Yemen: ¿una tregua negociada para quién?
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Ha pasado poco más de un mes desde la expiración de una tregua mediada por la ONU en Yemen que comenzó el 2 de abril, y ya se está poniendo en grave riesgo la seguridad de los civiles. Se ha informado de pérdidas de vidas y heridos como resultado de ataques de francotiradores y bombardeos, así como de un ataque a una instalación portuaria que puso también en grave riesgo la vida de civiles.
La República Árabe de Yemen (Yemen del Norte) y la República Democrática Popular de Yemen (Yemen del Sur) se fusionaron el 22 de mayo de 1990 para crear la República de Yemen (al-Yaman). La estabilidad de esa unión siempre ha sido frágil: Yemen de Norte, de influencia occidental, pro Arabia Saudí, nunca pudo realmente juntarse con Yemen del sur, de influencia soviética, más conectado con Irán. Las guerras civiles se han sucedido a lo largo de la historia de este País.
Hace unos meses solamente, se ha logrado una tregua, vigente hasta el 2 de octubre. Un hilo frágil, que no se mantuvo.
El enviado especial de la ONU, Hans Grundberg, está nombrado para trabajar en el proceso de paz. Sin embargo, al escuchar Nabeel Bin Lasem, Jefe del Departamento de Comunicación y Coordinación del Consejo de Transición del Sur (CTS)[1], durante la entrevista que El Clarín le hizo en septiembre en la ONU, preguntándole acerca de este mismo proceso de paz, nos hemos dados cuenta que este proceso, más que un proceso, se parece a un diálogo de sordos.
Como en una torre de Babel, la ONU habla un idioma y los representantes de los dos estados de Yemen, otro. Un dialogo imposible, imaginario, un fracaso. Al preguntar cómo acoge el enviado especial de la ONU, Hans Grundberg, la idea de que puedan existir dos estados Yemenitas, Nabeel Bin Lasem deja de sonreírnos: “Esa es la pregunta de un millón que todo el mundo quiere saber. Nosotros no sabemos lo que él piensa en este momento, lo que realmente queremos es que el Enviado especial entienda y reconozca la importancia de la causa del Sur en el proceso de paz. No habrá paz, no puede haber paz sin abordar los Objetivos del Sur: el CTS se unió al PLC para lograr ser representado en el proceso de paz”.
Esa eran sus palabras en septiembre. Un análisis previsible de lo que iba a pasar: el cese de la tregua.
Un acuerdo negociado. ¿Negociado para quienes?
El estallido de la guerra hace más de siete años sumió a Yemen en una crisis humanitaria sin precedentes. Sin embargo, el acuerdo de tregua del 2 de marzo trajo una relativa calma: hubo una fuerte reducción de las bajas civiles, aumentó el flujo de entregas de combustible a Hudaydah y el aeropuerto de Sanaa reabrió después de años de cierre a los vuelos comerciales.
A pesar de estos avances positivos, no se materializó la reapertura de las carreteras para aliviar a la población de Taiz después de años de asedios.
Triste y preocupante, aunque talvez previsible, la tregua expiró el 2 de octubre sin que las partes llegaran a un acuerdo para prorrogarla.
En la última semana de octubre, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU verificó tres incidentes de bombardeos en territorio controlado por el gobierno que se cobraron la vida de un niño y un hombre, e hirieron a cuatro niños, incluidos dos que requirieron amputaciones de piernas. La Oficina también verificó tres incidentes de disparos de francotiradores atribuidos a las fuerzas de Ansar Allah, que hirieron a un niño, una mujer y dos hombres. El 21 de octubre, Ansar Allah también llevó a cabo un ataque con drones en el puerto de la terminal petrolera de Al Dhabah en la gobernación de Hadramaut que expuso a los civiles a un riesgo grave e injustificado.
“Recordamos a todas las partes en el conflicto que deben adherirse estrictamente a los principios del derecho internacional humanitario en la conducción de las operaciones militares y hacer todo lo posible para limitar absolutamente el impacto de esas operaciones militares en los civiles. Las partes en conflicto tienen obligaciones estrictas de facilitar el acceso de las organizaciones de ayuda humanitaria a las poblaciones necesitadas y de facilitar el acceso de los civiles a los servicios humanitarios y de salvamento. Además, los ataques deliberados contras civiles y bienes de carácter civil están prohibidos por el derecho internacional y constituyen un crimen de guerra. Cualquier ataque de este tipo debe cesar de inmediato, y las autoridades pertinentes deben investigar tales incidentes y hacer que los responsables rindan cuentas”. Esto supo decir hoy a la prensa Jeremy Laurence, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Derechos Humanos.
“Es claramente evidente que el sufrimiento del pueblo yemení continuará hasta que se ponga fin a este conflicto. Por lo tanto, reiteramos los llamados del Secretario General de la ONU, quien ha dicho que es hora de que las fuerzas gubernamentales y sus aliados, junto con las fuerzas de Ansar Allah y sus patrocinadores internacionales, escojan la paz para siempre”.
Escoger la paz para siempre. Lindas palabras en un tumulto de violencia que dura desde demasiados años y que tiene poca esperanza de soluciones si no se logra a un verdadero proceso de negociación conjunta. “Hemos oído hablar de un proceso de paz inclusivo e integral. Así es como debería ser y nosotros creemos en este hecho. Un proceso de paz que no aborde la causa sureña no puede ser llamado tal. Así que sentimos que tiene que haber algún tipo de reestructuración o de revisión en el proceso porque este es un argumento crucial para la paz en la región”, había afirmado, en septiembre, Nabeel Bin Lasem.
El Jefe de Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk, hace eco de los llamamientos del Secretario General Antonio Guterres, hoy, para extender la tregua y trabajar hacia un acuerdo negociado para poner fin a este prolongado y terrible conflicto de una vez por todas.
Un acuerdo negociado: ¿negociado para quienes?
[1] El Consejo de Transición del Sur (CTS), fue fundado el 4 de mayo de 2017 bajo la presidencia de Aydarus Al-Zubaydi, representa al pueblo del sur de Arabia (Yemen del Sur) a nivel regional e internacional y busca obtener la independencia del Estado del Sur, la República Popular Democrática de Yemen, como antes del 22 de mayo de 1990.