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A un año del asalto al Capitolio y el inicio del fin de la democracia occidental

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En 2022 habrá varias elecciones muy importantes en el mundo: en Estados  Unidos se juega la mayoría en las dos Cámaras, (Senado y Representantes); en Francia tendrán lugar las elecciones presidenciales, que marcarán según las encuestas, la derrota de la izquierda y, por lo tanto, la posible vuelta de los republicanos, como también el eventual triunfo de la ultraderecha, (hoy tiene dos candidatos que se disputan la hegemonía, Marine Le Pen y Eric Zemmour). En América Latina, se llevarán a efecto las elecciones brasileras que, según la mayoría de las encuestas ganaría, por un 10% de ventaja, Luiz Inácio Lula Da Silva al actual Presidente derechista y militarista, Jair Bolsonaro; en Colombia, el candidato de la izquierda, Gustavo Petro, tendría posibilidades de ganar en la segunda vuelta frente a sus rivales del centro y de la derecha.

El Presidente norteamericano, Joe Biden, ha sufrido una importante baja, según las encuestas, (para los parámetros de Estados Unidos), en apenas, un año de gobierno: el 49% rechaza su gestión, y el 44.5% la apoya. Biden ha tenido que enfrentar no sólo la oposición de la derecha, sino también de la izquierda del Partido Demócrata, los primeros, lo critican por demasiado progresista y, los segundos, por muy moderado. Otros factores han colaborado en la baja del apoyo popular, entre ellos, la alta inflación  y el descontento generalizado por la desordenada salida de las tropas norteamericanas de Afganistán, y la toma del poder por parte de los Talibanes.

La ayuda del gobierno de Biden para enfrentar la pandemia ha hecho necesario entregar, vía correo, sendos cheques a los ciudadanos, lo cual ha exigido la emisión de moneda, (Estados Unidos es el único país que puede emitir billetes sin necesidad de respaldo económico), lo que ha redundado en una alta inflación, y el gobierno federal no puede dar órdenes a la FED, (Organismo privado), para atacar la inflación vía alza de las tasas de interés.

El gobierno de Joe Biden había elegido el camino de buscar acuerdos entre demócratas y republicanos, con miras a terminar con el quiebre político en la sociedad norteamericana, sin embargo, la mayoría de los militantes republicanos hoy están dominados por la máquina económica, política y electoral de Donald Trump y sus seguidores.

A partir del asalto al Capitolio, en el mes de enero de  2021,  Estados Unidos marcha con celeridad hacia el fin de la democracia y del equilibrio de poderes y del bipartidismo. El Partido Republicano ha dejado de ser una agrupación política que se sometía a las reglas electorales y a la democracia interna; hoy, Trump se ha apropiado, a través de una caja millonaria y alimentada por obsecuentes seguidores, que le permite comprar, no sólo a los dirigentes de ese Partido, sino también a los candidatos a Congresistas, que se elegirán en noviembre del año en curso, con miras a su candidatura en 2024.

En el primer aniversario del asalto al Capitolio Biden eligió el camino de atacar, directamente, a su rival político, Trump, acusándolo de ser el inspirador de este acto de insurrección en contra de la democracia estadounidense, y sin necesidad de pronunciar su nombre, se refirió a él, llamándolo “el expresidente”, (discurso, grabado a las 09:00horas, en el Salón principal del Capitolio), y en tono solemne acusó a Trump de instigador y mal perdedor, al recordar las elecciones de noviembre del 2020, además, lo retrató como un narcisista patológico.

El futuro de la democracia, no sólo en Estados Unidos, tiene un mal pronóstico en los países desarrollados, y se pronostica el triunfo de la ultraderecha. No sería de extrañar, como ocurrió en el pasado, que la peste trajo consigo un cambio  en el ciclo histórico-político, y en la actual pandemia, el fin de la democracia occidental.

Las elecciones parlamentarias, a realizarse en noviembre de 2022, anuncian un posible triunfo de los republicanos en ambas Cámaras, y sus dirigentes no disimulan su intención de iniciar un impeachment  (juicio político), en contra del Presidente, Joe Biden y la Vicepresidenta y, a lo mejor, lo seguirían en contra del Presidente y el Vicepresidente que los reemplace.

Los presidentes demócratas  Jimmy Carter, Bill Clinton y Barack Obama han perdido las elecciones de medio período, sin embargo, los dos últimos lograron el triunfo en su reelección en las elecciones presidenciales, antecedente histórico que permite mantener la esperanza de los militantes del Partido Demócrata.

Las elecciones parlamentarias norteamericanas vendrían a confirmar el ocaso de la democracia, es decir, el fin de la igualdad ante la ley, la consagración de un hombre un voto, el poder de las mayoría y el respeto de minorías, la separación de poderes y los pesos y contrapesos. Por otra parte, los partidos políticos dejarían de ser canales de la opinión pública, para convertirse en corporaciones hegemonizadas por los dueños del poder económico y por jefes demagógicos de distintas organizaciones sociales. (En esta instancia, el corporativismo contemporáneo mundial no se distinguiría mayormente del fascismo italiano).

A un año del luctuoso 6 de enero de 2021, que significó cinco fallecidos y muchos heridos, los tribunales de justicia han identificado a 700 personas como participantes del golpe de Estado, sin embargo, el principal instigador, el entonces Presidente Donald Trump, ha logrado zafar de la justicia pretextando el rechazo del impeachment por parte del Congreso.

La mayoría de los republicanos sigue convencida de que los demócratas les robaron el triunfo a Trump, y que, por consiguiente, Biden es un Presidente ilegítimo. Hoy los republicanos no son miembros de un Partido, sino son “trumpistas” comprados con el dinero recaudado para la futura candidatura de ex Presidente Trump, y nadie se atreve a oponerse a los dictámenes del nuevo dueño de la “corporación“, (Trump dio la orden, por ejemplo,  al gobernador del Estado de Alaska de negar todo apoyo a los representantes de ese mismo Partido en el Estado, orden que fue acatada de inmediato).

El futuro de la democracia, no sólo en Estados Unidos, tiene un mal pronóstico en los países desarrollados, y se pronostica el triunfo de la ultraderecha. No sería de extrañar, como ocurrió en el pasado, que la peste trajo consigo un cambio  en el ciclo histórico-político, y en la actual pandemia, el fin de la democracia occidental.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

08/01/2022

Historiador y cronista

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