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Cuando el enemigo te aplaude

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Las imágenes son elocuentes y ofenden. Lo que en condiciones normales puede ser un acto de genuina conducta democrática y republicana, cuando hay heridas tan abiertas como los detenidos desaparecidos, cuando la reparación y justicia para las víctimas de la violación de sus derechos humanos aún esperan una respuesta y cuando hay quienes jamás han  mostrado el más mínimo arrepentimiento de esos crímenes, y más aún, reivindican la obra genocida, es simplemente un acto de entreguismo y rendición que raya en lo inmoral.

No hay tal republicanismo, al decir del subsecretario Cataldo, cuando por razones que obrarán en su conciencia aceptan una lisonja que debiera ser una humillación y una ofensa a la memoria de los compañeros asesinados, desparecidos, torturados.

En ellos pensé el momento de ver esas agraviosas imágenes que, al parecer, han pasado sin pena ni gloria entre los humillados.

Recordé a tantos compañeros que pasaron por la Academia de Guerra de la FACH cuando Fernando Matthei era su director. Y cuántos de ellos no volvieron y cuántos fueron salvajemente torturados.

La alcaldesa Hassler y el subsecretario Cataldo, ambos de asumida militancia comunista han ofendido mucho con ese acto de reconciliación y entrega. Personalmente no he podido evitar un desasosiego que me afecta muy en lo hondo.

No se trata del caso en el que una reconocida, recalcitrante, asumida y militante anticomunista se arrepiente y reconoce los crímenes, pide perdón y retrocede en su incondicionalidad a la obra de su padre y de los militares que mataron a gente inocente.

Se trata de que los militantes comunistas Hassler y Cataldo hacen vista gorda de los crímenes atroces de sus camaradas que han sido puntualmente defendidos y justificados por esa colega republicana y amiga.

No hay tal republicanismo. No hay tal amistad. Hay capitulación vergonzosa y desenfadada. Lo que hay es una ofensa a todos quienes estuvimos bajo la tortura, a quienes simularon fusilarnos, a quienes sufrimos largos días de oscuridad en la incomunicación, el miedo, el terror, la prisión.

Y, por sobre todo, es una ofensa a los detenidos desaparecidos, a los asesinados, a los que cayeron combatiendo.

Un cargo, un puesto, un sueldo ni siquiera la participación en un gobierno justifica la capitulación que hemos visto atónitos.

Voté por la alcaldesa Hassler en su momento. Jamás lo haría de nuevo. Y lo que me genera es la más incómoda repulsión a su actuar. Del subsecretario serán otros los llamados a revisar el alcance de sus decisiones que generan este tipo de contradicciones que deberían hacer reaccionar a muchos.

Echo de menos, por ejemplo, saber lo que pensarán la heroica Agrupación de Detenidos Desaparecidos ante tal acto. ¿Entregarán sus opiniones en la cosa interna? ¿Callarán?

Luego nos preguntamos por qué estamos como estamos.

Si te aplaude el enemigo, huye incluso de ti mismo.

 

Por Ricardo Candia Cares

 

 

Escritor y periodista

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