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Carta al Clarín

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Estimado señor Director, hoy encontré en un medio digital una interesante entrevista al autor del libro “Los Búlgaros”, notable texto cuya lectura recomiendo, pero que incluye una ligera inexactitud histórica, producida probablemente por la búsqueda de un mayor dramatismo, pero que introduce una distorsión de mayor alcance, ya que oculta el grado de apoyo con que contaba la lucha contra la dictadura y este es un dato particularmente relevante en estos días en que la disposición de ánimo de nuestro pueblo es un tema en discusión. Habiendo sido actor y testigo directo de los hechos, considero mi deber darlos a conocer y creo que Clarín es el medio adecuado para hacerlo; paso al relato de los hechos.

 

En el libro “Los Búlgaros”, de Mauricio Leandro Osorio, editado en Chile en octubre de 2021, entre las páginas 19 y 26 se relata la detonación accidental de los explosivos que en el FPMR teníamos destinados a las acciones combativas en el sector oriente de Santiago. Esta tragedia ocurrió en un departamento de Villa Portales, comuna de Estación Central, al anochecer del 31 de enero de 1988 y en ella hubo tres víctimas mortales y dos sobrevivientes; lo que el libro recoge es el relato de uno de estos últimos.

Según lo que aparece en este libro, este sobreviviente obligó a punta de revólver a un taxista a ser llevado a un departamento en Villa Francia, donde fue auxiliado por una pareja de médicos. Pues bien, esos médicos éramos mi esposa y yo, y los hechos fueron ligeramente diferentes a como aparecen en el libro.

El sobreviviente, que por esos días y entre nosotros usaba el nombre político de “Raúl” – para él yo era “Ulises” y nuestro jefe era “Núñez” – nos relató lo siguiente:




Él vio una chispa sobre la caja de los explosivos y atinó a lanzarse por el hueco de la escala – era un departamento de dos plantas – de modo que tanto la bola de fuego como la onda expansiva lo alcanzó mientras iba en el aire. Huyó del sitio y mientras lo hacía intentó esconderse de un vehículo que se aproximaba, ocultándose entre unos matorrales. El vehículo, que era un taxi, se detuvo espontáneamente, retrocedió y el chofer, junto con cubrirlo con una manta, le preguntó a donde deseaba ser llevado; es decir, nunca hubo necesidad de amenazas y de hecho, cuando Raúl llegó a nuestra casa no llevaba revólver ni arma alguna.

A esto debo agregar que nuestro domicilio no era un departamento en Villa Francia, sino una casa de una planta, con reja y antejardín, ubicada en el pasaje El Roble, que es uno de los tantos pasajes con nombre de árbol, ubicados en el cuadrante limitado por el sur por Cinco de Abril, al norte por la Alameda, al oriente por Las Rejas y al poniente por Aeropuerto. Esto es significativo, ya que Raúl bajó del taxi en Cinco de Abril y recorrió a pie casi tres cuadras hasta llegar a nuestro domicilio.

Era el anochecer de un día de verano y a esa hora una gran cantidad de vecinos estaba fuera de sus casas conversando y tomando el fresco. Todos esos vecinos vieron ese espectro, desnudo de la cintura hacia arriba, que avanzaba tambaleante y dejando una estela de penetrante olor a carne quemada. Todos ellos vieron hacia donde se dirigía y a qué casa entró, sin embargo, cuando al día siguiente el barrio fue allanado, nadie soltó prenda. Los policías interrogaron hasta a los niños, pero nadie nos delató.

Creo importante hacer esta precisión porque ilustra muy bien el estado de ánimo de la población a principios de 1988. Marcando una abismal diferencia con los años de principios de la dictadura, cuando todos preferían mirar para otro lado y era muy difícil obtener ayuda; ahora la gente ayudaba en forma espontánea y colaboraba con lo que tenía a su alcance a la lucha armada contra el régimen militar. Esto es muy diferente a la leyenda que luego se buscó imponer, según la cual la lucha en todas sus formas y el sacrificio de tantos compañeros que en ella dieron sus vidas, habría sido irrelevante, cuando no negativa y no acogida por el pueblo, el cual habría conquistado su libertad simplemente haciendo una rayita en un voto. No fue así.

 

Honestamente, que borrar no puede ser

Antes la muerte que traicionarte a ti y a aquel

Que en el camino, por tener lo que hoy podré

Diste la vida con inquebrantable fe.

 

    Illapu. “Palabras de nuestro tiempo”

 

 

Por Renato Alvarado Vidal

 

Puerto Montt, 10 de septiembre de 2022.

 



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