Entre acuerdo y acuerdo, de la rebelión popular nadie se acuerda
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Han pasado apenas tres años desde que se produjo el violento despertar rebelde del pueblo chileno y a estas alturas, viendo cómo ha ido mutando la coyuntura política, la rebelión iniciada en octubre del 2019 ha quedado archivada para la casta política institucional y para todos aquellos sectores que se plegaron sumisamente tras los procesos electorales e institucionales derivados del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, instrumento elaborado desesperada e inteligentemente desde las esferas del poder destinado a desarticular, dividir y desmovilizar el incipiente movimiento popular rebelde que, al calor de la lucha, comenzaba a organizarse y tejer redes de unidad en la acción antisistema.
La pandemia de coronavirus aportó lo suyo con el confinamiento y el aislamiento, rompiéndose así aún más las redes de solidaridad e identidad de clase que comenzaban a tejerse desde los territorios en lucha.
Poco a poco se fueron sumando al coro de la elites, nuevas voluntades que hasta hacía muy poco tiempo rechazaban con ímpetu este Acuerdo fraguado entre gallos y medianoche en noviembre del 2019, y junto a esta nueva toma de posición política asumida, ahora al interior del sistema que decían querer eliminar, se comenzaron a crear los argumentos necesarios para justificar este viraje político, dándole un carácter poco menos que “revolucionario” a la Convención Constitucional y al texto que desde allí emanara, dejando de lado las limitaciones fijadas para dicho proceso institucional, como el quórum de los 2/3, la salvaguarda de los tratados internacionales y de los pilares fundamentales para la mantención del sistema de dominación capitalista en su expresión neoliberal, elaborados, obviamente, desde la propia clase dominante.
Esta inteligente maniobra política tuvo un éxito rotundo ya que hasta el día de hoy siguen existiendo “los viudos y las viudas” de la Convención que, emborrachados por la euforia triunfalista de su propia imaginación, siguen rumiando la derrota del plebiscito de salida y añorando el texto constitucional redactado por la Convención Constitucional en el que ni siquiera se propuso nacionalizar las riquezas minerales de nuestro país, pero, además, era solo un enunciado de derechos sociales y buenas intenciones escritas sobre el papel, puesto que debían ser concretadas en leyes que serían dictadas por el propio parlamento tan vilipendiado y cuestionado, lo que fue determinado explícitamente por los y las convencionales en las disposiciones transitorias fijadas desde la propia Convención para tal efecto.
Hoy, cuando el Parlamento ha retomado totalmente el sartén por el mango de la cocina política para establecer las normas de un nuevo proceso constitucional, la Convención y el texto rechazado se ha transformado en una especie de “fetiche de culto”, que se añora entrañablemente, olvidándose completamente, como decía anteriormente, de las limitaciones estipuladas en la nueva constitución allí propuesta, que permitían solo readecuaciones y una modernización del sistema de dominación, descartando de plano la “muerte del neoliberalismo” como ilusoriamente planteaban algunos sectores para justificar su cambio de posición política.
Como he planteado en numerosas otras reflexiones anteriores, la característica memoria corta de chilenos y chilenas deja de lado los análisis políticos de fondo para aferrarse a ilusiones similares a las planteadas con el arcoíris multicolor, la alegría que venía y que nunca llegó. Y eso, a mi entender, es lo que nuevamente está ocurriendo hoy en día.
La desarticulación y desmovilización del movimiento social queda de manifiesto en la escasa participación de cada movilización o protesta popular que se convocó durante el año pasado. Los estudiantes secundarios fueron los únicos que, una vez más, se movilizaron e intentaron reactivar la movilización social y la protesta popular durante el año 2022. Al parecer, de la rebelión popular de octubre nadie se acordaba.
Lo anteriormente expuesto se puede constatar de manera brutal y dolorosa con la casi nula solidaridad con los weichafe del pueblo mapuche encarcelados, pertenecientes en este caso a la CAM, que han decidido realizar una huelga de hambre para denunciar el accionar judicial y carcelario desatado por el Estado y el gobierno de Gabriel Boric en su contra.
Al dar por iniciada la huelga de hambre el 27 de noviembre del 2022, los presos políticos de la CAM recluidos en la cárcel de Concepción plantearon: “nos declaramos en huelga de hambre líquida, asumiendo ésta acción de lucha hasta las últimas consecuencias. Con esta movilización, nos adherimos a los Presos Políticos Mapuche (PPM) recluidos en la cárcel de Valdivia y, a su vez, declaramos nuestro más férreo apoyo a los militante CAM, y a todos los weychafe de la causa mapuche que se posicionan en lucha por las reivindicaciones político-territoriales en la senda del weichan y por la reconstrucción nacional mapuche”, planteando en el petitorio “El traslado inmediato al módulo comuneros del CCP Temuco o en su defecto al CCP Concepción, habilitando para el efecto un módulo de comuneros. Condiciones carcelarias para presos políticos mapuche y trato digno a nuestras visitas. Abonos y beneficios carcelarios para Daniel Canio Tralcal (CCP Temuco)”. Al día siguiente, el weichafe y vocero de la CAM, Héctor LLaitul, se sumó a esta huelga de hambre e igual decisión tomaron, adhiriendo a esta acción de lucha y resistencia, los cinco integrantes de la CAM recluidos en la cárcel de Valdivia, entre los que se encuentra su hijo Pelentaro Llaitul Pezoa.
Han pasado 42 dos días desde que se inició la huelga de hambre y el deterioro físico junto a las consecuencias negativas transitorias y permanentes sobre la salud de los huelguistas comienza a manifestarse en todos ellos. En el caso del weichafe Héctor Llaitul, el pasado sábado 06 de enero sufrió, además, un cuadro con alteraciones en su presión sanguínea, desmayo y taquicardia.
Las miles y miles de banderas mapuche que ondearon durante la rebelión iniciada en octubre, hoy brillan por su ausencia en las calles de Chile. Ni siquiera los pequeños colectivos y agrupaciones que constantemente agitaban las causas mapuche acá en Valparaíso han realizado movilizaciones para solidarizar y hacer visible esta huelga de hambre, lo que lleva a preguntarse seriamente si aquellas banderas solamente fueron “íconos folclóricos” para ornamentar de manera carnavalesca las protestas callejeras. Es duro y doloroso decirlo, pero es lo que se puede observar hoy en la región de Valparaíso ante esta huelga de hambre que sigue siendo invisibilizada al cumplirse 42 días desde que se inició el 27 de noviembre del 2022.
Por Guillermo Correa Camiroaga
Valparaíso 08 enero 2023
Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín
ramon roman says:
Definición de Chile: Chile es una larga y angosta bolsa de gatos, es decir, puros maullos y rasguños.
Serafín Rodríguez says:
«Entre acuerdo y acuerdo, de la rebelión popular nadie se acuerda» ni siquiera los rebeldes, pero lo más divertido de todo —porque a estas alturas ya es un chiste— hay quienes consideran a Boric, «hijo de la rebelión» en circunstancias de que además de haber sido funado cuando tomaba el sol en el Parque Forestal, fue repudiado como el gran traidor en cuanto se sumó «a título personal» al acuerdo del 15/N. La rebelión no quería saber nada de los políticos ni de los partidos políticos y así es como la famosa ex candidata presidencial del Frente Amplio —Beatríz Sánchez creo que se llama— también tuvo que apretar cueva cuando se le ocurrió ir a meterse a una de las manifestaciones populares. Hoy está todo olvidado. Boric funca como si fuera Presidente de la República pero no le da el ancho ni el alto. Hasta Piñera tenía más pestancia en el ejercicio del cargo a pesar de sus piñercosas y sus metidas de pata. Boric —»el hijo de la rebelión»— ya lo ha superado con creces en sólo 10 meses. Hasta ahora!