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El objetivo de la derecha radical es solidificar un orden neoliberal autoritario

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La agresiva privatización de los servicios públicos, especialmente en los países desarrollados (Chile ya la vivió bajo la dictadura militar de Pinochet y los gobiernos de la Concertación), es devastadora para las clases trabajadoras, que ven decaer sus salarios, precarizarse sus derechos, restringirse sus libertades y las promesas de progreso social frustradas.

Si consideramos la negativa de las oligarquías corporativas a contribuir con su parte justa de impuestos a las arcas gubernamentales, los efectos negativos de la globalización económica se acentúan notablemente. Por cierto, todo esto representa una grave amenaza para la democracia.

Además, la actividad política ha evolucionado hacia una gestión técnica de personas y recursos al servicio de la monarquía del capital, alejada de los deseos populares, favoreciendo la despolitización y el pesimismo sobre la democracia y el estado de la economía. Como resultado, un patetismo está creando redes asimétricas basadas en el miedo.

Lo anterior está solidificando un disgusto por la política en el imaginario social al utilizar el populismo de ultraderecha, un hilo de la derecha (entendida en plural), que en este momento reúne a una serie de figuras políticas y sus gobiernos (Orbán, Meloni, Le Pen, Bolsonaro), quienes se presentan como individuos salvíficos ante la pérdida de referentes de confianza para la población y cuyo tema central es un discurso autoritario antisistema (con una dicotomía élite política y financiera versus pueblo). Esta derecha radical se presenta como una respuesta a la crisis económica y social, destacando su oposición a la democracia representativa, que, a pesar de estar siempre asociadas al autoritarismo, intentan evocar imágenes idealizadas de un pasado próspero y mejor.

Esta derecha radical es hostil tanto a los partidos políticos tanto de centroizquierda como de centroderecha. Aunque es necesario matizar esta afirmación porque, por el momento, se supone que estos partidos, que apoyan y adoptan el modelo neoliberal, y estos movimientos populistas están trabajando juntos estratégicamente. Esto porque creemos que el neoliberalismo, en su encarnación actual, podría verse como parte de la derecha radical, es decir, la corriente de derecha que busca cambiar internamente el statu quo para la radicalización del modelo neoliberal predominante a través del uso de organizaciones intermediarias (considere las ONG, los medios de comunicación, etc.). La extrema derecha, por otro lado, adopta una postura «antisistema» y busca resucitar o traer de vuelta un pasado dichoso a través de la violencia extrema. Sin embargo, en nuestra opinión, la postura antiestablishment de la derecha radical es solo una fachada para su deseo de defender el capitalismo neoliberal de raíces totalitarias.

 

Las redes sociales son el medio predilecto del discurso de extrema derecha, que utiliza mensajes sencillos, agresivos y antagónicos. Desarrollan ideas que pasan por soluciones efectivas. Sin embargo, esencialmente ignoran los problemas socioeconómicos que afectan a sus propias naciones.

A la luz de todo lo dicho anteriormente, es crucial recordar que este populismo de extrema derecha es una estrategia utilizada por una particular corriente de extrema derecha (derecha radical) para desviar la atención de los problemas del sistema económico neoliberal, que es la raíz de todos estos temas, y canalizar el afecto social. Estos problemas incluyen la falta de empleo, la inseguridad ciudadana y la pérdida de la identidad nacional. Al hacerlo, cambian el resentimiento económico (lucha de clases) por el resentimiento cultural (conflictos de identidad), legalizando la violencia contra un otro extranjero. El fiel reflejo de este desvío fue la intención de Donald Trump, por ejemplo, de construir un muro en la frontera con México, o José Antonio Kast de construir una zanja en el norte de Chile para frenar la inmigración irregular. De esta manera, esta «distracción» logra ganarse el apoyo de las clases medias y bajas, que recientemente se han visto perjudicadas por los efectos negativos de la globalización económica.

La derecha radical, por otro lado, ha ganado el apoyo de aquellos que están marginados en la sociedad o de aquellos que son descendientes de una clase social particular, particularmente la clase media. La seguridad nacional y la identidad de alguna manera sobresalen en su discurso como variables. Sin embargo, este discurso, que está presente tanto en la vida cotidiana como en las redes sociales, no duda en usar un lenguaje violento, irracional y visceral contra grupos particulares de la sociedad (incluidos los partidos políticos de izquierda, las organizaciones feministas y las personas LGBT), infundiendo miedo a llevar a cabo políticas de control social a nivel público y privado. La derecha radical finalmente ha podido seguir una estrategia de privatización más agresiva gracias a la inestabilidad que provoca un sistema neoliberal en crisis.

La derecha radical está colaborando estratégicamente para mantener un sistema económico ya tenso y en crisis (desde 2008), al mismo tiempo que aprovechan el actual malestar social actual para aprovecharse política y electoralmente de sus efectos negativos, como se puede apreciar en esta reflexión. En general, esta combinación aumenta sistemáticamente la desigualdad socioeconómica y política en todo el mundo y, lo que es peor, nos pone en el camino hacia una catástrofe humanitaria y ecológica.

 

Por Fabián Bustamante Olguín[i]

[i] Magíster en Historia, Universidad de Santiago de Chile. Candidato a Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado.

Magíster en Historia, Universidad de Santiago de Chile. Candidato a Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado.  

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