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Élite de Davos a la deriva frente a policrisis del capitalismo global

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La élite política y corporativa trasnacional estuvo de regreso en Davos del 16 al 20 de enero para su cónclave anual en medio de la crisis más severa del capitalismo global desde la fundación del Foro Económico Mundial (FEM) hace medio siglo. En años previos los participantes en la reunión exclusiva bajaron a la estación de esquí en sus jets privados rebosando confianza en la hegemonía del capitalismo. Pero esta vez, la incertidumbre sobre su capacidad para manejar la crisis, mantener el control, restabilizar el sistema y reconstruir el consenso fracturado en sus filas estaba a la plena vista.

El FEM fungió como centro de intercambio y órgano de planificación de la clase capitalista trasnacional (CCT) y sus aliados políticos en el apogeo de la globalización, pero ahora los grupos dominantes parecen estar en permanente gestión de crisis. El informe del Foro para 2023, Riesgos globales, denominó la crisis global como policrisis, con dimensiones económicas, políticas, militares y ecológicas.

El FEM reúne al círculo íntimo de la CCT y sus representantes políticos en los Estados y las organizaciones internacionales. Cada año la crema y nata de la élite corporativa y política se reúne en Davos para dimensionar el estado del capitalismo global, debatir los problemas y desafíos que enfrentan como clase dominante y considerar programas y políticas para abordar estos desafíos a su dominación clasista. En pocas palabras, Davos es donde los señores del capital elaboran su estrategia sobre cómo gobernarán el orbe.

El núcleo de la membresía del FEM lo constituyen los directores ejecutivos de las mil corporaciones trasnacionales más grandes del mundo, junto con representantes de los grupos mediáticos más poderosos, los formuladores de políticas claves de los gobiernos alrededor del mundo y de los organismos internacionales, y una selección de expertos de los campos científico, social y tecnológico. Entre los 2 mil 700 participantes en la junta de 2023, figuraron directores ejecutivos de más de 600 corporaciones, 51 jefes de Estado, 56 ministros de finanzas, 19 gobernadores de bancos centrales, 30 ministros de Comercio, 35 ministros de Exteriores y los directores de las principales organizaciones internacionales, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, El Banco Central de la Unión Europea, Naciones Unidas y el secretario general de la OTAN.

La globalización impulsada por el FEM ha resultado en una concentración y centralización sin precedente del capital a escala mundial en manos de la CCT. Esta globalización ha desatado desigualdades inéditas y desencadenado conflictos sociales y políticos en todo el mundo. La Fundación Carnegie para la Paz Internacional informó pocos días antes de arrancar la reunión de Davos que más de 400 protestas antigubernamentales de gran envergadura han estallado en el mundo desde 2017, una cuarta parte de ellas sostenidas durante tres meses o más, muchas involucrando a cientos de miles y hasta millones de manifestantes, y no menos de 32 estaban en curso mientras el cónclave se puso en marcha.

Además de la crisis estructural de la sobreacumulación, los grupos dominantes enfrentan una crisis política de la legitimidad estatal, hegemonía capitalista, y desintegración social generalizada; una crisis internacional de la confrontación geopolítica, y otra ecológica de proporciones históricas. Como contexto de fondo, un informe de inteligencia del gobierno estadunidense de 2021 advirtió que el mundo enfrentará desafíos globales más intensos en los próximos años, que “producirán tensiones generalizadas en los Estados y las sociedades, así como shocks que podían ser catastróficos”.

Los asistentes a Davos este año discutieron las variadas dimensiones de la policrisis, pero parecieron estar a la deriva sobre cómo restabilizar el capitalismo global y rechazar la amenaza de la revuelta de masas desde abajo, como la de la derecha populista, el nacionalismo y el neofascismo a la globalización capitalista. La directora general del FMI se vio obligada a admitir que la economía mundial enfrenta quizá su mayor prueba desde la Segunda Guerra Mundial. En tanto, la invasión rusa a Ucrania en 2022 y la respuesta política, militar y económica radical de Occidente, junto con la nueva guerra fría entre Washington y Pekín, están acelerando un violento colapso del sistema internacional posguerra.

Cada año, la agencia de desarrollo Oxfam programa la publicación de su informe sobre las desigualdades globales para que coincida con Davos; según el informe para este año Supervivencia de los más ricos, las fortunas de los multimillonarios están aumentando en 2.7 mil millones de dólares al día, incluso cuando al menos 1.7 mil millones de trabajadores ahora viven en países donde la inflación supera los salarios. En medio de la crisis mundial energética y alimentaria, las 95 corporaciones alimentarias y energéticas principales más que duplicaron sus ganancias en 2022, lograron 306 mil millones de dólares en ganancias extraordinarias y pagaron 257 mil millones a accionistas ricos, al mismo tiempo que casi mil millones de personas pasaron hambre en el mundo. El informe advirtió que tres cuartas partes de los gobiernos del orbe están planeando recortes al gasto público durante los próximos cinco años, incluida la educación y la atención médica, por la friolera de 7.8 billones de dólares.

La fragmentación y la confrontación geopolítica están llegando a un punto de ruptura. La crisis de hegemonía en el sistema internacional tiene lugar dentro de esta economía global única e integrada. El fin de la dominación occidental del capitalismo mundial está sobre nosotros a medida que el centro de gravedad de la economía global se desplaza hacia China. Pero ésta no se convertirá en la nueva potencia hegemónica; más bien, el mundo gira hacia la multipolaridad política en un momento de crisis aguda en el capitalismo global –turbulencia económica prolongada y la decadencia política.

Nos enfrentamos a la descomposición de la civilización capitalista. El compromiso del FEM de defender y expandir a toda costa la acumulación interminable de capital a escala mundial hace imposible que la clase dominante global ofrezca soluciones viables a la crisis de época. Abordar ésta implica una redistribución de gran alcance de la riqueza y el poder hacia abajo, la regulación de los mercados globales, controlar el capital trasnacional, la desmilitarización global, y medidas ambientales radicales. Tales soluciones sólo vendrán de la lucha de masas desde abajo en contra de la clase dominante de Davos.

 

Por William I. Robinson

Fuente: La Jornada

 

Profesor de sociología de la Universidad de California, en Santa Bárbara

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