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Telescopio: el Partido Socialista y memorias tangueras

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“La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser…” dice la estrofa de uno de los famosos tangos de Gardel; frase que le he escuchado a un amigo en mis visitas a Chile. Siempre con un sentido irónico respecto de algunos personajes o sucesos del ahora lejano país. Por cierto, se la puede interpretar de muchas maneras, según la ocasión. El tango, nacido de la inspiración de ese gran artista, no puede ser más adecuado –en su título, Cuesta abajo— en estos días cuando el Partido Socialista, a las pocas semanas de haber cumplido 89 años de vida, tuvo también sus elecciones internas.

Curiosas y contradictorias facetas las que presenta este viejo protagonista de la escena política chilena. Al interior de la izquierda es, sin duda, la formación política más fuertemente asociada a lo que pudiéramos llamar la “esencia de la chilenidad”, algo así como una versión política del Colo Colo (y coincidentemente, ambas entidades fueron fundadas un mismo día: 19 de abril; en 1925 el club, y en 1933, el partido). El hecho que por la mayor parte de su historia, el PS rehusara afiliarse a cualquier referente internacional –fuera la Internacional Comunista, asociada entonces a los lineamientos de Moscú, o la Internacional Socialista de tinte socialdemócrata– reafirmaba ese carácter profundamente nacional del partido fundado por Marmaduke Grove, Eugenio Matte y Oscar Schnacke. Esa identidad chilena, sin embargo, no le imprimía un carácter nacionalista estrecho, por el contrario, desde un comienzo adhirió a una fuerte corriente latinoamericanista, reflejada en el símbolo de su logo, un mapa de América Latina con un hacha indígena, testimoniando así también su compromiso con la herencia autóctona del país y del continente.

El Partido Socialista ha sido siempre percibido como un “partido de izquierda” y para sus militantes de base, esa identificación con un proyecto revolucionario es parte de la esencia del “ser socialista” aunque no siempre se profundice más en esa generalmente aceptada esencia. Esto, a su vez, lleva a la manifiesta contradicción en que por una parte se repite ritualmente el legado de Salvador Allende y se rinde homenaje a los mártires de la lucha contra la dictadura –el más reciente, dar el nombre de Carlos Lorca al próximo Congreso del PS– mientras, por otra parte, sus dirigentes en cuanto pueden, tratan de guardar distancia con lo que significó el proyecto de la Unidad Popular, generalmente aludiendo a que “no van a cometer los errores en que entonces el partido incurrió”. Es como si se sintieran incomodados y avergonzados por la asociación del partido con lo que fue el proyecto más audaz de transformación de Chile: “la vergüenza de haber sido… ¿tan revolucionarios? ¿simplemente revolucionarios? ¿proponentes de la consigna de ‘avanzar sin transar’?” Ahora mismo, algunos han tratado de defender las vacilantes y a veces abiertamente reaccionarias posturas de algunos convencionales socialistas, con el argumento de que si se es muy izquierdista se corre el riesgo que la gente rechace el proyecto constitucional.  No se quiere volver a sentir la “vergüenza” de haber hecho propuestas revolucionarias que pueden resultar en que el PS sufra una nueva derrota tan dura como el golpe de 1973. ¿Para qué ser “perdedor” cuando se puede ser “ganador” simplemente siguiendo las reglas del juego, que sabemos, las manejan los que tienen el poder, pero que, mientras los dejen disfrutar de una buena vida como parlamentario o alto funcionario, no es, al fin de cuentas, una tan mala vida. Por cierto, cuando hay la oportunidad de decir algún discurso, siempre habrá palabras de recuerdo “muy sentido” para el Gran Presidente y para todos esos valientes mártires del socialismo en su lucha contra la dictadura. Sin olvidar tampoco alguna mención a la abismante desigualdad en la sociedad chilena, desigualdad que hace ya tiempo sólo conocen de oídas pues sus salarios son bastante reconfortantes.

Por el contrario, la segunda parte de la estrofa, “el dolor de ya no ser…” sólo la sienten los militantes de base, los héroes olvidados de la resistencia discreta, los que siguen creyendo en la lucha “contra el presente vergonzante”. El dolor de que el otrora glorioso Partido Socialista ya no es lo que alguna vez fue.

Nada hace más patente esta contradicción entre un partido que en el imaginario popular es aun percibido como “la más auténtica expresión de la izquierda chilena”, con el resultado de las recientes elecciones internas en las cuales la lista ganadora y que por lo tanto controlará el comité central y su mesa directiva, está constituido por la misma costra burocrática que se impuso más o menos desde los tiempos de la Concertación y que se mantiene en el poder mediante el uso de prebendas que el partido puede manejar y distribuir entre sus miembros. En otras palabras, el Partido Socialista, de ser un partido de militantes (“hombres y mujeres libres que deciden dedicar su vida a la lucha por sustituir el sistema capitalista por una sociedad socialista”) se ha convertido en un partido clientelista, en el cual sus miembros se espera que voten disciplinadamente por quienes sus dirigentes les digan, porque al fin de cuentas a ellos les deben algún puesto burocrático o algún favor en el municipio donde el alcalde es un compañero del Partido.

La lista de los “triunfadores” contiene irónicamente a prominentes miembros del ala más derechista del PS, algunos, como Camilo Escalona, podrían sentirse cómodos en la Democracia Cristiana (y quizás en su ala más conservadora) ya que por lo menos los DC, por ahora al menos, apoyan la opción de aprobar la constitución que actualmente elabora la Convención Constitucional. Escalona en cambio, había advertido ya hace unos años, que aquellos que querían una nueva constitución estaban “fumando opio”. Fidel Espinoza –otro de los notables de la lista ganadora–  ha ido más lejos y simplemente ya ha dicho que votará por el Rechazo. Se espera que Paulina Vodanovic, será la nueva jefa del PS, ella es hija de Hernán Vodanovic, ex senador socialista y ex miembro del Tribunal Constitucional, a quien conocí en la Escuela de Derecho en 1963 como miembro del Grupo Universitario Radical (GUR) y ferviente partidario del entonces abanderado presidencial del llamado Frente Democrático, el radical Julio Durán (quien aseguraba que si ganaba Allende en las elecciones de 1964, habría “cuajarones de sangre”). La alusión a lo “democrático” parece ser compartido por Paulina, quien gusta hablar del “socialismo democrático” una expresión muy usada en círculos de Estados Unidos y Europa, pero completamente ajena a la tradición del PS chileno. El socialismo por definición es democrático, no necesita andar agregándose el apodo. Naturalmente, el apelativo es para supuestamente diferenciarse de otros socialismos que no serían democráticos: Cuba, el cual Alfonso de Urresti, también de la lista ganadora, ha atacado, y seguramente Venezuela también. Los Vodanovic siempre fueron fervientes anticomunistas, y seguramente en ponerle gratuitamente el apellido de democrático al PS y su aliado PPD, también quieren separar aguas respecto del Partido Comunista. Una maniobra de mala fe, por cierto, ya que sin negar las diferencias que el PS mantuvo históricamente con el PC, fue gracias a la fructífera alianza de esos dos partidos de raigambre obrera, que la izquierda chilena obtuvo sus más significativos logros.

Vuelven a mi memoria algunas frases de tango: “¡Que tiempos aquellos…veinticinco abriles, volver a tenerlos…” dice el tango de Manuel Romero. Cuando el PS cumplía 25 años en 1958 se vivía justamente el primer fruto de la unidad de los partidos de la izquierda, cuando Salvador Allende obtuvo el segundo puesto en las elecciones presidenciales de ese año, perdiendo sólo por la maniobra de la derecha que financió la candidatura divisionista del “Cura de Catapilco” Antonio Zamorano Herrera. Curiosamente, si entonces hubiera habido segunda vuelta, Allende seguro hubiera ganado ese año ya que los votos dispersos de Zamorano Herrera, más votos radicales y probablemente de la propia DC le habrían hecho superar a Jorge Alessandri. Sin duda hubiera sido un gobierno mucho menos ambicioso que el de 1970, recuérdese que a ese momento ni siquiera había ocurrido aun la Revolución Cubana. La experiencia izquierdista más importante había sido el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, ahogado en sangre, “gentileza” de los conocidos de siempre: los militares golpistas al servicio de Washington. Por cierto, no es de descartar que igual suerte hubiera podido correr ese temprano hipotético gobierno de Allende.

Pero no es el camino de la política-ficción el que quiero seguir en esta nota, por lo que regreso al PS de hoy y a las analogías tangueras: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor /
Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador / Todo es igual, nada es mejor / Lo mismo un burro que un gran profesor…” nos recuerda ese inmortal Cambalache, de Enrique Santos Discépolo. Las alusiones pueden ser demasiado obvias como para necesitar explicitación. Precisamente un gran profesor, Eugenio González Rojas, figura emblemática del Partido Socialista, refiriéndose a su fundación dijo: “un partido político nuevo aparece en el seno de una sociedad democrática cuando responde a los intereses y a los anhelos de un sector social sin cabal expresión en los organismos existentes…El Partido Socialista emerge, entonces, como producto natural de las circunstancias económico-sociales… con el propósito de reconstruir la economía y afirmar una nueva moral.”  A quienes les gusta “hacer gárgaras” con la palabra democracia al punto de agregársela arbitraria e innecesariamente al nombre del Partido, es interesante recordar otra intervención del gran profesor González: “…el socialismo es revolucionario y creador, y, al mismo tiempo, profundamente democrático”. Conceptos que también explica en estos términos: “La condición revolucionaria del socialismo no depende de sus métodos empleados para alcanzar sus objetivos, sino de la naturaleza de su impulso histórico dirigido a un cambio radical en el régimen de propiedad y en la forma de convivencia”.

Sin duda que las anteriores son palabras que sería interesante que los militantes de este histórico partido volvieran a escuchar y valorar.  Por mi parte, este ahora viejo militante que pasó por los que fueron algunos de los años más felices de su vida, en esa maravillosa experiencia de mil días de la Unidad Popular, no puede menos que observar con ira y tristeza el estado actual del Partido de Grove, González, Allende y de sus combatientes y mártires, y los ecos de Discepolín vuelven con fuerza: “Igual que en la vidriera irrespetuosa / de los cambalaches se ha mezcla’o la vida…” y así, junto a los nombres de esos combatientes y del Gran Presidente, en esa vidriera ahora aparecen exhibidos personajes como aquel ministro en la época de la Concertación, que salió a defender a los McDonald’s, cuya calidad de comida había sido justamente cuestionada (con gran ignorancia de su parte, ya que aquí en Norteamérica los McDonald’s son sinónimo de comida barata y de mala calidad), o aquel otro, que siendo ministro aun con una mayor responsabilidad, se desveló por traer de vuelta a Pinochet, justamente detenido en Londres, y perdiendo con ello la única oportunidad de que el ex dictador fuera juzgado, o aquel que siendo presidente, por haberle cambiado un par de puntos y comas a la constitución de Pinochet, y ponerle su firma, quiso hacer creer a los chilenos que ahora tenían una constitución “democrática”.

Como el tango es un “sentimiento triste que se baila” quizás estas analogías entre el actual estado del Partido Socialista y esa expresión musical nos dejen también muy apenados. Quizás sea así y haya que ir pensando en el réquiem para el que una vez fue un glorioso partido. Trato de ser optimista y me quedo con la tantas veces repetida frase de Allende: sí, espero que en algún momento, nuevas generaciones, con el aliento distante de algunos de nosotros los “veteranos del 73”,  abrirán las grandes alamedas también en el propio partido del Gran Presidente, para que retome el rumbo hoy perdido entre las movidas de pasillos de una dirección a la que bien podríamos caracterizar como Nicanor Parra –en otro contexto– caracterizó a otros muy parecidos: “…unos tristes funcionarios / grises como las piedras del desierto…”

 

Por Sergio Martínez (Desde Montreal, Canadá)

 

 

 

 

Desde Montreal, Canadá

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  1. Felipe+Portales says:

    Todo indica que el PS, con su vergonzoso comportamiento en la Convención, ha sellado ya definitivamente su destino. ¡Y perdió una oportunidad histórica!, ya que la distribución ideológica de los convencionales la dejó con el fiel de la balanza.

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