Chile al Día Opinión e identidades

Droga de la conformidad

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La extensión de la pandemia del coronavirus, nos lleva a pensar sobre su origen. Surgen las sospechas, si de verdad se trata de un virus mortal o es una invención, destinada a controlar y sofocar las protestas. En octubre de 2018, en la culta Francia, surgen los “Chalecos amarillos”, que en nada se parecen a los amarillos de Chile. Los nuestros, son de pacotilla, almibarados y serviles, adoradores del becerro de oro, es decir, de la oligarquía. Rezongan desde las oficinas de las grandes empresas y escriben en las páginas amarillas de El Mercurio.

En cambio, los genuinos amarillos, oriundos de Francia, salen a las calles a protestar, debido a la carestía de la vida, la cesantía y los abusos del gobierno. Francia se estremece hasta sus cimientos y el ejemplo de estas manifestaciones, contamina a otros países de Europa. Se extiende el descontento como el azogue. En días, contagia a Holanda, Bélgica, Alemania, Italia y España. Tambalean las naciones, donde se privilegia el capitalismo salvaje, y también en aquellos, donde lo disfrazan de progresista.

Las protestas rebotan en América Latina. Y en Ecuador, duran 12 días. El pueblo se vuelca a las calles y el renegado Lenin Moreno, presidente del país, se ve acosado. Tambalea su gobierno entreguista y se salva de milagro, de no ser arrollado por la marea popular. A Chile, llega el vendaval de las protestas, que se extienden por más de tres meses y el país, se ve agitado de extremo a extremo. En Santiago, dos millones de personas copan las calles, en una protesta inédita. Sebastián Piñera ha engañado a Chile. Quienes se niegan a pagar el pasaje del Metro, aumentado en 30 pesos, da inicio a manifestaciones, jamás vistas en nuestro país. “No son 30 pesos, son 30 años de abusos”, alega el pueblo. El gobierno, los dueños de Chile, se ve acosado. Por momentos, Sebastián Piñera, al sentir el asedio y sin ideas destinadas a evitar su derrocamiento, acusa que detrás de estas protestas, hay terroristas extranjeros, y su cónyuge, alega que también hay alienígenos. A punto de producirse el derrumbe del gobierno, el metro de la ciudad de Santiago, es atacado y destruido por estas fuerzas foráneas, vengan de otros países o de planetas cercanos.

En Colombia, las protestas alcanzan cifras desconocidas en esa región, y son millones quienes acosan y acusan al gobierno de derecha, por su incapacidad para gobernar. El presidente Duque, rebajado a su condición de vasallo, responde utilizando la fuerza y ahoga las protestas, como se estila en aquellas regiones. Los sirvientes de las oligarquías, conocen al dedillo, las viejas recetas para controlar el poder. El mundo se convulsiona.

Y como si fuese una extraña coincidencia, el 17 de noviembre de 2019, aparece el primer paciente, contagiado por una enfermedad respiratoria, que puede llevar a la muerte. La cual se propaga por el contacto entre las personas. Fin a las protestas, fuesen pacíficas o violentas, y a quedarse en casa, encerrado por meses o años. Nada de reclamar a partir de este momento crucial. Urge volver a la condición de borrego, la única que va a ser tolerada por los gobiernos, cualquiera sea su orientación política.

Entonces, había que empezar a vacunar a la población mundial, con una droga llamada de la “Conformidad”, destinada a templar la rebeldía. Crear ciudadanos zombis, adocenados y carentes de espíritu crítico. Manada fácil de manipular y controlar por los gobiernos y las instituciones que los sostienen. Así, los indicios de anarquía y rebelión, que empezaban a brotar en la sociedad, se aplacaron a tiempo y el mundo vuelve a ser el de siempre. Guerras para mantener el poder. Guerras, dirigidas a satisfacer los mercados de las armas, de las drogas en una Santa Alianza, destinadas a someter a la humanidad.

En breve, escribir, criticar y expresar opiniones ajenas al decálogo de quienes gobiernan, constituirá un flagrante delito. Se aproxima, aunque nos subleve, el fin de la libertad.

 

Por Walter Garib

 

 

Escritor

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