Pasado y futuro del conflicto ucraniano-ruso
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Los países de Ucrania y Rusia se han relacionado de distinta forma a través de la historia: en primer lugar, Kiev fue, antiguamente, la capital de Rusia, (antes de la URSS), y la Zarina, Catalina II y su Ministro Potemkim, (famoso por la creación de las aldeas que llevan su nombre, pero construidas con falsas habitaciones con el fin de impresionar a la Zarina), decidieron ocupar Ucrania y Crimea, la primera se convirtió en el granero de Europa y, la segunda, poseedora de Sebastopol, el Puerto principal del Mar Negro; en segundo lugar, durante la guerra civil entre blancos y rojos, luego de la revolución rusa, (1917), Ucrania y Crimea fueron un refugio de cosacos anticomunistas; en tercer lugar, Ucrania fue incorporada a la Unión de Repúblicas Soviéticas.
A la muerte de J. Stalin, (su reemplazo, Nikita Kruschev, en febrero de 1954 decidió entregar Crimea a Ucrania, lo cual no presentaba problemas de fronteras, pues tanto Rusia como Ucrania pertenecían a la URSS), los Tártaros pudieron regresar.
En 1990 Rusia, Bielorrusia y Ucrania firmaron un Acuerdo con Occidente, el cual estipulaba que la OTAN, (NATO), no penetraría en la frontera de las ex Repúblicas Soviéticas, y Ucrania sería una “línea roja que no podría ser atravesada por la OTAN.
En la actualidad, Ucrania es uno de los países más pobres de Europa; una de las fuentes de la economía había sido la canalización del transporte del gas ruso que pasaba por Ucrania y conducía hacia Alemania y el resto de países de Europa. Además, la fabricación de armas de la URSS en Ucrania fue destruida, factores todos que, unidos a la existencia de la oligarquía ucraniana, una de las más corruptas del mundo explican, en parte importante, la pobreza de ese país.
En 2013 fue elegido Víktor Yanukóvich como Presidente de Ucrania, que tenía cercanía con la Rusia de Vladimir Putin, (quien tiene como objetivo el resucitar la vieja Rusia de los Zares y así como la de la URSS, por consiguiente, privilegia la relación con las ex Repúblicas Soviéticas). Por su parte, la OTAN que ha logrado la participación como miembros activos de países anteriormente pertenecientes al Pacto de Varsovia, entre ellos Polonia, Hungría, Repúblicas Checa y Eslovaquia, además de las Repúblicas Bálticas, ha ofrecido la integración de Georgia y Ucrania a la NATO. (Polonia y Hungría ahora tienen gobiernos reaccionarios, casi fascistas). Según Putin, el ingreso de estas Repúblicas ex Soviéticas significaría el atropello del Acuerdo firmado en 1990 entre los países Rusia, Ucrania, Bielorrusia y las potencias occidentales, en la ciudad de Bucarest.
El Presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, desahució un pre-Acuerdo, por el cual Ucrania ingresaría como miembro de la Unión Europea, como también de la OTAN. Manifestaciones convocadas por estudiantes y por otras organizaciones ciudadanas coparon la Plaza de Maidán que, poco a poco, fueron escalando hasta provocar la muerte de 14 manifestantes de manos de la policía. Entretanto, el Presidente ucraniano había huido, por consiguiente, el parlamento aprovechó para imponer una Junta de gobierno, encabezada por cercanos a los manifestantes, a quienes Putin acusaba de ser fascistas y nazis.
En el mismo mes de febrero de 2014 los sectores pro-rusos de la Península de Crimea tomaron el gobierno y, luego, convocaron a un plebiscito, y el pueblo aprobó, en un 90%, su adhesión de Rusia, país cuya Flota de guerra se encuentra en el Puerto de Sebastopol.
Por otra parte, Estados Unidos y la Unión Europea acusaron a Rusia de haber invadido Crimea, hecho que le valió al gobierno de Putin el castigo mediante fuertes medidas económicas.
En Crimea ha coexistido en la mayoría de los ciudadanos el idioma ruso, junto al de unos pocos pro-ucranianos y de los tártaros, (antes habían sido expulsados por Stalin, y hoy, reintegrados al territorio de Crimea en 1980).
Los tártaros son descendientes de los mongoles, cuyo conquistador fue Gen gis Kan. Los mongoles inauguraron la guerra biológica al enviar cadáveres que habían muerto en la guerra a causa de la peste bubónica, (1348), cuando los venecianos sitiaban una de las ciudades mongolas; los barcos venecianos, por su parte, trasportaron las pulgas en la piel de los ratones a Sicilia, que ocasionó la expansión de la peste bubónica, primero por el Mediterráneo y después por el resto de los países de Europa.
Junto a la anexión de Crimea, los sectores rusos de Ucrania de la provincia de Donbas intentaron independizarse de Kiev, lo cual provocó la inmediata respuesta del gobierno de Ucrania que invadió dos nuevas Repúblicas pro-Soviéticas, (República Popular de Donakats, y República Popular de Lukgansk), que pretendían separarse de Ucrania, pero no fueron reconocidas por los países occidentales.
La llamada “guerra de Donbas”, entre las Repúblicas de Este ucraniano y el ejército de ese país, ha durado ya siete años, y ha significado más de 14.000 muertos, en su mayoría civiles; por lo demás, ambos bandos están compuestos por muchos civiles que, bajo pretextos patrióticos y nacionalistas, han tomado el camino de unirse al Frente.
Ha habido varios intentos para detener esta guerra irregular, pero todos han fracasado hasta ahora, entre ellos el “cuarteto de Normandía”, (compuesto por Francia, Alemania, Ucrania y Rusia), y los dos “armisticios de Minsk”.
La OTAN no tiene ningún sentido para el mundo, pues nació como “una alianza”, que se oponía al Pacto de Varsovia: terminada “la guerra fría” y muerto el Pacto de Varsovia, un Tratado del Atlántico Norte, comandado por Estados Unidos, su existencia hoy carece de sentido.
Donald Trump, durante su gobierno, intentó poner fin al acueducto gasífero, que transportaba este subproducto del petróleo de Rusia a Alemania y, además, desplazar a los germanos en favor de Polonia, (hoy convertida en potencia fascista), y para humillar a los europeos, Trump les exigió que aumentaran su cuota de apoyo a la OTAN.
Los gobiernos de Alemania y Francia, sumados al multilateralismo de Joe Biden presionan para que Rusia sea castigada si pretende invadir a Ucrania, amenazando a Putin con las penas del infierno; por otro lado, el gobierno de Putin no puede aceptar que las tropas de la OTAN se ubiquen a tan solo pocos kilómetros de la frontera rusa.
Los diálogos telemáticos entre Joe Biden y Vladimir Putin, así como los del Secretario de Estado Norteamericano con su par ruso, tampoco han dado resultados positivos, pues están claras “las líneas rojas” de ambas potencias, sobre todo, de parte de Putin, que no puede aceptar que se traicione el Acuerdo firmado en 1990, que puso fin a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Las comparaciones entre episodios de la “guerra fría”, (como en el caso de los misiles rusos en Cuba, en la época de Nikita Kruschev,), y las guerras de baja intensidad, sumada a la disuasión atómica, así sea atractiva para los analistas y comentaristas, no tienen relación con el conflicto actual pues, sabemos, la historia no se repite.
El poder de la guerra cibernética y las armas actuales, (baste considerar que Rusia cuenta con un de los mejores ejércitos del mundo, y Estados Unidos, la primera potencia militar), destruirían, en pocos minutos la vida del hombre de nuestro planeta.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo
27/01/2022