Poder y Política

Los Expertos y el Derecho en busca de sus destinos

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Parto de la premisa, como lo he demostrado en varios artículos publicados en Clarín, que el Estado de Chile es ilegal e ilegítimo, pero, además, este Estado dirige los destinos de un país surrealista; copio un párrafo de la información publicada en un periódico digital que se precia de tener un gran número de lectores:

“El ‘Acuerdo por Chile” fue suscrito por la mayoría de las fuerzas políticas con representación parlamentaria”. A renglón seguido, se informa que “la Comisión de Constitución del Senado, presidida por el senador Matías Walker (Demócratas), ha comenzado a recibir las indicaciones…” Es decir, que nada menos que la Comisión de Constitución del Senado, es presidida por un parlamentario cuya “fuerza política” no existe. Recordar que el “Acuerdo” también fue suscrito por el presidente de Amarillos, una fuerza política que tampoco existe.

Estimado lector: esto es lo mismo que si yo quisiera registrar los derechos reservados y exclusivos, para publicar todas y cada una de las obras de Sócrates. Bueno tratándose de nuestros parlamentarios, todo es posible.

Ahora, vamos a lo que se refiere el título de esta nota.




A principios de los años noventa, con motivo de la elección de primer ministro del magnate de las comunicaciones en Italia, Silvio Berlusconi, tres intelectuales de ese país se reúnen en un diálogo, mismo que se reproduce en un pequeño libro de 90 páginas titulado “La izquierda en la era del karaoke” (*). Me refiero a Norberto Bobbio, Giancarlo Bosetti y Gianni Vattimo. En la introducción, se plantea que “más allá, sin duda, de las particularidades del ‘caso italiano’, el papel crecientemente protagónico de los mass media en la escena política de nuestros países hace que las ideas clave de esta conversación iluminen zonas que, entre nosotros, deben ser todavía objeto de reflexión”.

Sin embargo, no es mi deseo hablar de la farandulización de la televisión, sino más bien, recurrir a las ideas que expresan más adelante, y que tienen referencia a la situación política propiamente tal. Para eso, como explica Bosetti, “estamos aquí para discutir el libro de Bobbio, Derecha e izquierda. Razones y significado de una distinción política, publicado por Donzelli en el mes de marzo (1994), que resultó ser un excepcional éxito editorial. Pero es evidente que, por su contenido mismo, un libro como éste nos remite inmediatamente a la realidad…”

Me voy permitir reproducir algunos diálogos que considero bastante pertinentes para lo que deseo demostrar en esta nota:

Bosetti: “¿Qué piensan de las atenciones especiales que desde la derecha se le reservan a los intelectuales? Antes y después de las elecciones hemos visto que a menudo son puestos en el centro de denigraciones de distinto tipo. Hay algo más que la normal polémica política”.

Bobbio: “Sobre este argumento propongo algo. Invito a cualquiera a que recolecte las intervenciones que aparecieron en los últimos seis meses en diarios como L’independente o Il giornale. Leí un artículo de uno que firma como Servo Sciocco y que algunos dicen que es Giuliano Ferrara, el cual se dirige a muchos intelectuales, comprendido tú, Vattimo, diciendo amenazante: <Y ahora agárrenlo a Berlusconi>. Es un texto terrible. Esto a mí me hace pensar en el fascismo más auténtico y siniestro”.

Váttimo: “Y ahora yo sostengo que tenemos que terminar con la autoflagelación. Ellos no tienen razón. No es posible que una elección, que fue como fue, suspenda las posiciones teóricas. Como máximo podrá desmentir su eficacia sobre el electorado. Pero yo no estoy dispuesto a revisar mis teorías sólo porque la izquierda perdió las elecciones, por el contrario, comienzo a sospechar que tengo razón justamente porque esta derecha, disponiendo de las redes Finivest, ganó”.

Bobbio: “A mí tienen que explicarme porqué los intelectuales se sintieron más atraídos por la izquierda que por la derecha. ¿Cómo puede ser? ¿Es cinismo? ¿Estupidez? ¿Vanagloria? Démonos cuenta que tanto en los años pasados como ahora de parte de la derecha son más raros los grandes intelectuales. No son intelectuales, sino más bien técnicos, los hombres que hoy están cerca de Berlusconi… Cuando hablamos de grandes intelectuales en Italia, ¿en qué nombres pensamos? Digamos cuatro: Calvino, Moravia, Pasolini, Sciascia. No se puede aplicar una distinción rígida entre derecha e izquierda, pero ¿puede alguien citar nombres como éstos a la derecha?”

Bosetti: “Citaste cuatro escritores muy amados por los italianos. Pero en los últimos tiempos fueron puestos en la mira muy a menudo intelectuales que buscan defender la dimensión del ‘pensar general’, del pensar la sociedad, en otras palabras, de la filosofía. ¿Dedicamos a ésta un pensamiento concluyente?”

Vattimo: “El fin de la filosofía sería el fin de la democracia. La filosofía es el cuarto de compensación de los saberes. Si eliminamos la filosofía tenemos solamente los expertos, como dice Bobbio. La derecha no tiene filósofos, teóricos, intelectuales, tiene expertos, técnicos. Esta es la parábola de la derecha. No comprendo por qué uno como Lucio Colletti puede mirar con cierta benevolencia el fin de la filosofía. Si eso sucediera, quedarían solamente las ciencias especiales, la de los técnicos, y la democracia significaría delegar a los físicos atómicos y sólo a ellos las cuestiones de la energía, a los médicos y sólo a ellos la cuestión de la sanidad, y así. Yo creo que la filosofía en un mundo donde los lenguajes especiales se complican siempre más y las elecciones técnicas son siempre más complicadas, no solamente no pierde autoridad, sino que se vuelve todavía más actual y necesaria. Habermas una vez definió la filosofía como ‘el intérprete’. Y esta tarea no se ha perdido, por el contrario, es fundamental. El desprecio de la derecha por los intelectuales de izquierda alude también a esto: el primer lugar que ocupa la filosofía entre los saberes. Ellos quieren una democracia de expertos. Pero una democracia de expertos no es democracia”.  (Todos los subrayados son nuestros).

Hasta aquí algunos diálogos sobre los expertos.

Veamos ahora que nos depara un texto sobre el Derecho:

“Las notas del Derecho que nos interesa destacar, tras el examen realizado en los capítulos precedentes y que se desprenden de lo que en ellos expusimos, son:

  1. el Derecho tiene por objeto esencial imponer en la sociedad un régimen determinado de ordenación; el Derecho es en sí mismo un conjunto de reglas que fuerzan a un orden dado de la sociedad y sus miembros.
  2. el conjunto sistemático de reglas jurídicas obligatorias que el Derecho aporta a la sociedad constituye sólo el medio para que se alcance un determinado orden social. El Derecho, por consiguiente, es puramente instrumental y por sí mismo, no se integra con ni comprende los fines o las ideas sustanciales que inspiran la ordenación que está encargado de sostener bajo amenaza de coacción.
  3. es la política, como ciencia y práctica de gobierno de la sociedad, que en esto obra auxiliada por la economía y la sociología, la que señala las ideas directrices y lineamientos que aspiran a conformar de una manera dada a la sociedad; el Derecho solamente opera como apoyo formal de esas ideas y cumple la función de obtener que los hombres observen una conducta que permita hacerlas realidad.
  4. debido a lo anterior, al Derecho no le toca decidir sobre el sentido de las normas que la política le pide elaborar con el fin de realizar una cierta concepción de lo que debe ser el gobierno, estructura y disposición interna de la sociedad y de sus miembros.
  5. siendo así, no puede decirse que el Derecho se rija por principios absolutos; como instrumento formal es eminentemente relativo y por hallarse al servicio de directivas ajenas, su función la sirve obteniendo que esas directivas sean efectivamente cumplidas en la vida social. Para ello puede utilizar variados mecanismos, que serán correctos en cuanto sean aptos para lograr ese obedecimiento.
  6. sobre esa base, no hay en el Derecho principios de fondo establecidos. Se opera en él considerando las posibilidades que admite el ambiente social siempre cambiante y utilizando habilidad para lograr la mayor eficacia de las normas con el mínimo esfuerzo de los mecanismos sociales disponibles. Los criterios prácticos son los decisivos en él.
  7. mucho menos hay preceptos o principios jurídicos inmutables. Las normas jurídicas deben adaptarse constantemente a la evolución y cambios que experimenten las ideas políticas directrices y a las variaciones continuas del ambiente social, que exigen alterarlas para mejor cumplir esas ideas aun cuando estas mismas permanezcan inalterables por un tiempo. El jurista debe de estar, por ello, siempre alerta a la readaptación de las normas; las fórmulas jurídicas tienen que ser dinámicas y hallarse en reelaboración permanente, porque la sociedad y sus concepciones políticas tienen la movilidad de los organismos vivos.
  8. los preceptos jurídicos establecen su ordenación sobre la base de reglas generales”. (Todas las cursivas son del original).

Las notas precedentes, son una transcripción textual del original: Eduardo Novoa Monreal, El Derecho como obstáculo al cambio social, Siglo XXI, México, 1975, pp. 80-81.

Corolario: En la redacción de un texto Constitucional, tanto los expertos como los juristas, valen callampa. Por mi parte, se pueden ir al soberano carajo.

 

 

(*) Norberto Bobbio, Giancarlo Bosetti, Gianni Vattimo, La izquierda en la era del karaoke, FCE, Buenos Aires, 1997, 90 pp.

Post scriptum: No quiero dejar pasar esta oportunidad, para informar a los sufridos ciudadanos de la Copia Feliz, que está pronta a inaugurarse la temporada del gran circo “Acuerdo por Chile“, cuyo lema (parafraseando la canción del compositor Luis Gieco), es muy fácil de tararear: “Somos los Salieris del pueblo, le robamos la soberanía a él, ja, ja, ja, ja, ja.”

 

Por Hugo Murialdo

 

 

 

 

 

 

 



Periodista, escritor, magíster en Ciencias de la Comunicación, magíster en Filosofía Política.

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  1. Hugo Murialdo says:

    Don Landi: lo que pasa es que esta comisión de Constitución del Senado, es la que está encargada de llevar adelante el esperpento llamado «Acuerdo por Chile». El presidente del Senado repite constantemente, para aseverar que este acuerdo es legítimo, que fue firmado por «todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria». El señor Matías Walker es independiente, pues fue elegido como candidato de la DC. Al renunciar al PDC, y no haberse constituido como partido el movimiento «Demócratas», no representa a ninguna fuerza política.

  2. Landy Aurelio Grandon says:

    Entiendo que sólo senadores en ejercicio podrían ser miembros de una comisión senatorial. No tendrían que probar o representar fuerza política alguna.
    En mi opinión, los únicos expertos que deberían ser elegidos, podrían ser sólo Profesores de castellano o linguística. Otro, no serviría para el propósito de asegurar una redacción clara y simple del nuevo proyecto constitucional.

  3. Serafín Rodríguez says:

    Muy de acuerdo en cuanto al Corolario relativo a los espertos y espertas aunque 👁️ ellas aparecen invisibilizadas. Sin embargo, en el Corolario también debió haberse incluido a las filosófas y filosófos de quienes por lo visto el país está lleno, toda una pléyade de especialistas en generalidades, de esos que saben de todo un poco y mucho de nada, según ha quedado en evidencia a propósito de las discusiones relativas a un par de tesis presuntamente académicas aprobadas en la Universidad de Chile. Con todo, esto no es más que trigo de otro costal porque para harina le falta el molido.

    En cuanto al tema de fondo del artículo, que no es otro que el ordenamiento constitucional del país, hay que distinguir entre lo que es la realidad y lo que ella debería ser. En el ámbito del deber ser, está lo que llamamos «soberanía popular» pero para que ésta se imponga en el mundo de lo real, se requiere que el pueblo cuente con los instrumentos de poder necesarios que le permitan ejercerla y protegerla, de los cuales el voto ciudadano libre y presuntamente informado, aunque imprescindible, es sólo uno y no necesariamente determinante. Mientras esto no ocurra, el ejercicio de la soberanía, a veces en representación del pueblo —la soberanía delegada según invoca el Congreso actual o la de los iluminados en el caso de los dictadores, aunque las diferencia entre ellas es sólo una de representación democrática—, continuará siendo ejercida por quienes detentan los poderes reales y efectivos, institucionalizados y fácticos que rigen al país. El resto es cháchara!

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