Guerra ruso ucraniana

Crece la presión sobre Putin por el fracaso de una «guerra relámpago»

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El monótono reporte cotidiano de éxitos militares que hizo ayer el vocero del ministerio ruso de Defensa, general Igor Konashenkov, no convenció ni a los seguidores más leales del Kremlin, como son los diputados de la Duma, subordinada por completo al Ejecutivo, donde el líder del Partido Comunista, Gennadi Ziuganov, segunda bancada formalmente de oposición tolerada, pidió una movilización general para poder ganar –afirmó sin temer las consecuencias por pronunciar la palabra prohibida– esta guerra que, en su opinión, no es ninguna operación militar especial.

Dimitri Peskov, portavoz de la presidencia rusa, no tardó en rechazar la petición de Ziuganov al subrayar que no habrá un llamado a filas de todos los rusos de entre 18 y 60 años de edad, que es algo que preocupa mucho en esta sociedad –a la que las autoridades han hecho creer que lo que ocurre del otro lado de la frontera es una operación militar especial para desmilitarizar y desnazificar Ucrania– y que, de llevarse a cabo, podría derivar en un imprevisible estallido de protesta contra el presidente Vladimir Putin.

Ziuganov preguntó a sus compañeros legisladores: ¿En qué se diferencia una operación militar especial de una guerra? En que es posible detener la operación militar en cualquier momento, a diferencia de una guerra, que no puedes detenerla cuando quieras y termina en victoria o en derrota.

Y añadió sin pelos en la lengua: hay una guerra y no tenemos derecho a perderla. Necesitamos una movilización general en el país, necesitamos leyes completamente diferentes.

Peskov declaró a la prensa que lo dicho por Ziuganov es una muestra de pluralismo en Rusia, al tiempo que las agencias noticiosas del Estado informaron –tal vez para escarmiento de todos los inconformes– que la policía detuvo a un ciudadano que, al votar en las elecciones municipales del domingo pasado, escribió en su boleta: ¡No a la guerra!

El inamovible dirigente comunista desde hace 29 años se sumó a las voces nacionalistas y belicistas que reaccionaron con indignación cuando el sábado anterior el ministerio de Defensa anunció un reagrupamiento ordenado de las tropas que tenía en la región ucrania de Járkov, repliegue que no dudaron en calificar de desastre imperdonable, que acabó con el llamado frente de Izium en el estratégico flanco norte.

Ante las imágenes que circulan en redes sociales de soldados hechos prisioneros o muertos, así como de numerosos tanques, cañones, unidades de misiles, depósitos de proyectiles destruidos o abandonados intactos en lo que tiene todos los visos de caótica huida para evitar que el ejército ucranio cerrara el cerco, Vladimir Soloviov, el más belicista de los conductores de programas de debates, en realidad monólogos contra el régimen nazi de Ucrania, llegó a decir que varios generales rusos, por ineptos, merecen ser fusilados.

En la televisión pública rusa, principal escaparate de la propaganda oficial, se exigió el cese inmediato de los responsables militares y de los asesores políticos que, coinciden en señalar los habituales participantes, engañaron al presidente Vladimir Putin haciéndole creer que la campaña en Ucrania sería un paseo y acabaría en dos o tres días al caer Kiev, como se suponía, a finales de febrero anterior.

Al fracasar entonces el plan de guerra relámpago se intentó vender que el Kremlin ordenó a su ejército no intentar el asalto de Kiev como gesto de buena voluntad y ahora son cada vez menos los que creen la explicación castrense del repliegue para concentrar fuerzas y liberar el Donbás.

Pero las presiones a Putin vienen no sólo de quienes consideran que Ucrania no debe existir como Estado. Aunque la diezmada oposición tiene vedado participar en todas las elecciones, excluidos sus activistas bajo cualquier pretexto, encarceladas las figuras más visibles por desacreditar el ejército y obligados sus líderes al exilio, al día de hoy ya son más de 80 diputados municipales (el nivel más bajo del Legislativo) de Moscú, San Petersburgo, Samara, Novgorod y otras ciudades los que solicitaron a sus colegas de la Duma federal considerar la posibilidad, con apego a la Constitución, de iniciar el procedimiento para destituir al presidente Vladimir Putin.

En un texto que hicieron público, a pesar del riesgo que implica el simbólico gesto que será rechazado por una cámara baja de mayoría oficialista, acusan al titular del Krem-lin de alta traición por poner en riesgo la seguridad de Rusia al provocar la adhesión de más países a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y el rearme de Ucrania. Los cinco diputados que promovieron la iniciativa serán juzgados por una corte de San Petersburgo por el cargo de desacreditar al presidente.

En apoyo a sus colegas, Ksenia Torstrem, otra diputada municipal de San Petersburgo, publicó en Internet una petición lacónica que dice: nosotros, diputados municipales, consideramos que la gestión de Vladimir Putin causa daño al futuro del país y sus ciudadanos. Exigimos su cese como presidente de Rusia. Ya lleva 47 firmas.

No se ha perdido nada

En ese contexto, el presidente sigue empeñado en que Rusia no ha perdido ni perderá nada en Ucrania y, el día que Moscú cumplía 875 años desde su fundación, el sábado anterior, en lugar de hacer –como comandante en jefe de las fuerzas armadas– algún comentario sobre el repliegue en Járkov, prefirió cortar el listón en la inauguración de la rueda de la fortuna más grande de Europa, que un día después –dicho sea de paso– se echó a perder y todavía está sin funcionar.

Los miembros del entorno presidencial, los más cercanos a Putin, están convencidos de que su jefe debe sentarse a negociar sólo cuando Ucrania acepte todas las condiciones de Rusia.

Dimitri Medvediev, ahora vicesecretario del Consejo de Seguridad de Rusia, lo reiteró el lunes en su canal de Telegram: “un tal (Volodymir) Zelensky (presidente de Ucrania) dijo que no va a dialogar con nadie que plantee ultimátums. Los actuales ‘ultimátums’ son cosa de niños frente a exigencias futuras. Y él las conoce: la capitulación completa del régimen de Kiev bajo las condiciones que fije Rusia”.

Este tipo de declaraciones no infunden optimismo de que puedan fructificar los esfuerzos del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, para organizar en Estambul un encuentro cara a cara de Putin y Zelensky, que piensa proponer a su colega ruso dentro de dos días en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en la ciudad uzbeka de Samarkanda, según filtró su oficina a la prensa turca.

 

Por Juan Pablo Duch

Corresponsal de La Jornada en Moscú

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