La vida cotidiana en un país de la OTAN
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Tengo miedo, mucho miedo. Me siento atacado por todos los flancos. Chinos, rusos, radicales, musulmanes terroristas, chavistas, comunistas. Inmigrantes ilegales provenientes de África, Asia y América Latina. Camino indefenso. Entro en pánico, en estado de shock. ¿Quién nos puede proteger de semejante enemigo? ¿Existe algún superpoder? Por suerte, los medios de comunicación me informan, tengo un amigo, un aliado al cual menospreciaba. Hoy, le debo mostrar pleitesía, es el guardián de la guerra, puedo sentirme seguro. Sin saberlo, reconozco sus siglas: OTAN. Puedo respirar tranquilo. No hay nada que temer.
Hoy paseo por la calles de Madrid sin peligro de ser atracado por rusos, chinos o bielorrusos. La OTAN se encarga de velar por nosotros. Sus responsables, me dicen que el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, es un demócrata consumado, un adalid de la libertad de expresión. Me señalan que el gobierno polaco, encabezado por Andrzej Duda, es un amante de las libertades. Un digno representante de los valores de Occidente que acoge a cientos de miles de refugiados ucranios, que huyen de la invasión rusa. Me informan que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se suma a la lucha por defender la democracia y abre sus fronteras a los ucranios.
La OTAN está de regreso y Estados Unidos es su mascarón de proa. Nos protege del eje del mal. Ahora deben reunirse para diseñar el futuro. Madrid les acoge. Nuevos socios y cientos de millones de dólares en armamento a lo cual sumamos la propuesta de ampliar sus fronteras, cubriendo el Sahel en el flanco sur. Es decir enviar tropas a Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea. Son las fuerzas de despliegue rápido de la OTAN, cuyos integrantes pasarán de 40 mil a 300 mil soldados. Ocupar el Sahel les permitirá adueñarse de materias primas, tierras raras, combustibles fósiles a la par que ser muro de contención a la inmigración ilegal
. Todo este esfuerzo, nos recalcan, es por nuestra seguridad. Para ello, nos apuntan que Europa y Estados Unidos invertirán en dichos países una cantidad cercana a los mil millones de dólares para su desarrollo. Así, no saldrán de sus naciones. La felicidad me embarga. En Madrid, la OTAN muestra su poderío. 50 millones de euros en seguridad. 40 mil miembros de las fuerzas de seguridad desplegadas. Control de carreteras, radares, brigadas antiterroristas en las cloacas, francotiradores en los hoteles, drones, cierre de espacio aéreo, aviones de guerra surcando los cielos, zonas de exclusión. Todo por la paz y la seguridad.
Pero al instante dudo. Estoy confuso. Hace un año, los mismos que hoy dicen blanco, ayer decían negro. Los rusos eran amigos, los gobiernos de Polonia y Hungría, ultraconservadores, xenófobos, racistas y homófobos. Nos abrumaban con noticias sobre la persecución de las minorías sexuales LGBT+, la represión a los movimientos sociales y su condición de euroescépticos. Asimismo, me informaban que los suecos eran neutrales al igual que los finlandeses. Las noticias sobre Ucrania no eran muy disímiles. Zelensky, era un hombre gris, corrupto, en manos de la oligarquía. Un títere.
Necesito ir al sicoanalista. Mis amigos, ahora son mis enemigos y mis antiguos enemigos son ahora mis amigos. Debo digerir que los rusos son responsables de todos los males que afectan a Europa y el mundo. Inflación, desempleo, crisis alimentaria. Son culpables y deben recibir su merecido. No forman parte de nuestro mundo, hay que expulsarlos de los países democráticos de nuestra Europa comunitaria y atlantista. Sus bienes deben ser expropiados. Hay que someterlos a escarnio público. ¡Rusos fuera! Y me advierte: no te olvides de los chinos. La terapia funciona. Me siento liberado y orgulloso de vivir en un país de la OTAN. El sicoanalista lo paga el ministerio de Defensa. Ahora entiendo todo.
Por Marcos Roitman Rosenmann