Bienvenido el tiempo libre
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Somos contradictorios y caprichosos. Nada nos conforma. Hasta hace muy poco repetíamos hasta el cansancio: “Nuestra vida es una mierda. Trabajamos horas sin fin para desplazarnos atochados en transportes insalubres y llegar a tirarnos a dormir, agotados y sin tiempo libre. Así se repiten nuestros días”. Sin embargo durante el confinamiento hemos llegado al borde de la locura, una locura ya documentada por expertos, lisa y llanamente por no saber qué hacer con el tiempo libre.
Lamentablemente, la prensa, principalmente la TV, no tiene instrucciones de los grandes poderes para describir lo que realmente está pasando y educarnos. Solo se acentúa el terror que nos produce nuestra vida actual y nuestro futuro más incierto que lo que sufríamos hace un par de años. Es imposible que los poderes fácticos ignoren la nueva realidad que enfrenta el mundo. Aunque el confinamiento dure un par de años más y que cuando nos liberen salgamos agradecidos e idiotizados, debemos tener claro que ya nunca volveremos a trabajar jornadas infinitas. Por el contrario nuestro futuro es de un inmenso tiempo libre.
Se nos debería informar que el tiempo libre no se vincula al confinamiento, sino que ya comenzaba a instalarse en los noventa. Primero por el fenómeno mundial creado por las empresas del primer mundo, e incluso de países chicos pero aventajados y neoliberales como Chile, al mandar a hacer la manufactura a los países que no defendían los derechos laborales y que proveían mano de obra barata y casi esclava. La mano de obra cesante generada se ignora. En Chile, que es un extremo, se compensa impulsando y desarrollando la industria de la entretención y la ceguera. Así el Estado chileno creó Casinos de juego a lo largo de todo el país e impulsó la importación de maquinillas tragamonedas por los mismos concesionarios de éstos, para instalarlas en barrios populares, manteniendo así a los pobres en su pobreza y desempleo y creando cientos de ludópatas entre las dueñas de casa de las poblaciones populares. También las tarjetas de crédito, con ofertas de efectivo a crédito de las grandes empresas, continuaron jugando el rol de engañarnos con el dinero fácil del desempleo y pobreza estructurales. Así también proliferaron las ventas callejeras y la informalidad.
La importación de drogas en grandes cantidades, especialmente de coca de Perú y Bolivia, también ayudaba a generar recursos y ocupaciones para la masa creciente de chilenos con tiempo libre. Pese a que el Subsecretario del Interior del Primer Gobierno de Piñera lo denunciara en la Cámara de Diputados, no hubo ninguna preocupación y acción contundentes para contrarrestar esta pandemia efectiva donde entraban toneladas de coca por el la frontera norte. En 2011, cuando esto se denunciara, no hubo preocupación por contrarrestar los impactos que tienen en la población, en la justicia, en la delincuencia y en la prostitución el ingreso de toneladas de drogas, pese a que las autoridades dedican tiempo y preocupación a las polémicas formales con Bolivia.
Aunque las ocupaciones ilegales compensaban el tiempo libre, este seguía aumentando por otros conceptos. Más aún por el éxito, sin oposición, de Chile como país moderno y ortodoxamente neoliberal. La modernización de los puertos, de la que muy poco se habló en la época, cambió el trabajo de cientos de estibadores por grúas computarizadas. La modernización de la agricultura, con el manejo digital de softwares y drones que hasta estructuran el riego, con la consiguiente pérdida de empleos para temporeros. La modernización en general del país por la digitalización de tareas también creó tiempo libre adicional en el trabajo administrativo. Pero, pese a todo esto, en Chile no se disminuyó la jornada de trabajo, ni se asumieron otros cambios, como los que se comenzaron a implementar en los países spcialmente desarrollados en respuesta al mismo fenómeno.
En Chile no se hizo ningún cambio en la educación ni en el uso del tiempo libre. Tampoco hubo ninguna explicación oficial a la ciudadanía. Mientras las nuevas tecnologías reemplazaban cientos de horas de trabajo, los chilenos seguíamos con el discurso que introdujo esta nota, permaneciendo horas en las oficinas y desplazándonos en vías atochadas de tránsito para acceder a nuestros hogares.
Solo como ejemplos de lo que está más a la vista. La mayoría del país desconoce la cantidad de operaciones y cirugías que se hacen con robots en nuestros hospitales. La generalización del uso de robots en todas las áreas laborales, aún hasta en selecciones de football juvenil. El uso de drones que vigilan, disparan, manejan la agricultura. Y muchos otros instrumentos ya de uso común.
Es claro que estas tecnologías producen impactos importantes y que es largo detallar todos los cambios en el empleo ocultos. Si las autoridades no lo informan, menos van a asumir la responsabilidad de los cambios que hay que desarrollar en la educación para proveer la mano de obra necesaria. Las nuevas tecnologías requieren de otras capacidades que son responsabilidad de los que nos dirigen. Para ello deben usar otras concepciones políticas, romper con el pasado inmediato y modernizar sus estilos de trabajo.
Estamos viviendo una tercera guerra mundial. No solo por el cambio drástico en la estructura del empleo a nivel mundial, sino también por la crisis en los paradigmas que hasta ahora nos habían guiado. La desaparición del socialismo y su propuesta de crear un hombre nuevo. El fracaso del neoliberalismo que no solo no generó ningún hombre nuevo, sino que creó acumuladores compulsivos y obesos mórbidos, asesinos en serie y tráfico de niños y órganos. El rol de la Iglesia, con la “afectuosidad desbordante”, como dice el Papa, de algunos sacerdotes, hasta el de la pareja nuclear cada vez más débil como pilar de la sociedad. El suicidio adolescente, el femicidio y otras miles de formas de locura nos enseñan hasta qué punto estamos viviendo una Revolución Total.
En este contexto aparece el Covid que en Chile ha sido el remedio para todos los males, aunque haya aumentado el desempleo, la delincuencia y la locura. Diariamente se enumeran hasta el cansancio en la TV los puestos de trabajo que se han perdido en la industria del entretenimiento y que rápidamente volverán cuando acabe el confinamiento. Sin embargo el virus no tiene nada que ver con la situación de desempleo estructural ya existente y que solo se ha hecho patente y más dramática.
Cuan diferente sería nuestra vida actual si nuestras autoridades no hicieran el papel ridículo que hacen a diario compitiendo con otros países en el número de vacunas y enfermos y se acercaran a los confinados que somos todo oídos. Si nos explicaran que aún sin confinamiento el desempleo va a continuar, pero, principalmente, por las razones señaladas. Que aprovecharan de organizar a la ciudadanía en el uso del tiempo libre que desde ahora ya será estructural. Que usáramos nuestras horas de confinamiento con educación, análisis y verdad y nos ofrecieran cultura y otras actividades buenas para el alma.
Aun cuando pasada la crisis va a haber ocupaciones desaparecidas por el quiebre de negocios, va a haber también nuevas, pero éstas no alcanzarán a reemplazar la crisis en el empleo que será cada vez mayor. Hay mucho que crear y construir, también en las formas de organización. No se puede esperar que todo venga del Estado o de los super ricos. Habrá que inventar mucho, buscar formas comunales de organización social y de ayuda mutua y crear muchas cosas nuevas.
Así podríamos gritar de verdad y con pasión BIENVENIDO EL TIEMPO LIBRE.
Por Alicia Gariazzo