Resiliencia, resistencia y rebeldía en performance presentada en el Museo de la Memoria
Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 11 segundos
Janet Toro irrumpe en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos con su performance Ausencia / Presencia, en la cual aborda, desde el cuerpo, la violencia hacia las mujeres en dictadura y en la actualidad, así culmina un proceso reflexivo que hizo junto a nueve colaboradoras, para presentar el resultado de una dinámica colectiva, a partir de historias individuales que remiten a la resiliencia y a la resistencia.
Una, dos, tres…, diez mujeres vestidas de negro se siguen la una a la otra en la ya casi vacía explanada del Museo de la Memoria y los Derecho Humanos (MMyDH) la tarde del jueves. El inmenso espacio se llena con la presencia de esos cuerpos que se desplazan con solemnidad. Medio centenar de personas observan en silencio, a prudente distancia y con respeto.
Diez mujeres que fueron objeto de diversas formas de violencia ligada a la dictadura, la mayoría integrantes del Coro Voces en Rebeldía, se reunieron para la performance Ausencia / Presencia de la artista visual Janet Toro Benavides, en un proceso que duró varios meses.
Ninguna de estas mujeres se ve a sí misma como víctima, según explica la performista, sino como resistentes y resilientes, en un Chile en el que la Justicia ha sido esquiva para quienes han sido objeto de las violaciones a sus derechos humanos en la historia reciente del país.
Ausencia / Presencia es una de las obras seleccionadas para la muestra colectiva Rebeldes. Laboratorio experimental de prácticas feministas, que se está presentando hasta agosto en el MMyDH, donde exponen varias artistas, de diversos géneros del arte.
Ausencia / Presencia
Janet Toro se ha especializado en disciplinas como el Qi-Gong, de la Medicina Tradicional China, Yoga, y de Relajación Muscular Progresiva (Edmund Jacobson). Para esta performance aplicó estas técnicas para que cada una de las diez mujeres llegara a una síntesis de su proceso, el que se puso en común el pasado jueves 14 de abril.
Junto a la artista, las accionistas —como las llama la artista—, Amelia Negrón, Vanessa Marimón Fuentes, María Isabel Ortega Fuentes, Lorena Estivales Arratia, Paula Fuica Holzapfel, Lucrecia Brito Vásquez, Alejandra Holzapfel Picarte, Pilar Quintanilla Venegas, y Kelly Echiburú caminan lentamente hasta quedar de pie, entre la reja y el bandejón de piedras, sobre el cual descansa una instalación de sillas negras vacías que aluden a la ausencia “de tantas mujeres asesinadas, torturadas y desaparecidas”, que la misma artista ubicó en marzo pasado.
Esta instalación queda expuesta durante toda la exposición de la muestra colectiva hasta agosto, como un resabio de la ausencia y un testimonio silente.
Luego, se desplazan hacia el exterior, y quedan de espaldas a la calle Matucana, de frente a la reja, con la mole del edificio del Museo como telón de fondo, donde Janet Toro se acerca a cada una para escuchar una tras otra lo que le dicen al oído, y va escribiendo en sus espaldas desnudas una palabra: Resistir, Negación, Pérdida, Abuso, Horror, Repulsión, Terror, Silenciada, Asfixia. La penúltima, luego de recibir las letras sobre su piel, escucha el susurro de la artista y escribe sobre su espalda la palabra Desgarro, con la que se completa el ciclo.
Una mujer, una palabra, con la que cada una llegó a sintetizar su proceso frente a la temática de la performance, que irrumpió en la cotidianidad de Matucana esquina de Catedral, ante un público convocado que se mezcló con transeúntes que se fueron quedando, capturadas/os, por esta puesta en escena que emplaza a reconocernos.
Janet Toro sostiene que “trabajar estéticamente desde el dolor, desde lo terrible, desde el escombro, es una forma de resistencia, es una forma de rebeldía y de poesía”.
Finalmente, las diez mujeres se devuelven a la explanada del MMyDH, donde luego de volver a copar el espacio se reúnen en un círculo y poco a poco salen de la vista del público sin emitir sonidos. Entre el público un par de rostros con lágrimas en los ojos, otras personas daban las gracias. Un grito silencioso que no dejó a nadie impávido(a).
La artista dice que su trabajo se desarrolla “con las políticas del cuerpo, con la tensión de ser mujer en una sociedad patriarcal, colonial y neoliberal”. Temáticas que aborda desde lo mínimo, desde lo sencillo, lo controvertido y extremo a la vez.
Esta performance, “es un diálogo introspectivo, la ausencia y la presencia en tensión”, dice Toro, en la cual propone “un espacio sensible de encuentro y de reflexión”.
—
El proceso de las accionistas
Vanessa Marimón, una de las “accionistas”, dice que “obras como éstas rompen con la cotidianeidad del silencio, de la negación, de la verdad oficial impuesta y teñida de impunidad”.
Y agrega que “esta oportunidad de reconexión ha remecido recuerdos oscuros, latentes y tan a flor de piel que han saltado con poco… Ha sido sanador, catalizador”.
Para Kelly Echiburú, esta obra “es una interrupción a la acostumbrada naturalización de los crímenes de un modelo aparentemente invisible, es la obstinada naturaleza humana que encuentra una forma de comunicar lo que hace la codicia contra la generosidad”.
Echiburú señala que “si las componentes de la obra somos la memoria misma, somos las sobrevivientes, las familiares, las combatientes las que hemos luchado y seguimos luchando contra un modelo opresor y criminal y queremos dar cuenta de la Ausencia y Presencia con nuestros cuerpos”.
“Son nuestros cuerpos hablando del dolor y la pérdida. Nuestros cuerpos comunican, se arriesgan, denuncian, están en la reciente historia pasada y en el presente, dignos, para transmitir. Ahí no hay espacio para ocultar una realidad, la memoria, la tortura, el secuestro la estamos mostrando visualmente sin censuras o interferencias. Nuestros cuerpos comunican nuestra verdad y nuestra historia”, reflexiona Kelly Echiburú.
Expresarse mediante una performance, luego de pasar por un proceso individual en colectivo, permite una forma de diálogo que representa a muchos seres humanos que han vivido un proceso que aún no cierra sus heridas. “El arte siempre transmite, me parece interesante que otros puedan experimentar de alguna forma lo construido en el proceso y sean testigos de la denuncia, en visibilizar hechos dolorosos de nuestra historia, de evidenciar que hay compañeras que ya no están, pero hay otras que siguen sosteniendo la resistencia”, precisa Pilar Quintanilla.
Y agrega que participar en esta dinámica le sirvió para un proceso retrospectivo. “Me trasladé a mi historia personal, durante los años de dictadura como niña, adolescente y joven pobladora, dirigente de organizaciones sociales y militante”.
“Recorrí el olor de la pobreza, el miedo a la ausencia, la angustia de los allanamientos y el silencio frente a la represión. Así también, me reconecté con la lucha callejera, la colaboración entre los pobladores, la rebeldía constante de la organización, los valores de la solidaridad, la alegría de los juegos, el grito y el canto rebelde que logro sostener hasta hoy”, dice Quintanilla.
Y hay una conexión entre presente y pasado para pararse ante el futuro. Amelia Negrón dice que una acción de estas características es necesaria “porque el tiempo juega en contra de la memoria y el recordar nos renueva el deseo del nunca más y de que la impunidad no triunfe”.
Ella piensa que Ausencia / Presencia nos sirve para “recordar que no todos los tiempos pasados fueron mejores, que el deber de los que la vivimos es mantener viva la memoria de lo que pasó, y que el futuro a construir debe estar lejos de lo que aconteció, para salvaguardar a las nuevas generaciones de los horrores cometidos por un sector del país que aún vive en la impunidad, y de los sectores que prefieren olvidar y acomodarse a los nuevos escenarios”.