“A la guerra concurren héroes a matar a otros héroes”, escribe Dionisio Albarrán en una de sus novelas. Sin ánimo de imitarlo, podría argumentar que el hombre ama la guerra. De vencer, llega la gloria y el reconocimiento oficial. Los vencedores son recibidos como héroes por el pueblo y el orgullo de la patria se encumbra hasta alcanzar el cénit. Se jactan de la victoria y los borregos, dominados por el frenesí y la ebriedad patriotera, glorifican la hazaña. Quienes han sido derrotados, entierran en silencio a sus muertos y se aprontan a ser saqueados, humillados y obligados a pagar los costes de la guerra.

Hubo épocas, donde los vencedores se comían a los vencidos. Violaban y robaban a sus mujeres, lo cual constituía una fiesta. En la actualidad, no se practica la antropofagia, aunque se cree que aún hay pueblos que la ejercen. Ahora, las mujeres asumen su viudez y se resignan a la soledad. En cambio, se ahorca al vencido o es condenado de por vida, a purgar en una cárcel, su condición de derrotado. ¿De dónde surge esta fascinación encaminada a asesinar, a quien no piensan como uno? ¿Cuál es el sentido de la dominación?

En la primera guerra mundial, murieron 30 millones de personas y en la segunda, 60 millones. Cifras escalofriantes que hablan de la barbarie de ambas confrontaciones bélicas. ¿Tiene importancia la vida humana? Ninguna después de analizar la historia. En ambas contiendas, fueron destruidas ciudades e infinidad de villorrios. Quemados los plantíos, envenenadas las aguas, y la tierra, convertida en desierto. Bueno. Había que demostrar la supremacía hacia los infieles. La invasión a América, realizada por los imperialismos europeos, significó la extinción de infinidad de pueblos originarios, la destrucción de sus ciudades, la cultura y a modo de conclusión, se instituye el despiadado vasallaje.

Alrededor de 65 millones de aborígenes fueron exterminados en aquella oprobiosa época y la esclavitud, se convirtió en una institución, aceptada y protegida por los países vencedores. En la actualidad, prevalece el antiguo dominio europeo, el cual se moderniza para continuar su hegemonía. Desde luego, avalado por la iglesia que, en su oportunidad, apoyada por la San Inquisición y los países imperialistas, quemaba, ahorcaba, sometía al garrote vil o descuartizaba a los herejes. A quienes se declaraban ateos y combatían la religión. Europa, jamás satisfecha, se esmeró en expandir su civilización —¿civilización?— sobre los pueblos conquistados. Voracidad nunca aquietada. Fin a la herejía.

Ahora en esta guerra que enfrenta a Rusia y Ucrania, los fabricantes de armas, esclavistas de antaño, ofrecen sus productos en el mercado. Las fuerzas beligerantes se apresuran a adquirir armamento. Juguetes destinados a satisfacer el espíritu infantil, que hay en el ser humano. A la niñez se le enseña a jugar a la guerra, pues debe enfrentar a un mundo en el cual, siempre debe ser el vencedor. Como negocio, fabricar armas, es un acierto en medio de un desenfrenado capitalismo. Otra fascinación por la muerte, cuya existencia nos indica la fragilidad de la vida. Desde siempre, nuestra sociedad ha sido suicida. Disfruta la proximidad de la muerte, mientras provoca su propia destrucción.




El garrote, las piedras de antaño, las flechas, lanzas y después las espadas, son meros juguetes, si se comparan con las actuales armas. Cada guerra, sirve para desechar las armas obsoletas y renovar el arsenal bélico. El objetivo, apunta a eliminar de una plumada, a miles y miles de adversarios, en beneficio de la brevedad y la economía de tiempo. En otra época, las guerras duraban años y es famosa aquella de los 100 años, donde se enfrentaron Francia e Inglaterra, entre 1337 y 1453.

¿Cuál es el límite del hombre, que según la Biblia, fue creado a imagen y semejanza de Dios. Ni la teología, menos aún la racionalidad y la filosofía, pueden responder a lo que dice el Génesis. En falacias nos apoyamos, destinadas a justificar nuestra superioridad en la naturaleza, y apenas si nos diferenciamos de las cucarachas. En el futuro, serán las encargadas de gobernar. ¿Cucarachas machos o hembras?

Por Walter Garib

 

 

 

 



El Clarín de Chile

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  • Si los borregos alcanzamos el climax de la hermandad;organización:con información;educación;disciplina;apropiación debida de las Ti´Cs, etc .Lograremos vivir en un mundo real de todos y todas ?

  • Antiguo proverbio de algún reino ido : "si la guerra no viene a mi , yo iré a ella", firma USA-OTAN.

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