Apruebo o rechazo. Una decisión clave de cara al futuro
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La nueva Constitución debe ser aprobada por la mayoría de los chilenos. Esta es la única posible solución para salvar la paz social y asegurar la tranquilidad del país. Si, por el contrario, el rechazo a la Constitución llegara a ganar, el futuro de Chile será más oscuro que la boca de un lobo.
Después de la terrible guerra civil en los Estados Unidos en el siglo XIX, el gran coloso del norte entró en un periodo de rapidísimo desarrollo económico, pero también de una terrible decadencia social y política. Esta fue la llamada “Gilded Age” o época dorada. En ella los ricos se hicieron súper ricos y la clase media y el proletariado se empobrecieron gradualmente. Este terrible periodo se agravo aún más luego de la Primera Guerra Mundial. Los más ricos llegaron a niveles de opulencia y corrupción nunca antes vistos en la historia del país hasta entonces. Como consecuencia de todo esto se hicieron inversiones descontroladas y los bancos se coludieron entre sí, provocando la gran crisis económica de 1929. Esta catástrofe económica cerró incontables fábricas y empresas agrícolas, provocando la pobreza extrema de millones de ciudadanos.
Todo esto contribuyó en gran medida a la victoria electoral de un hombre visionario como fue el Presidente Franklin Delano Roosevelt. El Presidente Roosevelt creo el Nuevo Trato “New Deal” en 1933. Mediante esta nueva política, el Estado se hizo cargo de salir de la crisis y el sector privado vio sus derechos fuertemente constreñidos. Se crearon miles de empresas públicas que dieron trabajo bien pagado a miles y miles de cesantes. Esta gigantesca inversión pública se prolongó por varias décadas, revirtiendo la catástrofe económica que había provocado un capitalismo desbocado. Además de este importantísimo trabajo interno, y en colaboración con los aliados, los Estados Unidos fueron capaces de derrotar el fascismo tanto en Europa como en Asia. El Nuevo Trato fue así responsable de la recuperación de los Estados Unidos, de la reconstrucción de Europa y Asia y sobre todo, del inmenso desarrollo socioeconómico que buena parte del planeta gozó entre 1933 y 1973. El Nuevo Trato y el Estado de bienestar salvaron al mundo de una catastrófica revolución social con características globales.
Desgraciadamente todo este brillante desarrollo global, provocado por el intervencionismo estatal, inteligente y bien planificado, llegó a su fin en la década de los 70 en el siglo XX. Richard Nixon fue electo en los Estados Unidos a comienzos de los años 70 y su administración fue la responsable de iniciar el proceso de destrucción del Estado de bienestar de Roosevelt. El gobierno de Nixon generó las condiciones necesarias, que tal como en la Época Dorada, se diera un capitalismo extremadamente injusto y corrupto y sin control estatal. Por varias décadas, entre 1973 y el año 2015, el inmenso aparato estatal anterior fue raídamente erosionado. No obstante, con la elección de Donald Trump en los Estados Unidos en 2016, y varios otros líderes populistas electos tanto en Europa, Asia, África y América Latina, el mundo neoliberal y su desenfrenado capitalismo comenzó a ser cuestionado, a desmoronarse y a morir.
En el caso de Chile, se podría argumentar que esto empezó con el estallido social de octubre del año 2019. Esta fue una reacción natural al fracaso de un neoliberalismo que consiguió crear una sociedad extremadamente desigual e injusta. Las masas populares desesperadas llegaron al borde de una revolución violenta. En respuesta a esto, la elite política chilena trato de desactivar esta bomba de tiempo que se estaba haciendo cada vez más amenazante y destructiva. Finalmente, se llegó al acuerdo de redactar una nueva constitución política que eliminara la corrupta e injusta constitución creada por Jaime Guzmán bajo el control de la dictadura pinochetista.
La nueva Constitución chilena terminó de escribirse a mediados de este año. En mi opinión, en ella se ha tratado de recrear el Estado de bienestar creado por Roosevelt en los Estados Unidos y por el presidente Pedro Aguirre Cerda en 1939 en Chile. Así, el Estado descrito en esta nueva Constitución, adquirirá los poderes perdidos para organizar la economía en forma mixta. Es decir, empresas estatales y privadas funcionando bajo la supervisión del Estado. La nueva Constitución debe ser aprobada por la mayoría de los chilenos. Esta es la única posible solución para salvar la paz social y asegurar la tranquilidad del país.
Si, por el contrario, el rechazo a la Constitución llegara a ganar, el futuro de Chile será más oscuro que la boca de un lobo. El país entrará en un periodo turbulento como durante el estallido social en el 2019. Chile podría con mucha facilidad repetir la triste historia de otros países como Rusia entre 1917 y 1925, o China entre 1935 y 1949, o Cuba entre 1957 y 1959 o finalmente, Vietnam entre 1950 y 1975. En Chile, ya existen las condiciones pre revolucionarias. Un sector minoritario del pueblo Mapuche ha tomado las armas y si el Estado chileno no resuelve las justas demandas de este pueblo, es probable que se desate una nueva guerra en la Araucanía. Pero lo más grave, es que este ejemplo revolucionario podría ser imitado por el resto del proletariado y campesinado chileno. De esta forma, otras provincias que actualmente se mantienen pacíficas, podrían ser también envueltas por el fuego revolucionario. Una nueva guerra civil de este calibre seria, por supuesto, catastrófica para todo el país. Por todas las predicciones incluidas anteriormente, yo votaré por el Apruebo de la nueva Constitución. Con 86 años ya estoy muy viejo para soportar un nuevo conflicto de esta magnitud. Por todas estas razones es que yo les ruego a los viejos como yo, que se acuerden de las miserables pensiones que la inmensa mayoría de nosotros tenemos y los terribles servicios públicos que no satisfacen las mínimas necesidades para llevar una vida digna. Para evitar esta tragedia personal y colectiva en mi país, yo pienso así votar por el Apruebo el próximo domingo, cuatro de septiembre de año 2022. Ojalá que los viejos de Chile, sigan este consejo y con esto salven la salud y tranquilidad de sus hijos y nietos.
Fernando Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, 31 de agosto, 2022
Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín
Felipe Portales says:
¡Estás completamente desubicado Juan Carlos Gómez! ¡Cómo puedes acusar de querer «institucionalizar» la Constitución del 80 a todos los concertacionistas que luchamos contra Pinochet y que luego, de buena fe, tratamos de llegar a una efectiva democracia, hacer justicia y sustituir el modelo económico. Lamentablemente es cierto que quienes luchamos por ello no fuimos muchos. Entre ellos, y con mucho orgullo, junto con Roberto Garretón trabajamos en la oficina de DD. HH. de la Cancillería promoviendo aquellos derechos en el mundo. A tal punto, que Roberto obtuvo el Premio anual de las ONG mundiales de Ginebra en 1993, «Ruth Pierce», (primera vez que lo recibía un latinoamericano) por la participación que él tuvo como Vicepresidente de la entonces Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Asimismo, se le reconoció destacada participación a nuestra delegación en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993, cuya gestión fue muy relevante -entre otras cosas- para la aprobación de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Todo ello fue posible gracias al respaldo personal que tuvo Roberto del propio Aylwin que lo estimaba, más que del establishment del Gobierno y del Ministerio. Una vez que llegó Frei Ruiz-Tagle; a poco andar el ministro Insulza y el subsecretario Fernández iniciaron una guerra sicológica contra mí -que sucedí a Roberto luego que se fue a fines de Aylwin por la total pérdida de confianza que sufrió con las nuevas autoridades- la que llegó a su culminación en 1995-6 cuando me moví al interior del Gobierno en contra del funesto proyecto de ley Frei y el Acuerdo Figueroa-Otero de 1995-96, destinado a legitimar a dos años plazos un punto final encubierto. Ello significó, y, a mucha honra, mi salida del Ministerio, la que hice pública «por razones de dignidad». Por cierto, ya había muchos indicadores de la creciente derechización que había experimentado la elite concertacionista. Pero precisamente, para combatirla, varios tratamos de luchar contra ello desde el interior del Gobierno y fuimos derrotados en diversos ámbitos: Roberto Garretón y yo en el ámbito de derechos humanos; Domingo Namuncura, Mauricio Huenchulaf, Cristián Vives y Mylene Valenzuela en la CONADI, Marcel Claude en el Banco Central, Fernando Castillo Velasco como Intendente de Santiago, entre otros. Pero esto fue antes que Boeninger confesase públicamente en 1997 la profunda y solapada derechización de la dirigencia concertacionista de fines de los 80; y también antes ¡de la ignominiosa defensa que los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle y Lagos hicieron de la impunidad internacional y nacional de Pinochet a partir de 1998! ¡Y mucho antes, por cierto, de que Lagos fue proclamado ya públicamente por los grandes empresarios como «el mejor presidente de derecha de todos los tiempos»; y de que Lagos y la Concertación consensuaran con la derecha la «Constitución democrática» de 2005. Pero llevamos ya décadas de engaños para que tengamos la suficiente claridad como para oponernos al acuerdo-fraude del 15 de noviembre de 2019 por el que la actual «centroizquierda» (ampliada al FA) le regaló solapadamente a la derecha el quórum de los dos tercios para la CC y – que como eso «no fue suficiente» en definitiva para garantizarle a la derecha un resultado tranquilizador- le agregó ahora el regalo de la prórroga del actual Congreso en que la derecha tiene la mayoría suficiente como para arruinar -en caso que «gane» el Apruebo- la nueva Constitución, en TODO lo que la derecha quiera. Obviamente, impidiendo el anhelo popular de sustitución del modelo neoliberal que aún heredamos de la dictadura… Y por cierto que hay muchísima gente desinformada y engañada en la materia y otra que con voluntarismo irredento quiere creer que la «presión de la calle» (¡¡Que el gobierno de Boric, por cierto, reprimiría con las Fuerzas Armadas y Carabineros!!) forzaría al Congreso ¡y a la derecha! a modificar sus puntos de vista neoliberales en beneficio del pueblo. Más todavía con la TOTAL ausencia de medios de comunicación de centroizquierda derivada aún del verdadero exterminio que hicieron de ellos los gobiernos concertacionistas en los 90 ¡Qué quimeras! y que no dejan de serlo por el hecho de que muchísimos sigan engañados por ellas y marchen por las calles…
Juan Carlos Gómez Leyton says:
La defensa activa de la NCP, de ser aprobada, podría abrir otro curso para la historia e impedir que esta sea secuestrada por los partidos políticos del orden.
Renato Alvarado Vidal says:
El Presidente del PC ha expresado que habrá que defender en la calle el triunfo del Apruebo; no creo que vaya a ser necesario, sospecho que vamos a ganar con más del 55%, pero sí creo que lo que vamos a tener que defender es el espíritu de esta nueva constitución, en la calle, en los centros de estudio y trabajo y donde sea, porque lamentablemente lo que dice Felipe Portales es real, la Convención puso al zorro a cuidar el gallinero, contraviniendo la voluntad expresa del electorado, que con un 80% de los votos dejó bien en claro que no queremos a los señores parlamentarios metiendo mano en la nueva constitución.
Felipe Portales says:
¡Vaya! No solo estás voluntarista, sino que además inventando que yo estuve a favor de la dictadura. ¡Te pasaste…! Bueno.. es una demostración de que no tienes argumentos.
Juan Carlos Gómez Leyton says:
Falta de comprensión lectora Felipe, dije, que apoyaste en 1988 la CP80, al apoyar a la Concertación por el NO, y luego fuiste parte del gobierno de Aylwin. Ambos procesos institucionalizaron la CP80 que duro 32 años.
Juan Carlos Gómez Leyton says:
Felipe, más 300.000 personas dicen por lo menos en Santiago lo contrario… engañadas, embobadas, según tú, van terminar con la CP80 que tu avalaste en 1988. Los que nunca aceptamos esa Constitución manchada de sangre, hoy votaremos por una limpia de sangre… y donde ya no podrán refugiarse los que ayer se escondieron en la CP80 para protegerse del pueblo alzado.
Felipe Portales says:
Desgraciadamente, con el triunfo del «Apruebo» o del «Rechazo» habrá muy poca diferencia. Es poco sabido ¡porque virtualmente se ha ocultado!, pero las fuerzas políticas gobiernistas aprobaron en la Convención Constitucional una disposición transitoria que echará por tierra las disposiciones permanentes. En efecto, al prorrogar de forma insólita e inédita (en ningún otro proceso constituyente en el mundo se ha hecho) el Congreso de la Constitución actual (que ya estaría fenecida en caso de ganar el «Apruebo») en el que la derecha tiene el control del Senado (50%), es seguro que no se aprobará NINGUNA LEY que no cuente con la aprobación de la derecha. Es decir, de forma solapada, la Convención «arruinó» las posibilidades de sustituir el modelo neoliberal que heredamos de la dictadura y que los gobiernos de la Concertación legitimaron, consolidaron y «perfeccionaron» (AFP, Isapres, leyes laborales y sindicales, ley minera, sistema educacional, tributario, bancario, etc.), ya que las necesarias leyes que concretizarán la nueva Constitución tendrán que contar -sí o sí- con la aprobación de la derecha. ¡Y la mayoría de la CC abdicó de las facultades que le entregaba, en este sentido, la propia Ley 21.200 (Reforma Constitucional de diciembre de 2019 que sustentó legalmente el proceso constituyente) de llamar de inmediato -de ganar el «Apruebo»- a elecciones parlamentarias, si se establecían «modificaciones sustanciales» del Congreso. ¡Y vaya que se establecieron!…
¿Explicaciones? No hay; como tampoco hubo cuando el liderazgo de la Concertación le regaló solapadamente a la derecha la futura mayoría parlamentaria en 1989, a través de una Reforma Constitucional concordada entre cuatro paredes con la derecha y Pinochet, y ratificada en un plebiscito en julio de ese año. Y cómo tampoco hubo explicaciones de la solapada discriminación del avisaje estatal que los gobiernos de la Concertación le hicieron a los medios escritos de centroizquierda en los 90, exterminándolos uno por uno: «Análisis», «Apsi», «Hoy», «Fortín Mapocho», «La Epoca», «Página Abierta», «La Bicicleta», etc.
Obviamente, todo ello -¡y lo actual!- calza con la confesión que hizo el principal arquitecto de la transición -Edgardo Boeninger- de que a fines de los 80 el liderazgo de la Concertación llegó a una «convergencia» con el pensamiento económico de la derecha, «convergencia que no estaba en condiciones políticas de reconocer» («Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad»; Edit. Andrés Bello, 1997; p. 369). Así se explican todos los «regalos» solapados efectuados antes y hoy por la «centroizquierda»; ampliada hoy hacia el FA.