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Llega Lula como favorito a las elecciones presidenciales de Brasil; se espera una tensa jornada

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Más de 156 millones de brasileños tienen este domingo la opción de elegir presidente. Acorde a la legislación local, el voto es obligatorio, y el candidato que alcance la mitad más uno de los votos válidos (exceptuando los nulos, blancos y abstenciones) saldrá vencedor. En caso de que ningún candidato alcance esa marca, habrá una segunda vuelta el domingo 30.

Las encuestas y sondeos indican una amplia preferencia hacia el ex presidente de centroizquierda Lula da Silva, frente al actual mandatario que busca la relección, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

Analistas políticos dicen que desde la redemocratización en 1985, luego de 21 largos años de dictadura militar, estas son las elecciones más importantes.

Y eso porque se oponen las fuerzas democráticas alineadas con Lula da Silva, incluso antiguos críticos y adversarios, a un grupo que oscila entre la derecha, la más radical, con grupos y partidos que muestran puro oportunismo, y buena parte de las sectas evangélicas.

Llama la atención, en la recta final de la disputa, cómo dirigentes y candidatos regionales de los partidos llamados de centro, que controlan la Cámara de Diputados, se abstuvieron de expresar respaldo a Bolsonaro o trataron de desvincularse de su figura.

El centro aguarda para tomar partido

Desde la redemocratización, sus integrantes estuvieron al lado de todos los gobiernos. Jamás ganaron del presupuesto nacional tanto como ahora, pero buena parte de ellos seguramente buscarán negociar con Lula en un eventual próximo gobierno.

Otra característica inédita es el grado de tensión y violencia registrado, gracias a la incitación del ultraderechista a sus seguidores más radicales. Ya se registraron tres asesinatos de seguidores de Lula cometidos por bolsonaristas, un sinfín de agresiones a opositores, candidatos regionales, periodistas y funcionarios de empresas de encuestas que señalan a Lula da Silva como favorito.

Todo eso explica el temor a más violencia hoy y mañana, y también a qué ocurrirá si Lula gana en la primera vuelta. Bolsonaro insiste en afirmar que sólo perderá en caso de fraude. Pese a haber sido diputado nacional a lo largo de 28 años, con seis sucesivas relecciones, desde 2020 pasó a ser crítico radical del sistema electoral de las urnas electrónicas, que lo llevó y mantuvo en la Cámara, y funciona desde 1996 sin que se haya registrado ningún caso de fraude. Ahora, dice que Lula sólo saldrá vencedor gracias a un robo de votos.

En reiteradas ocasiones insinuó, cuando no afirmó expresamente, que las fuerzas armadas actuarán para asegurar elecciones limpias, o sea, su relección.

A principios de agosto, sin embargo, el alto mando de las tres fuerzas –Ejército, Marina y Fuerza Aérea– se reunió para impartir en el cuartel la determinación de reconocer el resultado, sea cual sea.

Si todas las reiteradas insinuaciones de Bolsonaro y los militares reformados que esparció por su gobierno (más de 6 mil) indicando respaldo a un eventual golpe no encontraron eco alguno en las fuerzas armadas, lo único que restó al actual mandatario fue convocar en todos sus pronunciamientos con sus seguidores más radicales a evitar la vuelta del comunismo con Lula.

El resultado más visible de esa campaña permanente de estímulo a la violencia contra los abanderados de izquierda es la ausencia, en las calles, de material de propaganda.

Nunca antes, en las disputas presidenciales, se han visto tan pocos adhesivos de Lula, del PT y de sus candidatos en automóviles, por ejemplo. Tampoco hay tantas pancartas o pintadas en muros y paredes pidiendo votos para candidatos de izquierda como solía ocurrir.

El clima tenso creó en las campañas de candidatos tanto del PT, como de otras agrupaciones de izquierda, la preocupación de que aumente el abstencionismo, con electores optando por no salir de casa por miedo a las agresiones y a los actos de violencia en las calles urbanas.

Como en los pasados tres años, bajo Bolsonaro, el número de armas en manos de la población se multiplicó más de tres veces, hay temor de amenazas y balaceras, cuando no de asesinatos.

El Tribunal Superior Electoral impartió prohibiciones de que ciudadanos armados se acerquen a distancias inferiores a cien metros de las casillas para sufragar, pero la sensación predominante es que no existe estructura suficiente para ejercer la vigilancia necesaria.

Otro temor de la campaña de Lula es que seguidores del mandatario ultraderechista se hayan ofrecido para actuar como fiscales en las mesas de votación, con la misión de crear problemas o denunciar intentos de fraude, como eco de los dichos de su abanderado.

Es, pues, en ese panorama de elevada tensión, cuando este domingo se podrá determinar al vencedor que, en enero de 2023, se encargará de gobernar un país cubierto por una inmensa variedad de problemas en todos los sectores, sin excepción.

Por Eric Nepomuceno

Fuente: La Jornada

 

 

La Jornada

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