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El Jardín de la Resistencia ante la pavimentación de la memoria

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El gobierno ha anunciado la remodelación del eje Alameda Providencia, con énfasis en el sector poniente y la Plaza Baquedano. Un proyecto a gran escala en la principal vía de Santiago no solo por su conectividad sino por su fuerte impacto en la ciudad y su alto simbolismo. Este proyecto incide en la relación vital de las personas con el espacio ciudadano. Cambio a gran escala que afecta las vidas colectivas y las individualidades. La intervención será sobre millares que hacen de la ciudad su espacio de subsistencia que usan la calle como hábitat diario, fuente de trabajo y alimentación.

 

El proyecto no es nuevo porque data del segundo gobierno de Michelle Bachelet. La novedad es su reactivación por el presidente Gabriel Boric y en medio de un delicado proceso político. El gobierno recupera esta gran intervención en el centro de la capital sobre un espacio que todavía no decanta la polvareda levantada por el estallido social del 2019. La ciudad, y en especial esta calle, fue zona obligada de representación de una de las mayores expresiones sociales y políticas en largas décadas. Un lugar de dolor, de violencia, de mutilaciones y muerte.

 

Esos lugares son en cualquier cultura espacios de culto y respeto. Por los caídos,  pero también de reflexión política e histórica. Para preguntarnos por qué sucedió, para recordar nuestros errores. Hay construcciones e instalaciones en miles de ciudades que mantienen en lugares destacados esa memoria.

 

El proyecto anunciado por el gobierno aun cuando no está detallado sí está en una etapa avanzada. Prevé intervenciones desde Lo Prado a Providencia, con nuevas luminarias, áreas verdes, ciclovías y restauraciones. Queda, sin embargo, la duda sobre la intervención en uno de los lugares más simbólicos de la ciudad. La Plaza Baquedano, articula pero también es el gran símbolo santiaguino de la segregación social y urbana. Así ha sido por décadas de historia y así se cristaliza desde el 2019.




 

Los regímenes autoritarios ocultan su propia violencia y vergüenza bajo toneladas de cemento. Demuelen, borran, desaparecen. Pavimentan para crear en la zona del crimen un no lugar. Desde la Shoá y los juicios de Nuremberg la política sobre estos crímenes ha sido mostrarlos, colocar los nombres de la infamia a la vista de todos. Lejos de borrar a los responsables, son exhibidos para nunca olvidar el dolor y la vergüenza.

 

Gabriel Boric al anunciar el proyecto dijo que no será de todos. “No responde a colores políticos particulares, refleja una visión de país, una en donde los espacios públicos tienen que estar a disposición de la ciudadanía”. Los grandes proyectos urbanos responden también a momentos relevantes que buscan perpetuarse y hallar su lugar en la historia futura. El proyecto en curso prevé la eliminación de la rotonda y su reemplazo por una explanada de diferente uso y circulación. Una transformación diseñada antes del estallido que no considera su sentido a partir de octubre del 2019.

 

En uno de sus artículos el proyecto incluye el  desarrollo de un proceso de participación ciudadana orientado a la resignificación del espacio. Una necesaria discusión que tal vez no halle hoy su mejor momento. La aplanadora del Rechazo el 4 de septiembre pasado ha abierto una vía libre al acuerdo constitucional pactado por los partidos políticos y otros representantes de la elite. Estamos en un momento de negación de las causas del estallido, de criminalización de las víctimas, de persecución de lo que han denominado octubrismo.

 

En un costado de la plaza hay un ingreso al Metro que fue transformado por los jóvenes en un espacio simbólico de la revuelta. Es el Jardín de la Resistencia, que el Metro busca recuperar usando el actual regresivo clima político y la marginación de la agenda de las demandas de aquel octubre.

 

La senadora Fabiola Campillai, que es víctima de la violencia estatal, visitó el Jardín de la Resistencia y apoyó su permanencia como espacio de memoria. Es un lugar latente cuya historia no está cerrada. Mientras no se logre justicia por los crímenes de lesa humanidad, mientras sigan los jóvenes en la cárcel, mientras las demandas no sean respondidas, el ciclo abierto en octubre de 2019 sigue abierto.

 

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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