Luíz Inácio da Silva: el gigante de América Latina
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En cuatro años el genocida ultraderechista militarista Jair Bolsonaro hundió Brasil. De una potencia mundial, se convirtió en un país mediocre: en primer lugar con una inflación del 10%; en segundo lugar, la zona amazónica arrasada por la quema voluntaria de sus bosques en pro de una minoría de ricos; en tercer lugar, volvió la hambruna que, durante los dos gobiernos de Lula da Silva, había sido eliminada; en cuarto lugar, condenó a volver a las capas a la pobreza; en quinto lugar, radicalizó la lucha de clases condenando a los pobres a la marginalidad; en sexto lugar, reanimó el fanatismo militarista poniendo en peligro la democracia.
La ultraderecha no ha disimulado su desprecio por la democracia y ha adoptado el Lawfare – guerra jurídica – a fin de eliminar a presidentes en ejercicio o a candidatos progresistas a los cargos de elección popular, utilizando la prensa y los demás medios de comunicación para destruir la reputación, sobre todo, del candidato a Presidente de la República. (Lula da Silva, por ejemplo, tuvo que pagar con más de un año de cárcel cuando era candidato seguro para triunfar, hace cuatro años, frente a Bolsonaro).
El triunfo de Jair Bolsonaro, (ex capitán, admirador de la dictadura del dictador chileno Augusto Pinochet, así como de la cruel dictadura militar brasilera), se dio gracias a la eliminación de la candidatura de Lula, (hoy, el trumpismo de Trump es el camino elegido por la ultraderecha para eliminar a sus enemigos y apoderarse del poder). El método consiste en acusar de actos corruptos a sus rivales y, a través de los medios de comunicación escrita y de redes sociales, influir en los ciudadanos, sin ninguna prueba, del carácter delictual del rival progresista. Las cadenas de la prensa escrita, (como El Mercurio, en Chile; el Clarín y La Nación, en Argentina; El Comercio y La República, en Perú, O Globo, en Brasil, y así en otros países del área), dedica diariamente editoriales y titulares denostando al Presidente, su gobierno, (o al candidato), de acusaciones de corrupción. El Poder Judicial, al servicio de la ultraderecha, formaliza la acusación, así no existan pruebas fehacientes para tal efecto, (en el caso de Lula da Silva, el juez Sergio Moro, prevaricador, acusó al entonces candidato Lula da Silva de delitos que no tenían ninguna evidencia; el mismo juez reconoció la carencia de pruebas, y que sólo actuaba por intuición).
El juez Moro, al inicio del gobierno de Bolsonaro, fue nombrado como Ministro de Justicia y, producto de desavenencias con el Presidente genocida, renunció a su cargo y, posteriormente, lanzó su candidatura a la presidencia de la república, retirándose más tarde por falta de apoyo.
Lula da Silva ha sido el mejor Presidente de Brasil y, el 1º de enero de 2023, asumió el cargo de Presidente por tercera vez. El balance de sus dos períodos anteriores evidencia que eliminó el hambre, posibilitando el que la mayoría de los brasileros pudiera, el menos, contar con sus tres comidas al día. 50 millones de brasileros dejaron de ser pobres para ensanchar una poderosa clase media emergente.
Brasil, durante los dos primeros gobiernos de Lula da Silva, se convirtió en una potencia económica a nivel mundial, independizándose de Estados Unidos y abriéndose, por consiguiente, a continentes, como Asia, África, Europa Oriental; el BRICS, (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica), engloba este bloque muy poderoso, en un mundo que empezaba a dejar de ser bipolar para convertirse en el multipolar).
El Brasil de Inácio da Silva durante sus dos gobiernos estuvo a la cabeza de América Latina formando parte de instituciones de unidad latinoamericana, las cuales dejaban de lado a la OEA, (el “Ministerio de colonias” del país del Norte).
Mientras el gigante de América Latina recibía la banda presidencial del cargo de Presidente de la República de Brasil, el enano genocida, Jair Bolsonaro, se refugiaba en Miami, la tierra del millonario jefe del “asalto” al Capitolio, dos delincuentes que huyen de la justicia.
Por su parte, Luíz Inácio da Silva va a consagrar los cuatro años de su gobierno a la restauración del Brasil, destruido por Bolsonaro y su banda de militares y evangélicos fanáticos.
Por Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
02/01/2023
Felipe Portales says:
¡No no sigamos engañando! Más allá de sus grandes éxitos en políticas sociales; Lula y su movimiento no modificaron sustancialmente las estructuras de poder brasileñas, amén de involucrarse en enormes escándalos de corrupción entre Obedretch y el PT, independientemente de las responsabilidades personales de Lula. Ello explica que al más extremo, desastroso, autoritario y extremista presidente brasileño le haya ganado apenas, y sin obtener mayoría parlamentaria. Y son muy pocas las veces en el mundo en que en gobiernos haya sucedido que «segundas partes fueron buenas»… ¡Esperemos que esta sea una excepción!
Serafín Rodríguez says:
Algo parecido dijeron de ese señor que llaman «AMLO»…