Francia, la esperanza de Colombia
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En 214 años de historia de la República, por primera vez, una mujer afrodescendiente, feminista y de origen humilde, asume la vicepresidencia de Colombia, un país donde nunca una fórmula declarada de izquierda llegó a la Presidencia. En varios casos, porque el homicidio del candidato frustró el intento.
Francia Elena Márquez Mina, la vicepresidenta electa, sería quien despertó y capitalizó la esperanza de las y los votantes incrédulxs, quienes hicieron gran parte de la diferencia y quien inclinó la balanza en la segunda vuelta, cuando se veía muy difícil sumar los votos que hacían falta para alcanzar el 50% + 1 que la llevaría, junto a Gustavo Petro, a gobernar por los próximos cuatro años.
Ella encarnó la ilusión, el anhelo, para movilizar a las y los descreídxs, a la gente que pensaba que todos los representantes de la mal calificada como “clase política” eran más de lo mismo, y que su vida seguiría igual. Gustavo Petro no habría tenido muchas opciones para crecer en su votación si no hubiese tenido a Francia Márquez como su compañera de fórmula para gobernar.
Francia se convirtió en la esperanza de una buena parte de las personas que pertenecen a los sectores que tradicionalmente no asisten a las urnas en el país. Ella es una de lxs suyxs. Francia es la esperanza de esos sectores en Colombia.
Al finalizar la primera vuelta, el Pacto Histórico, que representan Petro y Márquez, encabezaron el balotaje con el 40,34% de los votos, le faltaban 10 puntos porcentuales; Rodolfo Hernández, el candidato que les siguió y su opositor en la segunda vuelta, junto a Marelen Castillo como fórmula vicepresidencial, obtuvo el 28.17 % de los votos, desplazando al representante del Uribismo, Francisco ‘Fico’ Gutiérrez (23,94%). Atrás quedaron Fajardo, con el 4,18%; Jhon Milton Rodríguez, con el 1,28%; Enrique Gómez con 0,23%; Ingrid Betancourt, con 0,07%, y Luis Pérez con 0,05% de las preferencias.
Sólo sumando los votos del uribismo, si hubiera votado el mismo número de personas que en la primera vuelta, Hernández habría alcanzado el 52% de las preferencias y estaría celebrando su triunfo.
Pero algo pasó que alteró el curso de la matemática sencilla.
Históricamente ha habido una abstención que bordea el 45%. Y en esta segunda vuelta fue de poco más del 40%. El aumento de votantes fue de 1.257.568 personas, menos de la mitad de los 2.753.245 que se sumó a la dupla ganadora. Se puede suponer que la diferencia se debe a la gran mayoría de los votantes de los candidatos que quedaron en cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo lugar: 1.230.993.
Aún así, las cifras no calzan. Eso obliga a suponer que cerca de 400 mil de los votos que aumentó en relación a la primera vuelta debieron provenir de la derecha más dura, dado que también se generó una suerte de decepción respecto de la falta de estabilidad económica que provoca el deterioro de la imagen de Rodolfo Hernández, quien habría pasado de ser un bufón curioso y divertido, a un personaje imprevisible y visceral que no genera confianza para las relaciones económicas.
LA APUESTA DE “LOS NADIE”
Pero más allá de los números, acá sucede algo que apela a que en la política vuelvan a caber los sueños. Lo relevante está en lo que representa este ascenso de la fórmula gobernante. Como expresó Francia Márquez en 2021, cuando aún era precandidata a la Presidencia dentro del Pacto Histórico, dijo que esa aspiración representa “atrevernos a imaginar lo posible en un mundo de imposibilidades, en un mundo de negaciones”.
Soy porque somos es el movimiento político que llevó a Francia Márquez Mina al Pacto Histórico, que hace referencia a la filosofía Ubuntu, de origen africano, y apela a la construcción colectiva, y reconoce a los seres humanos como parte de un todo, como parte de la naturaleza. Soy porque somos, es una apuesta de vida pensada en colectivo”, ha sostenido la vicepresidenta electa.
La desafección con las élites económicas por un lado, y la distancia con la política tradicional por otro, cuestionadas desde las organizaciones sociales y en las grandes manifestaciones de 2019 y 2021, fueron un caldo de cultivo para pensar que era posible llegar a la Presidencia. En el país del realismo mágico, pensar en “vivir sabroso”, como dice Francia Márquez, es posible y la gente que no votaba, aquella gente que por décadas había perdido la esperanza, se movió y se convirtió ese deseo en intención y manifestación de voto.
Francia Elena Márquez Mina nació en el corregimiento de Yolombó (municipio de Suárez). Hija de una partera, agricultora y minera, y de un obrero y agrominero, tuvo al primero de sus dos hijos a los 16 años y lo crió como madre soltera.
Ha trabajado desde su adolescencia en diversas actividades. Desde minera del oro en su natal municipio, o trabajadora de casa particular en Cali (capital del Departamento de Valle del Cauca). Luego de obtener un título de técnica agropecuaria, hizo carrera en la defensa medio ambiental, donde se ganó el respeto de sus pares llegando a obtener varios premios y se posicionó como un referente.
Posteriormente se graduó de abogada en 2020. Ella representa el esfuerzo, y la conciencia de miles de personas que se identificaron con su historia, con su sencillez y alegría, que representa parte de la idiosincrasia del pueblo colombiano.
En su trayectoria se cuenta la Defensa del río Ovejas (1994-1997); en el 2009, en el municipio de Suárez, inició un proceso de protesta para evitar que las comunidades afrodescendientes del Consejo Comunitario de La Toma, fueran desalojadas forzosamente de un territorio ancestral; entre 2013 y 2016, fue nombrada representante legal del Consejo Comunitario de comunidades afrodescendientes del corregimiento La Toma; en 2014, participó en la mesa interétnica e intercultural del Norte del Cauca desde la cual se le exigió al Gobierno Nacional detener la minería ilegal y el otorgamiento de títulos mineros sin consulta previa en territorios étnicos.
En 2014 fue una de las lideresas que organizó La Marcha de los Turbantes, a la que se unieron alrededor de 70 mujeres afrodescendientes que usaban esa indumentaria que identificaban su origen étnico, también conocida como “Mujeres Negras por el Cuidado de la Vida y los Territorios Ancestrales”. La marcha partió el 17 de noviembre del corregimiento de La Toma, en Suárez, con 15 mujeres lideradas por Márquez Mina, durante el recorrido se unieron mujeres de otros municipios del norte caucano (Santander de Quilichao, Buenos Aires, Guachené y Caloto 21) y llegaron a Bogotá el 27 de noviembre luego de recorrer como 600 kilómetros a pie.
En el año 2018 fue distinguida con el Premio Medioambiental Goldman, comúnmente conocido como “el Premio Nobel del medioambiente”. Figuró en diversos medios de comunicación mundiales como “la mujer que puso en jaque a la minería ilegal y a las represas en Colombia”.
Su imagen y trayectoria, según afirman analistas y gente de a pie, albergó la confianza y en menos de un mes la desesperanza perdió terreno. La apuesta consistió en demostrar que el Pacto Histórico representaba un cambio real. No sólo era cuestión de ideología, sino también un asunto de realidad, que recogiera por fin el sentir de la gente y que “los nadies”, como les llama Francia Márquez Mina, sintieran que esa otra Colombia es posible.
Ella habría ayudado a despertar de la inacción a un millón 250 mil personas que hicieron la diferencia en la segunda vuelta, que se concretó el recién pasado domingo 19 de junio.
El electo presidente Petro, en su discurso de salida, señaló que hay tres ejes en los que se apoyará el Gobierno de Pacto Histórico: “primero la paz, segundo la justicia social, tercero la justicia ambiental”, y convocó a la oposición a construir un “Acuerdo Nacional”. Es de suponer que en eso Francia tiene mucho que decir y hacer, y debería tener protagonismo en los tres aspectos.
Todo el movimiento que se ha generado para alcanzar la Presidencia, con 0,48% por encima del 50% en la segunda vuelta, hace presagiar que se requiere de una ciudadanía que acompañe los procesos, y siga construyendo el proyecto político, porque la oposición será férrea. Los personalismos son parte de lo que se debe erradicar, lo que se requiere es que la ciudadanía se involucre en organización y colectivo. Sin eso es muy probable que cualquier esfuerzo será infructuoso.
Después de 214 años de historia, por primera vez, la llamada izquierda llega al poder. Ejercerlo con un enfoque inclusivo, social, feminista, y más acorde con las demandas de la calle, que se distancia de esa disputa tradicional, es el desafío para que al cabo de estos cuatro años se genere continuidad. Hacerlo bien, responder a ese anhelo y esperanza, será determinante para lo que ocurra en los próximo 30 o 40 años, para comprobar si de verdad es posible “vivir sabroso” en Colombia.
Twitter: @Cesar_inBH
Reproducido en el Clarín con la autorización del autor