Cristian Labbé, un torturador de la UDI
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La tortura es el más deleznable de los delitos contra el hombre.
Ser torturador es mal oficio. Su práctica siempre se sostiene porque los que controlan el poder lo autorizan como método de acción política convertido entonces en Terrorismo de Estado.
El Informe Valech deja en evidencia aquella abominable práctica que por años y años ejercieron la DINA y posteriormente la CNI. Todo un complejo modelo muy bien estructurado con civiles y militares cuyos resultados eran conocidos por el alto mando de las fuerzas armadas. Todos los uniformados sabían que en todos los cuarteles se apaleaba a personas indefensas, a hombres y mujeres hasta dejarlos como guiñapos y en otros casos provocarles la muerte.
Cristian Labbé, ex alcalde de Providencia, ex coronel de ejército y actual militante de la UDI fue condenado por torturar a personas. Cumplirá su condena en casa debido a los problemas de salud que presenta. Seguirá recibiendo su sueldo de militar pagado por todos los chilenos y en el ropero su uniforme bien planchado lleno de estrellas y barras como les gusta que así se vea.
La UDI guarda silencio.
Ellos amparan a su militante porque lo considera un héroe en la guerra que sus antepasados inventaron empujados por la CIA y la alfombra de dólares que salían como cajas de chocolate desde la embajada de los Estados Unidos. De público conocimiento es que este partido es el más corrupto de la política chilena.
Los que fueron consecuentes votantes del torturador Labbé también guardan silencio. Su voto amparó y dio legitimidad a las conductas aberrantes de este oscuro militar. Ufano negó siempre las acusaciones y evidencias en su contra. Vociferaba que era víctima de una campaña sucia de sus adversarios políticos. Allí estaba el militar parapetado en los principios de la UDI donde encontraba la impunidad la que lo amparó hasta hace algún tiempo.
La justicia lo encontró culpable y asustado llegó a los tribunales para seguir con su mantra cantando inocencia, negando su pasado como el uniformado precario, y miserable. Un torturador. Jamás la UDI ha condenado la tortura, las ejecuciones y las desapariciones forzadas que son un delito siempre permanente.
La derecha en su totalidad, con sus dirigentes y sus militantes nunca han estado cerca del dolor, ese que te deja al borde del respir que se niega a salir. Cuan do la muerte llegó al patio donde está el cordel donde se cuelga la ropa de obrero o campesino o del que va colgando en la carretela.
Y debe quedar constancia para que la historia los recuerde, para que la verdad sea sencillamente la mejor arma que sostiene los desposeídos para defenderse de la ignominia.
Algunas semanas después de sucedido el golpe militar, tristes cincuentas años a recordar, fueron sucediendo hechos nunca antes conocidos. Los primeros detenidos desaparecidos y muchos supusieron que los que comenzaban a desaparecer los fusilaban y los escondían en algún lugar para que no fueron encontrados. Los asesinos no tenían problemas sus oficiales con sus traje de lata los autorizaban y lanzaban bravuconadas odiosas contra los comunistas y el marxismo internacional. Para ellos todas las razones eran válidas y si no las había ellos las inventaban.
Fueron los carabineros de la tenencia de Isla de Maipo los que se lanzaron para detener a los campesinos para posteriormente llevarlos a los Hornos de Lonquén. Todas las historias de los nuestros son tristes, pero este episodio rompió todos los marcos donde cabe la racionalidad, se desbordó en una locura que sencillamente era entregada por los que usurparon el poder.
Mientras carabineros ejercían la fuerza y cometían delitos de Lesa Humanidad en Isla de Maipo, Cristian Labbé no dejaba de torturar en el regimiento de Tejas Verdes al mando de Manuel Contreras.
Vamos a la memoria.
Quince fueron los campesinos detenidos por los carabineros que estaban en servicio de aquella tenencia. Gente de trabaja la tierra, no eran ni agentes de la KGB ni activistas del comunismo internacional, casi todos ellos eran analfabetos, pero con esfuerzo como todos trabajadores había construido su familia y también actores en el proceso de mejorar los niveles de producción desde el trabajo que ellos conocían, porque se los había enseñado su abuelo y el abuelo anterior también.
Cuando habían pasado treinta y cinco años de estos dolorosos hechos los familiares conocieron la verdad. Ellos sabían que en los Hornos de Lonquén estaban sus parientes, que allí los encontraron, que ese fue el lugar donde carabineros lanzó los restos de estos quince campesinos.
Cristian Labbé ya era un destacado líder de la UDI, ex coronel y alcalde de Providencia y todavía sonaban en la ONU las palabras de Sergio Diez, (RN) que en Chile no habían detenidos desaparecidos.
Por largo tiempo los restos encontrados estuvieron en el Instituto Médico Legal. Sólo 517 restos permanecieron como testigos de lo realmente sucedido. Esos pedazos de huesos hablaron y colocaron la verdad más dura para los familiares que por tantos y tantos tiempos mantuvieron el dolor al que sencillamente hay que acompañar y escribir para que por ninguna esquina, por ninguna ranura, entre la mentira de la criminalidad uniformada.
El antropólogo español Francisco Echevarría fue el encargado de estudiar lo que realmente había sucedido y se lo contó a los familiares, algunos ya más viejos y otros intentando seguir viviendo con el doloroso recuerdo.
Los quince campesinos no murieron por efecto de ninguna bala. Los carabineros los mataron a palos. Por largos periodos golpe tras golpe fueron cayendo sobre los cuerpos, sin la más mínima posibilidad de defender o taparse la cara porque hasta aquello se lo negaron los carabineros de la tenencia de Isla de Maipo.
Allí en esas condiciones se despidieron de la vida Sergio Maureira Lillo junto a sus cuatro hijos, Rodolfo, Sergio, Segundo, y José. Oscar Fernández con sus hermanos Carlos y Nelson. Enrique Astudillo y sus dos hijos Omar y Ramón. Miguel Brant, Iván Ordóñes, José Herrera y Manuel Navarro.
Entonces frente a esta dolorosa verdad escrita para que las próxima generaciones conozcan lo sucedido, se deje también al descubierto la criminalidad organizada que planificó cada delito cometido contra la vida de millones. Para que los que están por llegar, no pierdan el asombro cuando conozcan estos casos y otros horrendos cometidos bajo el imperio del Terrorismo de Estado provocado los la fuerzas armadas y carabineros.
La justa condena que deberá cumplir Cristian Labbé en su casa, que sirva por lo menos para que el agua limpia que llevemos a nuestros molinos, tenga la impronta de que así sucedieron los hechos, que uniformados los asesinos. Que el militante de la UDI, ex alcalde de providencia, ex coronel de ejército, ex jefe de la guardia personal de Pinochet fue condenado por la justicia chilena por torturar, por ser un torturador.
Por Pablo Varas.
Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín
Gino Vallega says:
Cristián Labbé es un terrorista UDI que se placía en torturar a sus semejantes; como el «pobrecito» está un poco malogrado, tal vez al estilo del asesino Pinochet, la justicia, que pareciera ser UDI también, lo mandó a su casa; si el acusador es Valencia, más que seguro.