede estar conformada por funcionarios que cumplan esas mismas tareas en los Departamentos de Planificación de cada uno de los ministerios que constituyen el Poder Ejecutivo. Un Estado, a través de su Poder Ejecutivo, no puede prescindir de una oficina donde se diseñen estrategias a mediano y largo plazo a través de planes y programas, cuyo grado de avance pueda ser evaluado con herramientas claras y precisas.

Y ya que hablamos de planificación, y volviendo a la ciudad de Santiago y su plan de descontaminación, además de su descentralización, sería bueno que de una buena vez, nuestras autoridades centrales como comunales, empezaran a respetar los planes reguladores y no entreguen permisos truchos para construir en zonas agrícolas o en áreas verdes, pues justamente lo que se necesita, además, es un plan de reforestación de la cuenca del Mapocho. Cabe recordar que el parque automotriz se incrementa con la importación de 280 mil vehículos cada año, de los cuales alrededor de 200 mil se incorporan a la Región Metropolitana. Si se siguen haciendo autopistas por el centro de la ciudad, con la obvia destrucción de parques y del tejido urbano en general, se seguirá incentivando el uso del automóvil particular. Jamás se podrá construir la cantidad de vías necesarias en cualquier  ciudad para albergar tal cantidad de vehículos. Si se pudiera, sería una soberana estupidez. En Europa no se construyen autopistas en medio de las ciudades. Es cosa de pensar que se cubriría la carretera de Santiago a Puerto Montt (1.000 kilómetros), si le asignamos un promedio de 5 metros de largo a cada vehículo y pegamos uno con otro los 200 mil de marras.

En Santiago no faltan calles, sobran automóviles y esto se puede apreciar claramente en días festivos y, especialmente en fines de semana largos. En general, existe buena conectividad. Eso sí, se necesita urgentemente un transporte público de calidad que llegue a todos los puntos de la capital. (Por cierto, el 31 de mayo de 2001, “Publimetro” publicó una fotografía de un bus con el siguiente pie de foto: “La compañía norteamericana PPL Global, controlador del grupo de empresas Emel, presentó ayer el primer bus propulsado por energía eléctrica que operará en el sistema de transporte público de la capital. Esta presentación forma parte de la campaña ‘Aire limpio para Santiago’, iniciativa que surgió en el seno de la compañía como aporte concreto a la descontaminación ambiental y acústica de la ciudad” ¿Qué pasó?) Un transporte público de calidad es condición sine qua non, para poder establecer la tarificación para los autos particulares que deseen entrar al primer cuadro de la ciudad (zona céntrica). Y para que los taxis que ingresan al centro no circulen permanentemente en busca de pasajeros, con la consecuente contaminación, es necesario que se establezcan sitios en perímetros de cinco cuadras, debidamente señalizados en las calles céntricas; un potencial pasajero sólo tendrá que caminar un máximo de dos cuadras y media para encontrar el sitio anhelado. Estos sitios deberán ser licitados cada dos o tres años con el objeto de que cualquier taxista pueda tener el derecho a usar un sitio si tiene interés, y si para ello cumple con los requisitos que estipule la autoridad competente. Cada sitio puede albergar unos 5 vehículos. En algunas calles céntricas ya funcionan estos sitios.

Por último, un llamado urgente a la señora presidente Michelle Bachelet: Santiago (y el país) se está quedando sin agua; este mes de junio ha sido el más seco desde que se comenzó a medir el régimen pluviométrico en 1860. Su gobierno pasará a la historia como el responsable de haber contribuido a aumentar la sequía del país, si insiste en proteger, por presión de las mineras, sólo los glaciares que se encuentran en los Parques Nacionales, pues éstos ya están protegidos. Le recuerdo que el cobre no se come ni se bebe.

Por Hugo Murialdo

 

 

 

 

 

Periodista, escritor, magíster en Ciencias de la Comunicación y magíster en Filosofía Política

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