Otra nueva fase en la disputa por el poder
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Comenzó esta nueva fase de transformaciones político y sociales nuevamente confiando en la vía democrática, un proceso cultural revolucionario que no es novedoso en nuestra historia. Sabemos que aquellos momentos en que el pueblo ha estallado política y culturalmente lo ha hecho con organización y esperanza. Este fenómeno revolucionario nuevamente es la posibilidad de establecer la lucha por el poder frente al dominio oligarca y de las élites convirtiéndose en foco de atención para el mundo que solidariza en la esperanza de nuestro pueblo.
Esta fase de la transformación política es un ámbito en el cual será importante insistir en la lucha por el poder. La vía democrática es eso, es la expresión de las mayorías, que en el caso de Gabriel Boric es real, lo votó la mayoría de los chilenos.
Creo que Boric y varios de los miembros de su gabinete entienden bien la relevancia de la lucha por el poder, vienen estando durante años en esta trinchera ocupando progresivamente espacios fundamentales. Han logrado convencernos de que son capaces para colaborar en esta lucha popular que acepta la vía institucional. Boric representa aquello y no la radicalidad más difusa de posiciones anarquicas que siguen expresando su descontento en las calles sin tener aún ideas plausibles en función de disputar el campo del poder.
Al parecer este Gobierno se ha planteado una actitud pragmática al respeto lo cual debería permitir cierta eficiencia en la consecución de algunos logros sustantivos principalmente en función de la igualdad y de la justicia. Graves problemas de la corrupción política que se intentó desalojar siguiendo la irrupción del estallido. Pero, el desalojo no fue posible atacarlo de raíz. Si bien hay una variedad en la coalición de partidos que gusta llamarse de centro izquierda y algunos nuevos protagonistas con liderazgos más populares, siguen en pie los mismos partidos políticos y se repiten los rostros, al menos no es tan evidente que tengan el sartén por el mango.
El último programa del Gobierno de Boric tuvo que ceder a la negociación para alcanzar la mayoría, recordemos que no es algo tan diferente a lo que ofrecieron otros gobiernos que se acostumbraron a prometer sin cumplir, abusando de aquellos que los votaron. Piñera ha sido el peor evaluado en el cumplimiento de sus promesas, abandonando todo su populismo terminó sin verguenza tratando de poner su colmillo de lobo hambriento donde pudo. Aunque sea un programa moderado el del actual Gobierno si es capaz de cumplir la mayoría de sus promesas podría alcanzar un nivel de percepción satisfactoria. Para eso hay algunas tareas urgentes, por ejemplo en Derechos Humanos la liberación de los más de dos mil jóvenes presos políticos desde 2019, el juicio a Piñera por violaciones a los derechos humanos y por corrupción; y muy fundamental en lo económico la regulación en los pagos de mayores impuestos de las grandes corporaciones y el control de la evasión de los impuestos, esto ayudaría en principio al aumento de los sueldos y la mejora de las pensiones que las AFP no cumplirán. Si se es eficiente en estas cuestiones pendientes el tono pragmático adquiere sentido para desde ahí seguir avanzando a favor de la igualdad y la justicia.
El primer discurso que escuchamos ha recibido críticas en el sentido de que estuvo ausente una retórica más propia de un gran estadista, pero también hubo opiniones a favor de no acudir a esa retórica. Los análisis si consensuaron en torno al uso de símbolos que alcanzaron a generar emoción y esperanza. Una frase repetida por Boric y su gabinete ha sido que están ahí por un mandato, no está de más que esa es la principal filiación que debe asumir y respetar en esta lucha por el poder, es decir tendrán que disputar políticamente con sus aliados en el Congreso que hasta el momento en las palabras han dicho que colaborarán, pero lamentablemente también nos siguen diciendo que este programa no es de su total interés. Esto hará muy conflictivo el desarrollo del programa en estos cuatro años, están presentes los que dicen y no cumplen frente a la coherencia de los jóvenes que asumen este trascendental liderazgo.
El talento carismático de estos jóvenes y su valoración por la ciudadanía tendrán que seguir abriendo esperanza y compromiso en la clase popular, esta lucha por el poder a la que no han renunciado tiene que asumir que lo popular no sólo es una fuente de inspiración sino que debe ser la fuerza participativa protagónica sin la intermediación que se arrogan los partidos políticos que ya han sido traidores.
Finalmente, hay que insistir en que esta lucha por el poder se ve fortalecida asumiendo una participación conjunta con los países que han asumido o que asumirán un proceso similar al nuestro. Es oportuna una reactualización de una disputa por el poder más amplia en nuestro continente más allá de los nacionalismos de México al extremo Sur. Este momento tiene condiciones propicias para asumir nuestra continentalidad con nuestra diversidad cultural tan rica. Tal vez un eje común importante sería un programa de solidaridad económica para los migrantes, no necesitamos fondos económicos para las guerras entre pueblos hermanos, pero si es urgente asistir aquellos que están abandonados en nuestra frontera perdiendo la esperanza. Más que buscar formulas para elegir quien «dirige» un proceso integrado, es necesaria esa solidaridad que nos permita sentirnos un cuerpo.
América Latina este viernes estaba expectante con esta asunción de mando, este mandato del pueblo chileno a este gobierno se hacía carne en todos los que luchan por la igualdad y la justicia. Estos jóvenes deben tomar esa conciencia su mandato no sólo es algo que los compromete con esa mayoría histórica que los votó, sino que con todas aquellas y aquellos que luchan en nuestros pueblos.
Alex Ibarra Peña.
Dr. en Estudios Americanos.