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Axel Kaiser y la desigualdad como problema de envidiosos

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Puede parecer ridículo preguntarse si la desigualdad es un problema de envidiosos, dentro de un contexto mundial en donde la concentración de la riqueza ha aumentado ampliamente durante la pandemia, pero pareciera que buena parte de la elite lo cree, más allá de que solo unos pocos lo digan públicamente.

Es el caso del abogado y Director de la Fundación para el Progreso, Axel Kaiser, quien ha venido sosteniendo en reiteradas ocasiones la idea de que no solo la desigualdad no es un problema para los países, sino que las izquierdas han construido teorías para racionalizar y justificar la envidia en la sociedad, tomando como referencia el trabajo del sociólogo Helmut Schoeck (1).

Es así como rescata lo señalado por Shoeck, en lo que refiere a que el progreso humano respondería justamente gracias a la reducción de la envidia de las sociedades, la cual la mejor forma de controlarla sería gracias a la expansión de la competencia y del libre mercado, dejando fuera cualquier tipo de intervención estatal.

De ahí que como buen exponente de la nueva derecha mundial nacional libertaria, políticamente incorrecta y negacionista, Kaiser señale que la demanda por justicia social sea una forma elegante de defender el resentimiento social, al solo buscar quitarle a los que más tienen, ante la incapacidad de muchos por salir adelante solos.

En otras palabras, para Kaiser, que algunas personas o grupos económicos concentren la riqueza, como pasa en Chile, en donde el 1% se lleva el 49.6% de la riqueza del país (2), no sería un problema, ya que según él sería el resultado del esfuerzo individual de aquellos que han alcanzado esos niveles de acumulación.

Es por esto, que la desigualdad sea visto como algo inevitable y natural para él, y por tanto, solo nos deberíamos preocupar de mejorar las condiciones materiales mínimas de los más pobres entre los pobres, a través de una focopolítica, totalmente indiferente a la concentración del poder imperante y a los niveles de participación de la democracia existente.

Ante esto, para este discurso de esta nueva derecha, poco y nada le importan las recomendaciones de organismos internacionales y de la propia ONU, en lo que respecta a la redistribución de los ingresos, a través de impuestos y reformas tributarias, tildándolos de meros agentes del globalismo y del marxismo cultural.

Para qué hablar de las desigualdades no sólo de ingresos, sino también de género, territoriales, informativas, sanitarias, educacionales, ambientales, energéticas, sexuales, étnicas, habitacionales, por esperanza de vida, las cuales no solo son negadas, sino también denostadas y ridiculizadas por esta nueva derecha.

En consecuencia, quieren instalar la idea de que quienes cuestionamos las desigualdades, quisiéramos quitarle la riqueza a quienes tienen más por capricho, como si el problema pasara por un tema individual de envidia, más bien psicológico, y no una crítica política a un sistema que genera desigualdades en distintos ámbitos de la vida, despolitizando así el tema y cayendo en un análisis simplificador y reduccionista de los procesos sociales.

Es más, usando el mismo argumento de Kaiser, extraído de Schoeck, de que la envidia se daría más entre los seres humanos que tienen pequeñas diferencias y más cercanía, que con quienes la diferencia es mucho mayor, solo termina por refutar lo que sostiene, ya que la crítica a la desigualdad es justamente a nivel estructural, en tanto jerarquías y privilegios, y no si mi vecino o compañero de trabajo le va mejor que a mi económicamente.

Por otro lado, el tema tampoco pasa con que envidiamos las fortunas de algunos multimillonarios, como lo puede ser Elon Musk, Jeff Bezos, Bill Gates, o en el caso chileno, la familia Luksic, Julio Ponce Lerou o Sebastián Piñera, sino en ver que el poder económico se relaciona directamente con el poder político, lo que termina concentrando la toma de decisiones y pone en riesgo la democracia finalmente.

Asimismo, usar la envidia como causa de todos los males de la sociedad, es pensar que las mujeres le tienen envidia a los hombres por demandar igualdad de género o que los indígenas le tienen envidia a los no indígenas por demandar reconocimiento, omitiendo la existencia de sistemas patriarcales y coloniales, que se mantienen hasta el día de hoy.

No verlo así, es creer que las desigualdades son el producto de un sistema meritocrático, en donde el éxito de las personas pasa puramente por el esfuerzo de cada uno, y no por una red de contactos y de círculos cercanos, lo cual sigue siendo determinante para el éxito de las personas en todos los aspectos.

Es lo estudiado por el sociólogo Shamus Khan, quien en un estudio etnográfico de las elites en Estados Unidos (3), nos mostró cómo esas mismas elites aprenden a no verse como una clase, sino como individuos llenos de talentos y más trabajadores que el resto, lo que explica porque aparecen este tipo de discursos tan disparatados sobre la envidia para justificar la desigualdad.

Dicho lo anterior, no estaría mal que Axel Kaiser, empiece a ver un poquito más allá de sus narices, y deje a un lado tanto fanatismo junto, el cual busca encubrir con planteamientos sociológicos que no tienen ningún respaldo empírico.

 

Por Andrés Kogan Valderrama

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Sociólogo Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social Director del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org Militante de Convergencia Social

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  1. Patricio Serendero says:

    Desde muchísimo tiempo antes que el Kaisel leyera a Schoeck, e igualmente que Schoeck elucubrara un sesudo estudio para descubrirlo, los ricos le dicen al resto cuando reclama por su situación de pobreza, que son «unos resentidos sociales». O sea como dice el artículo, envidiosos. Todo esto es parte del conjunto de las ideas de la clase dominante y por ende, quienes son parte de ella, deben de tener alguna explicación que los deje tranquilos. Con su Dios y su conciencia. Ellos entienden que «el mundo es como es y no hay nada que hacer», puesto que es verdadera la máxima que dice: «siempre ha habido y habrá pobres y ricos». Una verdad inmutable y estática. Explicaciones un poco más rústicas pero que repiten los que piensan que no son pobres -a pesar de que muchos lo sean – es que «los pobres son pobres porque son flojos». Igual cosa dicen muchas(os) chilenos de los mapuche.
    Es esta ideología la que permea el resto de las clases sociales. Es esta misma ideología la que hay que combatir con la mejor arma inventada para esto es la EDUCACIÓN.

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