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Columnistas

Un ministerio de esperanzas

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 17 segundos

Este viernes, Gabriel Boric, anunció su ministerio que actuará a la luz pública, de cara a la ciudadanía y ajeno a las sombras. Días antes, un senador de derecha, se refirió a un ministerio en las sombras, cuya función sería fiscalizar al gobierno entrante. Examinemos su historia a la luz de las sombras. Día a día, inventa argucias para desprestigiar al nuevo gobierno. Se enrojece si le hablan de Gabriel Boric y de la muchachada que lo acompaña. Desde el 19 de diciembre, sus atronadores gemidos de Magdalena se escuchan hasta en la Antártida, mientras permanece aferrado al catafalco de José Antonio Kast. Apetecía ser candidato a la presidencia de la república, y los adversarios de su propia coalición, le cerraron las puertas. Lo marginaron por descender de vendedores ambulantes. ¿Acaso sus socios de coalición, iban a aceptar tamaña osadía? Se chingó su postulación. Le dolió la encerrona, capitaneada por un ex capitán, al servicio de la cúpula de su partido, también ansioso de ser candidato. Ambos, concluyeron boleados, a causa de sus antecedentes familiares.

Si de niño este inventor de sombras, escuchó en boca de sus abuelos, cuentos de Las Mil y una Noches, ahora de pailón, los repite. Desde luego, acomodados a sus fantasías plebeyas. Se acordó de esa narración “Historia del falso profeta” (noche 945) pues a diario emula a ese personaje, sacado de la ficción. Entre sus delirios, aunque se le conoce por su templanza, tuvo la ocurrencia de proponer un ministerio en las sombras. Brillante idea, cuya paternidad viene de Europa, donde a menudo sus ojos moros, buscan a quien imitar.

¿Y cuáles serían estos ministros grises? Como la derecha de nuestro país no siempre es estúpida, excluirá a los actuales ministros. Estas personas deben ser olvidadas por algunos años. Después de permanecer en monasterios y cartujas, dedicados a la oración y la templanza, pueden regresar a la política. La derecha que se reinventa a diario, utilizará en estas faenas de oscura renovación, a sus nuevos pimpollos. A aquella hornada, que se abre paso y ansía llegar al Congreso o la cueva de Alí Babá.

Me comen los dedos por sugerir nombres y colaborar con el Ministerio de las Sombras. Al frente de él, debe existir un presidente y me inclino por Felipe Alessandri, ex alcalde de Santiago, ahora cesante. Cuya austeridad fue reconocida por sus partidarios, aunque sus enemigos políticos, lo acusen de haber querido llevar el municipio para su casa. Como ministro del interior, me jugaría por Andrés Chadwick. ¿Lo recuerdan? Creo que su gestión como Ministro de Sebastián Piñera, por lo demás complicada, no fue entendida ni por sus adversarios, ni por sus aliados. Su estilo surrealista lo llevaba de las certezas a la más absoluta de las incertidumbres, como buen amante de la literatura de intrigas. Cuando hablaba, parecía narrar historias de ficción. ¿Y cuál es el sentido de recomendar a un personaje de estas hechuras? Por haber sido amigo de las sombras y moverse en ambientes oscuros. En el Ministerio de Educación, es cantado el nombre de doña Marcela Cubillos. Amiga acérrima de la libertad de expresión, quiso silenciar a la prensa opositora, pues la juzgaba lenguaraz y amiga de mentir. ¿Una ética contradicción? No es el caso, pues actuaba movida por sus convicciones políticas. Un aporte a este ministerio de sombras.




En el Ministerio de Hacienda que lo fusionaría con el de Economía, hay dos nombres unidos por el servicio a la familia. Me refiero a Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, dueños de “Penta”, felices por haber concurrido a 33 horas de ética empresarial. Vacunados contra la voracidad, permanecen en las sombras, aunque pudieron con sus huesos, haber concluido en las sombras. En el Ministerio de la Mujer, me inclino por Teresa Marinovic, cuya cercanía con la problemática feminista, la asume desde los tiempos de la Santa Inquisición. El resto del ministerio debe ser un enigma. Se moverá en las sombras, incluido el objeto anómalo que cayó en Antofagasta. Todos conocen su nombre, pero nadie lo quiere decir.

 

Por Walter Garib

 

 



Escritor

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