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Colombia: Para que la dignidad se vuelva costumbre

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El cambio que plantea Petro y el Pacto Histórico busca recuperar al país de la crisis económica, social y humanitaria y plantea medidas concretas para superarla

 

Más allá de los estrechos círculos palaciegos, existe amplio consenso en cuanto al desastre que representó este gobierno. Además de ponerse al servicio incondicional del Ubérrimo, superó con creces todos los récords de ineptitud, indolencia, torpeza, intriga y servilismo. Hizo del cinismo su divisa y en esto no dejará de lucirse hasta el último día de su mandato.

 

Rompió con el estado de derecho, concentró todos los organismos de poder, favoreció a sus amigos banqueros, defendió y propició el saqueo de los recursos del Estado, saboteó el acuerdo de paz, impulsó la respuesta criminal a la protesta social, se disfrazó de policía, avaló las masacres del Ejército, viajó por el mundo con sus allegados y no se cansó de hacer el ridículo internacional.

Sin embargo, a partir del poderoso estallido social del año pasado, el país ya no fue el mismo. El conflicto está ahí latente porque Duque y su coalición no entendieron nada. Siguieron en la misma tónica de exclusión a las amplias mayorías.

Por ello, la lucha por la defensa de la vida y la respuesta del Estado es prioritaria. Este es el cambio que ganó en la primera vuelta.

El cambio no puede ser un retroceso. El desparpajo y lenguaje soez del ingeniero, su misoginia, la “delicia” que experimenta exprimiendo a los pobres “hombrecitos”, su desconocimiento del Estado y del país, la imagen de su mamá nonagenaria con el arma en la mano, no pueden ser el cambio. Solo esconden la profundización del mismo proyecto que hizo agua.

El menosprecio del papel de la mujer y los términos con la que se refiere a ellas: putas, prostitutas, ponen en evidencia que un eventual gobierno suyo representaría la pérdida de sus conquistas y derechos y el reforzamiento de las estructuras patriarcales.

Por ello, las organizaciones de mujeres nos pusimos en la tarea de desenmascararlo, de develar lo que esconde esa pretendida imagen de viejito bonachón. “Mi campaña queda en manos de las mujeres”, señaló Petro. Sus propuestas son claras y precisas: sistema nacional del cuidado, titulación de tierras para las campesinas, combate a todo tipo de violencia contra la mujer, subsidios a madres cabeza de familia.

La lucha contra la corrupción, con la que se presenta el ingeniero, no puede liderarse sino con ejemplo y políticas concretas. En este campo como en los demás, no pasa de la consigna, porque él solo sabe de negocios con el Estado. Está a punto de ser juzgado por un grave escándalo de corrupción y tiene varios procesos disciplinarios en Procuraduría.

Por lo demás, su foto reciente desde Miami con Uribe, el otro gran imputado, es muy diciente sobre las perspectivas de cambio y lucha contra la corrupción que traería su gobierno. La continuidad del modelo económico al servicio de los grandes banqueros tampoco está en juego con él. Su acercamiento a ellos es más que evidente.

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Durante 20 años Gustavo Petro ha arriesgado su vida y su familia por denunciar la corrupción

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Por el contrario, durante 20 años Gustavo Petro ha arriesgado su vida y su familia por denunciar la corrupción. Sus debates en el Congreso y en campaña le apuntan al fondo del problema.

El cambio que plantea el Pacto Histórico busca recuperar al país de la crisis económica, social y humanitaria y plantea medidas concretas para superarla: una fuerte inversión pública y social en el campo y la ciudad, apoyo a los campesino/as y compra de cosechas para abaratar los alimentos y llevarlos a los sectores más empobrecidos de la sociedad.

Promueve la reactivación de la industria y el apoyo a las pymes y mipymes. De nada sirven las cifras infladas de crecimiento que presenta Duque si no se genera empleo.

Un país que incorpore al desarrollo social a regiones y territorios históricamente abandonados por el Estado. Aquellos sitios en donde imperan los grupos armados ilegales, en connivencia con altos mandos del Ejército.

¿Cómo lograrlo?  Nada será fácil, pero vamos a hacerlo mediante mecanismos institucionales y legales, la aprobación de leyes y la implementación de políticas públicas favorables a este cambio. La movilización social será imprescindible en todo el proceso.

¿Con qué recursos? Se requieren algunas reformas que reduzcan las ganancias del selecto club de los más ricos de los ricos del país. Una reforma tributaria que, a diferencia de las anteriores, grave sus enormes ganancias. El fortalecimiento de Colpensiones va en el mismo sentido.

Todo ello se hará sin expropiar a nadie y cuidando las finanzas del Estado, controlando el déficit fiscal y la deuda externa, precisamente lo que no hizo el aprendiz Duque.

El incremento sustancial del presupuesto de la educación pública es ineludible. Para millones de jóvenes que nada tienen, el acceso masivo a la educación superior es la única posibilidad de mejorar las condiciones de vida. Se requiere también reformar la Ley 100 y fortalecer de la salud pública.

El nuevo gobierno debe propiciar las condiciones para que las mayorías excluidas puedan llevar una vida digna. Hasta que la dignidad se vuelva costumbre, dice Francia, quien encarna todas las exclusiones. De eso se trata el vivir sabroso. Este domingo están en juego el presente y el futuro del país.

 

Por Consuelo Ahumada

Fuente: Las 2 orillas

Publicado en El Clarín con autorización de la autora

Ph.D Ciencia Política con énfasis en Estudios Latinoamericanos, New York University. Profesora Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad Externado de Colombia. Miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, ACCE e integrante de su Mesa Directiva. Miembro de la Asociación Colombiana de Economía Crítica, ACECRI.

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