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Hasta cerrar Punta Peuco

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Desde 1973 hasta 1990 las fuerzas armadas con un país entre sus manos instalaron para un pequeño sector económico un modelo que generó pobreza y donde la desigualdad levantó un muro que se hace extremadamente necesario hacer desaparecer con urgencia.

Pero ese modelo instalado necesitaba del terror y una política de exterminio en contra de sus opositores y hacer invisibles a los que fueron actores fundamentales entre 1970-1973. La clase obrera, profesores, estudiantes, trabajadores de la cultura y profesionales, los pobres del campo y la ciudad, cuyos nombres están en el Informe Rettig, son prueba irrefutable del odio con que descargaron su furia los serviles militares, no  solamente a los grupos económicos chilenos que les dieron de comer, sino también al imperialismo norteamericano.

De valientes soldados absolutamente nada.

Una de las declaraciones que más impacto causó fueron las del ex ministro José Miguel Insulza, el mismo que corrió para salvar a Pinochet de un juicio que haría potenciar aún más el derecho internacional. Dijo expresamente que las fuerzas armadas chilenas se mandan solas, que no había control sobre ellas.

Entonces a reglón seguido, a qué dedican tanto tiempo libre los ministros de la defensa nacional.

Los crímenes cometidos por los militares y sus agentes del Estado hacen que ese periodo de la dictadura haya marcado a toda una generación de hombres y mujeres consecuentes, demócratas, y amantes de la libertad. Nada tienen que reivindicar los uniformados si asesinaron y degollaron a civiles indefensos.

Las fuerzas armadas a pesar de estar en condición de debilidad moral y ética, lograron que los gobiernos de la concertación los hayan tratado con guante blanco, casi pidiendo disculpas cuando se condenaba a un uniformado de asesino, quedando de manifiesto en el penal de Punta Peuco.

Krassnoff no es un viejito bueno, ni tampoco Iturriaga Neumann, ni menos Alvaro Corvalán.

En ningún país en el mundo luego de haberse cometido tantos y violentos crímenes los responsables fueron condecorados con tener para ellos un penal especial. Solamente podemos comparar con el caso de Pablo Escobar, el líder de un cartel de narcotraficantes al que muchos uniformados de gorras y estrellas se tanto parecen. Rudolf Hess, un nazi juzgado por crímenes de Lesa Humanidad murió en una prisión condenado a cadena perpetua en una cárcel donde él era el único prisionero.

El movimiento de Derechos Humanos, juristas y abogados, familiares de los chilenos asesinados, insisten en la necesidad de cerrar este penal de privilegios para que al igual que toda la población penal chilena condenada, cumplan sus condenas en las cárceles para aquellos fines.

El cierre de Punta Peuco se hace necesario porque sencillamente su existencia constituye una manifestación de la impunidad con la que han contado siempre los criminales con el amparo de los gobiernos concertacionistas. Los dos periodos piñeiranos no pueden ser tomados en cuenta dado que Piñera es un pinochetista y defensor de la criminalidad encerrada en jaula de oro.

Por el ministerio de Defensa han pasado militantes de los diferentes partidos de la concertación y nada ha cambiado, pasó incluida la hija de un general de la Fach, asesinado por sus propios compañeros de armas y nada, absolutamente nada. En aquel recinto la vida transcurre tranquila, los condenados están envejeciendo y pidiendo salir para que sean llevados a sus casas. De tarde en tarde la principal raqueta del tenis chileno, un tal Garín, nieto de un general testaferro de Pinochet, va a darles clases de tenis para que ocupen sus horas de justo encierro.

Las violaciones a los Derechos Humanos sucedidas bajo dictadura no son heridas cerradas, todo lo quedó puede dejarse así sencillamente. Los dolores repartidos, el asfalto manchado. Las fotos de los abuelos y abuelas, los tíos y los primos viejos que se han ido lentamente vistiendo de sepia y amarillas en las paredes de miles de casas en las poblaciones.

El futuro presidente Gabriel Boric conoce muy bien este periodo. Aún se busca respuesta para Francisco Betancourt, un detenido desaparecido en la ciudad de Punta Arenas.

Gabriel conoce que Informe Valech, aquella novela de terror que superó toda realidad como lo dijera Jorge Baradit. Boric ha escuchado a los hijos que conocieron a sus padres sencillamente dos veces por semana cuando cruzaban las gruesas puertas de las prisiones que había en todo Chile. El futuro presidente conoció muy de cerca al profesor Zalaquet un férreo defensor de los agredidos por los militares.

Es por eso que esperamos que un justo juicio ante la historia y para que no se siga escribiendo en el muro de la infamia. Se debe CERRAR PUNTA PEUCO. Así lo exigen familiares, organizaciones de Derechos Humanos y los más de treinta mil torturados del Informe Valech.

Chile no debe nada a los militares, por el contrario, son los uniformados los que aparte de vivir del dinero de millones de hombres y mujeres, con sus pensiones millonarias, sus casas en el barrio alto. Deben aceptar que son un segmento que muy poco aporta al desarrollo de un país.

Hasta hoy, son cientos los oficiales que transitan por los pasillos de los tribunales para rendir cuenta de sus delitos, robos de dinero, cohecho, boletas y facturas falsas, acusaciones por violaciones a los Derechos Humanos. Para eso llegó Fabiola Campillay al senado, para que la derecha, los republicanos, esos de la UDI, sepan que la verdad es un asunto irrefutable en aquella mujer que fue atacada por carabineros mientras esperaba un bus para ir a su jornada laboral.

Juan Miguel Fuente-Alba, ex comandante de las ff.aa y Anita Pinochet su esposa, el general Oviedo que están procesados por lavados de activos, son estos y otros militares dispuestos a dar la vida si fuera necesario? Podrían hacerlo seguramente, pero cobrarían algún tipo de viatico.

Deberá ser una tarea a contemplar, el desmontar aquella cultura mentirosa que los militares han actuado en defensa de los grandes intereses de la patria. Aquello no ha sido así. Cornelio Saavedra no fue de paseo a la Araucanía en su deseo de pacificarla. Saavedra fue al asesinato a hombres, mujeres, niños y ancianos, los fue a masacrar para despejarles las tierras a los empresarios que ya percibían su instalación y sus proyectos.

No quedan dudas que se debe replantear la presencia, actividad y utilización de recursos para el segmento militar. Nadie puede cuestionar su presencia, pero lo sustantivo es que su paso por la historia algo antigua y la reciente, se ha convertido en historias extremadamente tristes y de profundo dolor. Entonces apura su modernización bajo protocolos donde el respeto a la vida sea el indispensable.

No tiene derecho al olvido nuestros pueblos originarios, tampoco el resto de los chilenos cuando el calendario nos habla de la Escuela Santa María, Ranquil, La Coruña.

Sucede que en asuntos de historia y memoria son muchos los acontecimientos que se fueron sucediendo sin haber respuestas concordantes con los hechos acaecidos. Se fueron dejando uno sobre otro a la espera que en algún momento de la historia un grupo de valientes decida hacerlo, eso se pide ahora, nada más pero tampoco nada menos.

El diseño de una Nueva Constitución sin duda ayudará a buscar soluciones de largo aliento para los dolores ancestrales en una parte del territorio cometidos los por militares.

El cambio de periodo en la nueva época que está por iniciarse, reclama que para los que sobrevivieron a los embates del odio y la criminalidad desatada, se incie cerrando el privilegio de Punta Peuco, así lo exige la memoria, nuestros compañeros y la historia para saludar a los hombres libres que se fueron guardando los nombres y que colocaron sus espaldas en las murallas.

Para que realmente nunca más en Chile, a cerrar Punta Peuco AHORA

 

Por Pablo Varas

 

 

 

 

 

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