Un héroe anónimo: El martirio de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo
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EXPLICACIÓN
El Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), en su sesión plenaria del miércoles 11 de mayo, aprobó, por unanimidad, la solicitud de declarar Monumento Nacional, en su categoría de Monumento Histórico, el Sitio de Memoria Ex Centro Clandestino de Detención y Tortura Nido 18, ubicado en la comuna de La Florida. Este hecho me motivó a reproducir uno de los pasajes de mi libro ’El ’75’, de próxima aparición —escrito como homenaje a todas las víctimas de la dictadura pinochetista—, con motivo de cumplirse el próximo año cincuenta años del golpe militar.
En ese centro de detención funcionó el llamado ’Comando Conjunto’ al cual hago referencia en el relato. Pero es válido señalar, además, que la vivienda, ubicada en Avenida Perú 9053, en el paradero 18 de La Florida, perteneció al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y fue usada como casa de seguridad para uno de sus militantes. En 1974 fue allanada por las fuerzas represoras de la dictadura, y ocupada por aquellas, especialmente, por el Comando Conjunto, desde abril a noviembre de 1975. Un cálculo aproximado señala que 35 hombres y mujeres fueron secuestradas y torturadas en ese recinto, del que hoy solo quedan restos de un portón[1].
EL RELATO
Hay grandes hombres de cuyos méritos, por regla general, da testimonio la Historia. Hay otros, sin embargo, que, poseyendo tales calidades, jamás la Historia los menciona, a pesar que sus actos de valor superan, a menudo, los ejecutados por quienes así fueron juzgados. Es el caso de ese humilde tornero de la industria ‘Arnat’, Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, en la ciudad de Santiago. El relato de una parte de su vida nos invita a reflexionar profundamente acerca de lo que sucedió bajo la dictadura chilena; y acerca de esos hombres valerosos que nos dejaron testimonio de su grandeza.
La jornada de trabajo era, en el Chile de Pinochet, extensa. Ávidas de engullir cuotas cada vez más elevadas de plusvalor para sí, las empresas extendían el horario de trabajo de sus operarios excediendo notoriamente las horas establecidas por la ley. Aquel 21 de agosto de 1975, la jornada que debía cumplir Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, tornero mecánico, empleado en la Industria «Arnat» —con domicilio en Los Nácares N°914, Población Santa Elena, Parcela 35, La Cisterna, Santiago, casado con Rosalba Mendoza Morales, y padre de dos pequeños hijos—, resultó extremadamente intensa y larga. Pero no era aquello lo que preocupaba al joven tornero en esos días, sino la circunstancia que la organización política a la que pertenecía (partido Comunista PC) le había informado de la captura de otros compañeros a quienes Miguel Ángel conocía. Y temía a la inevitable delación que tales capturas acarreaban. Por eso, cuando vio, ese día, de regreso a casa, como a las 23 ó 24 horas, ciertos sujetos que seguían tras sus pasos, en actitud sospechosa, se puso nervioso y apuró el tranco intentando llegar pronto a su hogar. En la declaración que haría Rosalba, su mujer, más tarde, se indicaría que el joven tornero
“Se veía muy agitado, y ante las preguntas de su esposa, le confidenció que en el trayecto había sido seguido por unos desconocidos que con certeza pertenecían a los Servicios de Seguridad, dado que había tomado conocimiento que un mes antes había sido detenido un amigo y sospechaba que podía haberlo denunciado”[2].
En los días siguientes, pudo confirmar Miguel Ángel sus sospechas: estaba siendo objeto de una celosa vigilancia que su cónyuge, preocupada de otras labores, no había advertido. Y fueron tantos sus temores y sobresaltos que, a pesar de ser contrario a contar tales sospechas a Rosalba para no intranquilizarla, se vio obligado a hacerlo.
Informar de semejantes circunstancias a personas que poco o nada pueden hacer para evitarlas sirve, indudablemente, para descargar las emociones; a la vez, para preparar a quien se le confía el secreto a enfrentar un hecho que, de todas maneras, va a acaecer. Pase lo que pase.
El 28 de ese mismo mes, Miguel Ángel Rodríguez Gallardo despertó como siempre lo hizo, temprano, muy de madrugada; se bañó, vistió, tomó su desayuno y salió, al igual que todos los días, de casa, a las 7 de la mañana, en dirección a su trabajo ubicado en calle Víctor Manuel N°1854. Sin embargo, jamás llegó a ese lugar. Los dos agentes de los servicios de seguridad de la dictadura, Manuel Agustín Muñoz Gamboa y Juan Francisco Saavedra Loyola, a quienes se les encargara la misión de vigilar sus pasos, habían estado cumpliendo fielmente las órdenes recibidas. Al ver al obrero sin compañía, se acercaron a él procediendo, de inmediato, a capturarlo. Luego de inmovilizarlo, lo introdujeron en uno de los vehículos que utilizaban para realizar la cacería. Sin embargo,
“[…] dos testigos presenciales vecinos del sector, le habrían manifestado a la señora Mendoza, haber visto a Miguel Ángel Rodríguez, conducido por los aprehensores, en los momentos en que era llevado e introducido a una de las furgonetas”[3].
El joven tornero mecánico, con su detención, inauguraba una nueva era en la labor de captura de los opositores a la dictadura pinochetista. Conducido por sus aprehensores a uno de los múltiples centros secretos de detención y tortura que estaban organizando los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas, iría a experimentar el espantoso rigor de la persecución a la disidencia política.
Del lugar primitivo al que había sido conducido, fue trasladado al llamado ‘Nido 18’, un inmueble del cual se apropiaron esos servicios, perteneciente a uno de los partidos políticos declarados ilegales por la dictadura (el MIR), ubicado en el Paradero 18 de Vicuña Mackenna, más precisamente, en calle Perú N° 9053. Allí sería bárbaramente torturado hasta que su rostro adquiriría el aspecto de
“[…] una calavera con piel”[4].
Detengámonos un momento para ampliar algunos aspectos a los que anteriormente hemos hecho referencia.
En 1975, los servicios de seguridad de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile se habían organizado en torno a una estructura de inteligencia denominado, precisamente, ‘Comunidad de Inteligencia’. La conformaban miembros de aquellas mismas ramas, especializados en tales labores. En ese organismo participaban, también, algunos civiles que, luego del golpe militar, habían emigrado de la organización derechista ‘Patria y Libertad’. Por ese motivo, también se le denominó ‘Comando Conjunto’ que, en sus primeros meses de vida y hasta 1976, funcionó en el edificio ubicado en Santiago Centro, calle Juan Antonio Ríos 6. No por otro motivo los miembros del grupo se referían al mismo bajo el nombre de ‘JAR 6’.
El organismo no operaba, sin embargo, en ese único lugar. Aprovechando el despojo que la dictadura hacía de las propiedades y residencias de los partidos y organizaciones simpatizantes del depuesto gobierno de la Unidad Popular, empleaba algunas de aquellas en el carácter de centros de detención y tortura en contra de esa militancia partidaria. No eran muchas; pero tampoco eran pocas, entre las que podemos consignar el llamado ‘Nido 18’, ubicado en el Paradero 18 de Vicuña Mackenna; aquel otro denominado ‘Nido 20’, en el Paradero 20 de la Gran Avenida, ambos centros
“[…] arrebatados a militantes de partidos políticos perseguidos […]”[5];
a la casa de Apoquindo; al hangar del Aeropuerto de Cerrillos; a la cárcel ‘La Prevención’, desde octubre/noviembre de 1975, también denominada ‘Remo 0’, ubicada al interior del Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina de la Fuerza Aérea de Chile FACH[6] y, finalmente, a las que fueran las dependencias del diario ‘El Clarín’, asignadas a Carabineros, centro de detención y tortura que se conoció como ‘La Firma’[7].
El funcionamiento de semejante organización era suficiente para desarticular cualquier posible oposición dentro del país. Sin embargo, la dictadura quería abarcar más, hacer más perfecto su trabajo y darle un carácter regional. Dicho ‘perfeccionamiento’ se logró entre el 25 de noviembre y el 01 de diciembre del mismo año 1975, cuando un grupo de oficiales de Ejército procedentes de varios países sudamericanos, se dio cita en la llamada ‘Casa de Piedra’, ubicada en el Cajón del Maipo, con la finalidad de dar vida y continuidad a una organización que tendría por objeto coordinar sus trabajos en la misión de exterminar a los opositores de las dictaduras latinoamericanas existentes en esos años. Participaron en calidad de fundadores de tal coordinación Jorge Casas por Argentina, Carlos Mena por Bolivia; Benito Guanes por Paraguay, José Fons por la República de Uruguay, y Manuel Contreras por Chile. Brasil no quiso incorporarse de inmediato sino decidió hacerlo en el carácter de observador adhiriendo, un año después (en 1976), en calidad de miembro, en tanto Perú y Ecuador lo hicieron en 1978.Según un analista,
“Se coordinaron para perseguir a los militantes de la izquierda activa. Compartían información para vigilar, secuestrar y hacer desaparecer a los resistentes a las tiranías, para mantenerlos en sitios clandestinos, centros de torturas y de exterminio”[8].
La coordinación se conocería, más tarde, como ‘Plan Cóndor’ o, también, como ‘Operación Cóndor’. Con la creación de esa criminal estructura culminaba, así, exitosamente, el viaje que hacía no mucho tiempo había realizado Manuel Contreras a Caracas.
A partir de su detención el 28 de agosto de 1975, Miguel Ángel Rodríguez Gallardo —también conocido como ‘Quila Leo’—, pasó a engrosar la larga lista de los llamados ‘detenidos desaparecidos’, pues nada más se supo de él luego de ese hecho. Sin embargo, todo comenzó a cambiar en los años posteriores, cuando algunos de los ex agentes de los servicios de seguridad comenzaron a entregar información acerca de la suerte corrida por los prisioneros políticos. De acuerdo a esas confesiones, se puede inferir que el joven tornero inició un largo y espantoso peregrinar por los centros de detención y tortura de la dictadura pinochetista hasta convertirse su cuerpo en ‘un esqueleto con ropa y su cara una calavera con piel’ de lo cual pudo dar testimonio Juan Bautista Sepúlveda Arancibia, también detenido en esos centros de la dictadura. Se sabe, así, que
“[…] el día de su detención, permaneció esposado y vendado en un edificio en calle Bulnes, Santiago, para en horas de la tarde ser llevado a un hangar en el Aeropuerto de Cerrillos, donde fue torturado y, durante el largo tiempo que permaneció prisionero, se le mantuvo encadenado de manos y pies, siendo trasladado a diferentes centros de detención ilegal y continuamente torturado […]”[9]
¿Qué hicieron esos degenerados con Miguel Ángel para que pudieran convertirlo en lo que ese testigo de su captura pudiera describir como ‘un esqueleto con ropa y tener por rostro una calavera con piel’? ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué espantoso delito cometió Miguel Àngel para que se le castigara de esa manera?
Así como al soldado que desprecia su vida, y no vacila en ofrendarla por su Patria, lo enaltece el juicio que sobre él formula su enemigo, también al hombre común que es capaz de soportar duros castigos lo eleva al pináculo de la gloria el reconocimiento que de sus actos hace quien ha sido el causante de su desgracia.
Nada podemos decir de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo que no sea recordar su condición de trabajador, de militante comunista, de compañero, de hombre luchador y de buen padre de familia. Por eso, la descripción que de él hace uno de sus verdugos, el ex-miembro de la Fuerza Aérea e integrante del autodenominado Comando Conjunto, Andrés Antonio Valenzuela Morales, enjuiciado, años más tarde, por sus crímenes en contra de los opositores a la dictadura de Pinochet, nos hace inclinarnos ante ese humilde tornero como se está frente a un hombre excepcional. Porque aseguró aquel sujeto que Miguel Ángel fue uno de los hombres más íntegros, inteligentes y valerosos que pudo conocer.
«[…] fue un prisionero al que llegué a admirar por su valor, fue respetado incluso por los mismos jefes nuestros, por su inteligencia, por su hombría. Murió por sus convicciones. Pensó que lo que hacía estaba bien. Nunca dijo una palabra a pesar de haber sido torturado muy duro, durante casi 4 meses. Nunca lo pudimos quebrar, en ninguna circunstancia, ni mental ni físicamente. Estuvo en un armario vendado; para que no se le fuera la mente buscaba dibujos en las tablas, se imaginaba situaciones. Estuvo tanto tiempo vendado, que llegó a desarrollar los sentidos del oído y del olfato más que nosotros. El cayó detenido poco antes de que florecieran los árboles y en el «Nido 20» había árboles, y un día nos dijo: «yo sé donde estoy, en el paradero 20 de la Gran Avenida, la sirena que suena y que da la hora yo la conozco». Parece que en su juventud había sido bombero en esa compañía. También reconoció el silbato de una fábrica que había por allí. El escuchaba y sacaba cuentas»[10].
Y, agregó, más adelante:
«Antes de eso lo tuvimos en un hangar, en Cerrillos, en el lado civil del Aeropuerto. Allí un día nos dijo que estaba detenido en Cerrillos. Nosotros le expresamos «¿cómo lo sabes?, puede ser Pudahuel o la Base Aérea El Bosque». «No» -dijo- «escucho todos los días las indicaciones que da la torre de control, y nunca han dado la salida de un avión de combate ni tampoco de pasajeros; tiene que ser Cerrillos. Así nos fuimos haciendo amigos de él. Cuando lo llevamos a Colina estuvo perdido un tiempo. Sabía que era un lugar donde se hacía instrucción, que era un Regimiento, porque escuchaba los conscriptos en la mañana, que trotaban y cantaban»[11].
Este notable hombre, poseedor de una lógica extraordinaria, fue trasladado a la Base Aérea de Colina en octubre de 1975 por un grupo determinado de personas, entre los que se encontraba su ex compañero de partido Carol Fedor Flores Castillo; junto al mismo estaban, igualmente, César Luis Palma Ramírez y el soldado Carlos Bratti Cornejo, además de otros agentes, como se consigna en las declaraciones de Valenzuela:
“En octubre de 1975, la víctima fue trasladada a la Base Aérea de Colina. Por antecedentes recibidos por esta Comisión se pudo determinar que tiempo después del Año Nuevo 1975-1976, el afectado y otros detenidos fueron introducidos en vehículos que llevaban utensilios para cavar, armas y varios litros de combustible, partiendo con rumbo desconocido”[12].
De acuerdo a la versión entregada por el ex agente Andrés Antonio Valenzuela Morales, alias ‘El Papudo’, cuyas declaraciones hemos tomado como base para esta crónica, los hechos que precedieron al asesinato de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, fueron los siguientes:
«[…] se me ordenó sacar a Toro Bravo del centro de detención, pero le pedí a otro guardia que lo hiciera, ya que yo tenía ganas de ver al Quila Leo. Creo que él escuchó cuando echamos las palas y chuzos, porque yo le dije que saldría en libertad, ante lo cual él me replicó que se iba un poco hacia la libertad, pero que sabía que no se iba a su casa»[13].
La muerte de todas estas personas fue, al parecer, provocada por impactos de bala. No existen informaciones precisas al respecto. Las declaraciones de sus verdugos dan cuenta de esos últimos momentos:
“Alrededor de tres horas después regresaron los vehículos, con las palas y chuzos sucios con tierra, sin el combustible y con los cargadores de las armas vacíos. A los pocos días se supo que todos los detenidos habían sido asesinados en los terrenos militares de Peldehue. Los cadáveres de las víctimas habrían sido quemados y después enterrados clandestinamente en ese lugar»[14].
En las postrimerías de ese mes de agosto de 1975, el ‘Quila Leo’ obtuvo, ciertamente, mayores espacios de libertad; pero, como lo señalara con amarga entereza, no para volver a casa. Sus pobres restos quedaron sepultados en algún rincón del campo militar de Peldehue y, probablemente, fueron trasladados más tarde de allí para borrar toda memoria de esa ignominia. Porque ese era el Chile de ese entonces. Su familia esperó en vano su regreso.
Por Manuel Acuña Asenjo
Santiago, mayo de 2022
[1] Redacción: ”Consejo de Monumentos Nacionales aprueba solicitud de declaratoria de centro de detención clandestino Nido 18 como Monumento Histórico”, Radio Universidad de Chile, 13 de mayo de 2022.
[2] Ficha de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo en ‘Memoria Viva’, disponible en INTERNET.
[3] Id. (2).
[4] Id. (2).
[5] Redacción: “Corte de Apelaciones de Santiago condena a ex agentes del Comando Conjunto”, Diario de la Universidad de Chile, 07 de abril de 2022.
[6] Redacción: “Corte Suprema confirma condenas a siete ex agentes del Comando Conjunto por crímenes de tres dirigentes sindicales cometidos en 1976”, ‘Resumen’, 20 de abril de 2022.
[7] Id. (6).
[8] Klapp Santa Cruz, Ricardo: “Operación Cóndor: Homenaje a tres detenidos desaparecidos”, ‘El Clarín’, 04 de abril de 2022
[9] Redacción: Id. (5)..
[10] Id. (2).
[11] Id. (2).
[12] Id. (2).
[13] Documento “Ex agente revela detalles de crímenes del Comando Conjunto”, Revista ‘Primera Línea’, 21 de enero, sin año de publicación, en el sitio Memoria Viva, correspondiente a la ficha de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo.
[14] Id. (2).