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Nuevo régimen político o seguiremos atrapados  entre Escila y Caribdis

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Lo que la gente quiere de una nueva Constitución es que esta les garantice sus derechos de manera real, sin letra chica ni leyes orgánicas constitucionales en las normas fundamentales que debería tener la nueva carta, como, por ejemplo, derecho a la vivienda y salud y educación públicas gratuitas; también servicios básicos, como la electricidad y el agua garantizados por el Estado, es decir, la prohibición de lucrar con estos servicios por parte de privados. En ese mismo sentido, la Constitución debe declarar los recursos naturales como inalienables, por ser estos de propiedad de todos los chilenos. Ahora, para que esto suceda es requisito sine qua non cambiar el actual régimen político, comenzando por el Artículo 4° del Capítulo I, Bases de la institucionalidad, de la Constitución de 1980, que dice simplemente: “Chile es una república democrática”. Pero que debería decir, para ser realmente una república democrática: “Chile es una República Democrática, Multinacional y Multicultural, cuya democracia se define como: ‘El gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo’. Su ejercicio se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de elecciones periódicas y, también, por las autoridades que esta Constitución establece y que podrán ser sometidas a plebiscitos revocatorios de sus mandatos de acuerdo a una norma constitucional establecida para ello y aprobada en plebiscito. Ningún sector del pueblo ni individuo alguno puede atribuirse el ejercicio de la democracia por sí mismo, ni siquiera el Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial o FFAA. El Tribunal Constitucional es y será siempre el pueblo convocado en plebiscito ante cualquier controversia entre los poderes del Estado”. ¿Qué más democrático que esto?

También es fundamental que el parlamento cambie el actual Artículo 46° del Capítulo V y dé paso a una Asamblea Nacional Legislativa (unicameral) que sea electa con una nueva ley electoral que acabe con los privilegios de los partidos políticos. Esto en parte ha sido aprobado por la comisión de sistema político de la Convención Constitucional que aprobó la propuesta de un congreso unicameral y eliminación del senado, que ha sido desde siempre, como lo demuestra la historia de nuestro país, el “brazo legislativo” de la oligarquía chilena y extranjera. Aprobada la propuesta, de inmediato surgieron voces, difundidas ampliamente por El Mercurio-Emol, condenando tal iniciativa. Claro, de la derecha no es de extrañar, pero también surgieron voces en contra, principalmente del Partido Socialista en pleno, que como bien dice Felipe Portales: “legitimaron, consolidaron y perfeccionaron el modelo neoliberal impuesto por Pinochet (con sus privatizaciones; Plan Laboral; AFP; Isapres; ley minera; LOCE-LGE; universidades con fines de lucro; sistema tributario que permite la ‘elusión’; subsidios a las grandes empresas forestales; ley de pesca; inserción solitaria y subordinada al mercado mundial; etc. etc.); y se sigue ufanando de los ‘grandes logros’ de esos 30 años”.

¿Alguien duda de que el PS es una franquicia de la derecha?, lo mismo que el PPD, cuya presidenta, Natalia Piergentili, afirmó que muchas de las normas aprobadas en las comisiones de la Convención son un “revanchismo histórico” producto del resentimiento, agregando que existe soberbia y que “la Constitución no es el espacio refundacional de la patria”. Incluso amenazó que esto podría significar el rechazo en el plebiscito de salida. Es decir, el PS y PPD continúan caminando de la mano de la derecha tal como ha sido desde 1990 a la fecha. Y más encima sus dirigentes, más algunos personajes de la DC, se dan el gusto de “dar cátedra” de democracia en la TV y sobre lo que debe y no debe hacer la Convención y el gobierno entrante. O sea, los perdedores, rechazados ampliamente por el pueblo debido a sus tres décadas de acomodos y chanchullos de todo tipo pretenden seguir gobernando a diestra y siniestra. De hecho, Ignacio Walker, destacado pinodecé, ha dicho que “si las aberraciones que están siendo aprobadas por algunas comisiones de la Convención son ratificadas por los 2/3 del pleno, habrá que ir pensando en un Plan B que reponga la sensatez y la cordura”. ¿Estará pensando en un golpe de Estado a la Convención? No cabe duda.

Dado lo anterior, resulta insólito, por decir lo menos, que el nuevo presidente haya conformado un gabinete con rémoras del PS y PPD. No son buenas señales para los cambios estructurales que se requieren. Lo mismo pasa en la CC, las señales del PS, “Independientes No Neutrales” y algunos FA se empecinan en mantener el senado y los privilegios de la casta política a como dé lugar. No han entendido nada. Un parlamento unicameral democrático sería uno donde estén representadas las 346 comunas que existen en Chile, sumándose escaños para los pueblos originarios. Los representantes comunales serían electos en cabildos organizados, en conjunto, por las juntas de vecinos de cada comuna y solo podrían ser electos ciudadanos que lleven viviendo efectivamente en la comuna más de cinco años. Los partidos políticos quedarían deshabilitados, como tales, para participar en las elecciones e instalar candidatos, solo las juntas de vecinos, convocadas en asamblea, tendrían la potestad de proponer y elegir candidatos. La cantidad de representantes de cada comuna sería proporcional a su población, y ninguna comuna quedaría sin representantes. La elección estaría normada por un Reglamento Nacional de Postulación a la Asamblea Nacional Legislativa, plebiscito revocatorio incluido. Ese sería un régimen político democrático verdadero. Lo contrario solo son espejismos de democracia. Cuentos de hadas para los incautos. Seguir atrapados entre Escila y Caribdis sin las armas necesarias para enmendar rumbo.

Por Alejandro Lavquén

Escritor y periodista

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