Bono de invierno, insuficiente y tardío
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En este tiempo en que todo está tan caro, en que cualquier compra cuesta un ojo de la cara, en que los precios de los alimentos no bajan de las nubes y en que las tarifas de los servicios básicos que antes fueron públicos también subieron desmedidamente, los chilenos azotados por la pavorosa inflación proyectan el bono de invierno dispuesto por el gobierno con la certeza de que será insuficiente y no llegará en forma oportuna, lo que ocurría durante la administración anterior.
Cuando el poder adquisitivo de las clases populares se ha diluido, en muchos hogares modestos se consume menos pan y la carne ha desaparecido, cuando se observa más público en las tiendas de ropa usada, en lugar de las zapaterías se acude a las reparadoras de calzado, y se advierte que las bencinas han subido en un 30% en un año, lo que encarece el transporte de pasajeros y de carga, se esperaba un aporte significativo por parte del Ejecutivo a los sectores vulnerables que a estas alturas constituyen mayoría.
Las cifras son claras: el IPC de junio – el oficial – aumentó en un 0,9% respecto al mes anterior que ya venía muy alto, con lo cual la inflación se ha incrementado en un 7,1% en lo que va del año y en 12,5% en los últimos 12 meses. Hoy el costo de la vida es el más elevado en 28 años, desde junio de 1994, lo que equivale a la ruina de los modestos presupuestos hogareños en barrios y poblaciones populares.
El implacable proceso inflacionario es otro duro golpe para millones de hombres y mujeres en el desamparo. Gran parte de ellos están fuera de la actividad laboral, no han encontrado trabajo estable ni formal o han sido despedidos, de modo que no cuentan con ingresos fijos sino con deudas, carecen de estabilidad y no cuentan con expectativas futuras, porque lo único concreto es la incertidumbre instalada desde la dictadura hasta hoy.
La carestía de todo cuanto es de primera necesidad agrava la crisis generalizada en que se va sumando una calamidad tras otra, en los planos sanitario y social: la pandemia del coronavirus ya va en su quinta ola, ha aparecido la viruela del mono y van en aumento las enfermedades respiratorias. A ello se agregan las patologías sociales propias del modelo neoliberal, como la pobreza de las mayorías, las irritantes desigualdades, la falta de oportunidades y el endeudamiento con el mercado.
El actual gobierno no es responsable de las lacras dejadas por la dictadura y los 30 años de fracasos de las dos derechas adscritas al mismo sistema antipopular. Sin embargo, es tiempo de empezar a sacudirse con decisión para despojarse de cualquier vestigio heredado forzosamente de los tiempos pasados que solo trajeron a la gente sencilla una gran frustración.
Obviamente tampoco este gobierno determina los precios internacionales ni las fluctuaciones del dólar. No obstante, es necesario tomar medidas a la brevedad para poner a salvo al pueblo de la hambruna y la miseria que lo amenazan si la actual situación se prolonga y llega a convertirse en 2023 en la temida recesión que se prevé.
Ahora no hay más retiros de fondos previsionales ni ingresos familiares de emergencia de tipo universal y por varios meses, sino que lo que se envió como proyecto al Congreso es acotado y focalizado. Junto con la extensión del IFE laboral y del permiso postnatal parental lo anunciado es un bono de invierno de 120 mil pesos, por una sola vez, para 7,5 millones de personas, esto es menos de la mitad de la población.
“Estas son cifras prudentes”, sostiene el ministro de Hacienda comparando con el conjunto de ayudas y medidas que hubo anteriormente, cuando la pandemia se encontraba en alto nivel de contagios. Lamentablemente, gran parte de los miles y miles de empleos que se perdieron no han sido recuperados, la cesantía agudiza la crisis y quizás sacrificar parte de esa prudencia sería lo más conveniente para la masa de chilenos que lo pasan mal.
Mientras se aguarda la implementación de un sistema de seguridad social que proteja efectivamente a la gente sin recursos en la eventualidad de verse afectada por circunstancias adversas, con eficiencia y a tiempo, el bono de invierno llegará cuando haya transcurrido ya más de un mes del comienzo de la estación de la lluvia y el frio. Ello no se previó antes, en abril o mayo, cuando ya las alzas eran desmesuradas.
No se sabe hasta cuándo la inflación mantendrá su implacable tarea devastadora contra el pueblo indefenso, el que sigue esperando un mayor y sostenido respaldo de parte del gobierno al que ayudó a ganar, holgadamente, hace solo unos meses. En Chile hay mucha plata, pero hay que distribuirla con equidad.
Por Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso