La ONU entrega una ayuda irrisoria para combatir la crisis alimentaria en África y Oriente
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Las Naciones Unidas están enviando 100 millones de dólares estadounidenses en ayuda a los puntos críticos de hambre en África y Oriente Medio, ya que los efectos secundarios de la especulación debida al conflicto de Ucrania amenazan con acercar aún más a millones de personas a la hambruna. Una cifra irrisoria respecto de lo que estas regiones realmente necesitarían.
El jefe humanitario de la ONU, Martin Griffiths, asignó hoy US$ 100 millones del Fondo Central de Respuesta a Emergencias (CERF) para proyectos de ayuda en seis países africanos y Yemen.
El dinero permitirá a las agencias de la ONU y sus socios proporcionar alimentos, efectivo y ayuda nutricional esenciales, así como otras provisiones, incluidos servicios médicos, refugio y agua potable. Los proyectos también se adaptarán para ayudar a las mujeres y las niñas a superar una crisis que las expone a riesgos adicionales.
La nueva financiación apoyará operaciones humanitarias, con $30 millones para el Cuerno de África divididos entre Somalia ($14 millones), Etiopía ($12 millones) y Kenia ($4 millones). Las asignaciones restantes son las siguientes: Yemen ($20 millones), Sudán ($20 millones), Sudán del Sur ($15 millones) y Nigeria ($15 millones).
Aún faltan fondos para resolver la hambruna de África y Oriente Medio
Los conflictos armados, la sequía y la especulación económica son las principales causas de la inseguridad alimentaria en los siete países receptores. Pero el conflicto de Ucrania está empeorando aún más la terrible situación, interrumpiendo los mercados de alimentos y energía y elevando el costo de las importaciones más allá del alcance de los consumidores. Eso, por la mayoría de los casos, por producto de la pura y simple especulación. En marzo, el índice mundial de precios de los alimentos de la Organización para la Agricultura y la Alimentación alcanzó su nivel más alto desde 1990.
La inseguridad alimentaria se mide en una escala de cinco puntos llamada Clasificación Integrada de Fases (IPC). La fase 5 es una situación en la que “se evidencian niveles de inanición, muerte, indigencia y desnutrición aguda extremadamente crítica”. Se declara una hambruna en toda regla cuando las tasas de hambre y mortalidad superan ciertos umbrales.
En Yemen, se prevé que 161.000 personas se enfrenten al nivel catastrófico de la fase 5 a mediados de año; en Sudán del Sur, 55.000 personas ya pueden estar experimentándolo. En Somalia, 81.000 personas también podrían enfrentarse a lo mismo si no llueve, los precios siguen subiendo y la asistencia no aumenta. Millones de personas más en estos países no se quedan atrás, viviendo en el umbral de la catástrofe.
En Sudán, Nigeria y Kenia, alrededor de 4,5 millones de personas ya enfrentan, o pronto enfrentarán, niveles de hambre de emergencia (Fase 4 de la CIF). En Etiopía, Somalia y Kenia, la asignación impulsará la respuesta para salvar vidas ante la peor sequía de la historia reciente. «Cientos de miles de niños se van a dormir con hambre todas las noches mientras sus padres están muy preocupados por cómo alimentarlos. Una guerra en el otro lado del mundo empeora aún más sus perspectivas. Esta asignación salvará vidas», dijo el Coordinador de Ayuda de Emergencia, Martín Griffiths.
Sin embargo, aunque esta asignación salvara vidas, como lo declaró Martin Griffiths, el aporte proporcionado a esos lugares del mundo sigue siendo largamente insuficiente.
Hace menos de un mes el Programa Mundial de Alimentación (PMA – WFP) había denunciado un déficit de financiación de casi 900 millones de dólares al respecto del solo caso de Yemen. Actualmente, el PMA cuenta con una financiación del 11 % y necesita más de 887,9 millones de dólares para proporcionar asistencia alimentaria a 13 millones de personas durante los próximos seis meses. La ONU solamente le proporcionará 20 millones de dólares.
En la misma línea, sigue inexistente la ayuda humanitaria por los saharauis en los campamentos de refugiados de Tindouf.
La Media Luna Roja Saharaui (MLRS) emitió, hace menos de mes, un llamamiento urgente a los donantes en los campamentos de refugiados saharauis, en el sur de Argelia, para que suministren ayuda de emergencia, con el fin de cubrir las necesidades de una población que depende exclusivamente de las ayudas humanitarias, y que desde más de un mes se está quedando sin reservas algunas.
La Media Luna Roja Saharaui había utilizado su llamamiento para redefinir su “profunda preocupación por la creciente vulnerabilidad de la situación de los refugiados saharauis y el aumento sin precedentes de la incidencia de la desnutrición y la anemia entre los niños y las mujeres refugiadas, particularmente los niños menores de cinco años, una población de la que más de un tercio sufre de enfermedades crónicas, desnutrición y más de la mitad de ellos sufre de anemia, así como las mujeres embarazadas y lactantes, donde la incidencia de la anemia ha superado el 73%.
Staffan de Mistura, durante la reunión con Buhubeini Yahya Buhubeini, presidente de la Media Luna Roja Saharaui, habló de la posibilidad de que los campamentos de refugiados saharauis puedan involucrarse en este tipo de ayuda. Pero, todavía, los saharauis siguen aislados de este tipo de ayuda.
El Fondo Central de Respuesta a Emergencias (CERF)
En los últimos seis meses, CERF ha asignado más de $170 millones para abordar la creciente inseguridad alimentaria en estos siete y otros países, incluida esta nueva financiación. Las asignaciones anteriores del CERF para la respuesta a la sequía se realizaron para Somalia, Kenia, el sur de Etiopía, Angola, Madagascar, Malí y Níger.
Desde su establecimiento hace 16 años, el CERF ha sido uno de los mecanismos más rápidos para brindar financiamiento de emergencia a las personas necesitadas, a través de asignaciones rápidas para crisis nuevas y en deterioro, o cuando el financiamiento se ha quedado corto. El fondo reúne las contribuciones de una variedad de donantes, y los recursos se asignan según estrictos criterios de salvamento para ayudar a las poblaciones más vulnerables y en riesgo.
Más de 130 Estados miembros, observadores y otros donantes, incluidos particulares, han apoyado el fondo a lo largo de los años con un total de más de 8 000 millones de dólares.
El CERF, una ayuda insuficiente
En medio del mes sagrado musulmán del Ramadán, el elevado costo de los alimentos básicos en los países del Medio Oriente y África del Norte que dependen de las importaciones está creando desafíos cada vez mayores para millones de familias que ya luchan por mantener a raya el hambre.
Tradicionalmente un mes de festividades, cuando las familias se reúnen para comer alimentos tradicionales para romper el ayuno de un día, este año millones tienen dificultades para comprar incluso los alimentos más básicos para sus familias, ya que la guerra en Ucrania ha elevado los precios de los alimentos aún más de lo que ya era en la actualidad reciente.
“Estamos extremadamente preocupados por los millones de personas en esta región que ya están luchando para acceder a suficientes alimentos debido a una combinación tóxica de conflicto, cambio climático y las consecuencias económicas de Covid-19”, dijo Corinne Fleischer, Directora Regional de WFP para el Oriente Medio y África del Norte. “La resiliencia de las personas está en un punto de ruptura. Esta crisis está creando ondas de choque en los mercados de alimentos que afectan a todos los hogares de esta región. Nadie se salva”.
El efecto colateral de la crisis de Ucrania y su consecuente especulación está agregando más tensión a la región dependiente de las importaciones. Los precios de la harina de trigo y el aceite vegetal, dos alimentos básicos clave en la dieta de la mayoría de las familias, han aumentado en toda la región. El aceite de cocina ha subido un 36 por ciento en Yemen y un 39 por ciento en Siria. La harina de trigo aumentó un 47 por ciento en el Líbano, un 15 por ciento en Libia y un 14 por ciento en Palestina.
Incluso antes del conflicto en Ucrania, la inflación y el aumento de los precios ponían los alimentos básicos fuera del alcance de los más vulnerables. Los precios de los alimentos alcanzaron un máximo histórico en febrero de 2022, según el Índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
Elena Rusca