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Los legados de Marta Ugarte Román

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Casi un mes después que se dictó el Cúmplase para dar inicio a las condenas dictadas para 18 responsables del homicidio calificado de Marta Ugarte Román, el trayecto de 45 años que separa el logro judicial del alevoso crimen cometido contra esta mujer se refleja en la historia de una foto.

 

Tres mujeres jóvenes, de pelo castaño ondulado, de faldas largas para nuestra época, sonríen desde la foto antigua que registra un momento trascendental en sus vidas.

Para Hilda Ugarte Román, a sus 83 años la única de esta triada aún con vida, la foto evoca, primero, los recuerdos de sus orígenes como hija del obrero Enrique Ugarte y Lidia Román, bordadora y tejedora, un entorno familiar sacrificado, donde las carencias personales forjaron solidaridad y empatía con aquellos aún más necesitados que ellos.[i]  La foto, tomada el año 1958, también evoca el paso decisivo que tomó ella, junto a sus hermanas Berta y Marta, de encausar los valores heredados hacia un mayor compromiso político: ese día las tres entraron a militar al Partido Comunista de Chile.

La migración del campo a la ciudad y el proceso de industrialización de aquellos años crearon apremiantes problemas sociales, sanitarios y de hacinamiento, condiciones que llevaron al crecimiento del Partido Comunista de Chile en una configuración nacional propia independiente.  Familias como los Ugarte Román– el padre siguió el ejemplo de sus hijas – que enfrentaban una lucha diaria para asegurar una buena calidad de vida tomaban conciencia de su condición y de que era posible mejorarla mediante el PC.  Entraron a militar conscientes de que podría representar un riesgo personal, dado que recién ese mismo año el partido salió de 10 años de proscripción. Sin embargo, la persecución bajo la “Ley Maldita” (1948-1958) no alcanzó la crudeza sin precedentes que reinaría en el país 18 años más tarde.




 

En aquellos tiempos, la formación política era en base de aprendizaje vivencial. El grupo-célula al cual pertenecían las hermanas Ugarte Román salía a conocer de primera mano la experiencia de un antiguo minero del salitre, un campesino que se quedó sin trabajo y a ayudar en las tomas de terreno para vivienda digna que proliferaban en la zona sur de Santiago. También conversaban sobre sus propias historias de vida. Cada integrante del grupo aprendió a opinar y hablar sobre lo que habían visto. “Así nos fue formando la conciencia social,” dice Hilda.

 

El año 1970, la conquista del gobierno de la Unidad Popular abre la posibilidad de concretar un proyecto político que considere a los sectores populares para acceder al consumo y servicios sociales básicos. En ese esfuerzo, por su capacidad de liderazgo- diplomática pero persuasiva, extrovertida pero tranquila- en los días críticos de la Unidad Popular, Marta Ugarte fue nombrada jefa provincial de la Junta de Abastecimiento y Control de Precios (JAP), para controlar el sabotaje al gobierno de la UP, mediante el desabastecimiento intencional de provisiones de primera necesidad para la población. Desde su oficina en calle Teatinos, recibía reclamos sobre el reparto de abastecimiento básico.  Acompañada por su equipo, salía a ver cada situación en terreno. Esta mujer valiente y decidida les habrá llamado la atención a muchos. Como mujer que pertenecía a la dirección nacional de su partido, a la par con los hombres, era adelantada por su tiempo. También se habrá ganado más de un enemigo que resentía su fiscalización.

Marta no solo jugó un rol significativo en una de las áreas más sensibles para la población, como era la del abastecimiento, sino que era miembro de la instancia máxima de dirección del partido. Era una época en que la mujer no jugaba un rol preponderante en los partidos políticos. Eran pocas las mujeres que se incorporaban en ese nivel.  Marta Ugarte junto a Mireya Baltra y Gladys Marín fueron destacadas militantes y miembros del comité central.

 

El golpe cívico-militar la obligó a ella, igual que a muchos otros, a vivir la clandestinidad. Con mucho dolor, pero con gran responsabilidad, dejó su casa, donde vivía con su hermana Hilda y su padre, y, más tarde, no pudo asistir el funeral de su madre.  En aquellos años de alto riesgo, cumplía tareas para reorganizar la dirección del partido que era duramente perseguido.

 

La última vez que estuvieron juntas las tres hermanas fue el 8 de agosto de 1976. A pesar de llevar casi tres años clandestina, a veces Marta llegaba a casa, como fue esa tarde de domingo, cuando almorzó con sus hermanas, sobrinas, cuñado y padre. Desde marzo habían sido detenidos casi un centenar de compañeros y ella estaba plenamente consciente de que podría caer detenida en cualquier momento.  A sus hermanas Berta e Hilda, les dijo, “Si algo me llega a pasar, no lloren; denúncialo.” El día siguiente fue detenida.

 

Imbuidas de la misión que Marta misma las encomendó, a partir del día de su detención,  y durante los siguientes cuatro décadas, Hilda y Berta abrazaron la causa de la hermana ausente. Fueron piezas claves en facilitar el logro de la justicia. “Nosotros seguimos, seguimos, seguimos la denuncia. Todo eso sirvió para esclarecer,” indica Hilda.

 

Mientras las hermanas recorrían hospitales y comisarías buscándola, y recurrieron por primera vez a la Vicaría de la Solidaridad, Marta había sido introducida al ultramundo de Villa Grimaldi. Como mujer empoderada, que no le interesó casarse, y con un rol importante en la resistencia, la figura de Marta Ugarte chocó no soló con la virulencia anticomunista de la dictadura sino también con su misoginia.  Los funcionarios públicos del Estado, con su investidura de verdugos, se ensañaban contra mujeres prisioneras como ella; en eso Marta no fue excepción.

 

A mediados del siguiente mes, camino a otra diligencia, las hermanas apenas echaron una mirada a los titulares de los quioscos que daban cuenta de “una hermosa joven” encontrada sin vida, con un alambre amarrado al cuello, en playa La Ballena el 12 de septiembre. “Pobre niña, que terrible,” Hilda recuerda haber comentado. “Pero nunca la asociamos, ni se nos ocurrió que fuese ella.”  Acota, “si nosotros hubiésemos confiado de eso, se hubiera quedado el caso así no más.  Sufrimiento, y todo pa’ callado.” En otras palabras, el destino de Marta habría sido una fosa común o, con suerte, una tumba encabezada por las letras NN. El accionar oportuno de Hilda y Berta impidió un segundo intento por hacer desaparecer a su hermana.

 

Entre todas las pistas que perseguían, decidieron no descartar la de la mujer hallada en la playa. Solas, acudieron al Servicio Médico Legal. Con desprecio, el director de la institución miró la foto que llevaban, pero confirmó que el cuerpo en la morgue correspondía al de Marta.  Acongojadas, pasaron a una sala chica. Ante sus ojos, estaba el cuerpo destrozado de su hermana, con marcas de identidad borradas con soplete, pruebas del flagelo que sufrió. Eran horrorosos detalles que dejaban en evidencia algo más que un mero crimen pasional pero que fueron omitidos por los reportajes sensacionalistas, en su afán de encubrimiento de un crimen de lesa humanidad.  La segunda vez que hicieron reconocimiento del cuerpo, acompañado por el dentista de la familia, Berta se cayó desmayada y perdió conocimiento. “Tráiganle un vaso de agua a la señora,” dijo el director. Hilda le contestó, “No gracias, no se si le van a dar veneno.”

 

En un día lluvioso y frío, Hilda y Berta, acompañadas por cuatro personas, más el sacerdote Mariano Puga, dieron sepultura a Marta en el Cementerio General de Santiago. Entremedio de las tumbas, se asomaban agentes de la DINA, vigilándolos. La asistenta social de la Vicaría de la Solidaridad Victoria Baeza fue una de las personas que asistieron el funeral.

Victoria Baeza afirma que fue “terrible el impacto” causado por la aparición de Marta Ugarte, en esa condición.[ii] “Era la constatación del destino que seguía la gente que no aparecía en ninguno de los campos de detención, ni tampoco salían en libertad.”  En julio de 1975 la dictadura confeccionó la Operación Colombo y la Lista de 119, con una orquestación de parte de los medios de comunicación, como respuesta del Estado a las denuncias de que el Comité de Cooperación para la Paz denominó inicialmente como “no ubicados” y que pasó a conocerse como “detenidos desaparecidos”.  En 1978 vendría el hallazgo de los restos de 15 campesinos en los hornos de Lonquén. “Pero físicamente, tener el cuerpo de una persona que había sido negada como detenida, y que aparecía, con las características de haber sido torturado, amarrado con alambres de púas y lanzada al mar, Marta fue la primera y única víctima encontrada en esa condición. Era una situación bien traumática para todos los familiares.”

 

El abogado Adil Brkovic lleva el caso de Marta Ugarte desde 1998 cuando se reactivaron cientos de causas tras la detención de Augusto Pinochet en octubre de ese año. Señala varios elementos sobresalientes desde el punto de vista del proceso judicial. Lo más notable: es el único caso donde hay un participante directo del equipo de exterminio de la DINA que confiesa. En lujo de detalles, el mecánico del Comando Aéreo del Ejército cuenta al Ministro Juan Guzmán Tapia la rutina:  cargaban los “paquetes” a los helicópteros tres veces por semana y los tiraban al mar, lavaban la sangre de los helicópteros. Toda esa escena dantesca y dolorosa la relata. Además, reconoce específicamente a Marta Ugarte como la víctima,” dice el abogado. [iii]

 

“Después de ese testimonio se avanza al comando aéreo del Ejército. La investigación tiene la virtud en esa etapa de establecer fehacientemente que en el comando del Ejército, prácticamente desde el mismo Golpe de Estado hasta el caso de Marta Ugarte, está haciendo desaparecer los cuerpos de las personas que eran torturadas por la DINA. Había una complicidad orgánica. El comando del Ejército era parte del mecanismo de desaparición,” señala Adil Brkovic. Marta develó la práctica de desaparición forzosa la que después ya no se emplea con la misma frecuencia.

 

En la operación donde subieron a Marta, aún con vida amarrada a un riel dentro del helicóptero, había ocho sacos que contenían no papas sino seres humanos. No se sabe quiénes son. “Por eso es tan relevante el caso,” resalta Brkovic. “Hay un nombre, hay un autor confieso, hay un cuerpo, hay condenados, aunque tarde, muy tarde.”

 

Al mismo tiempo, nunca se ha hecho un juicio específico contra el Comando Aéreo del Ejército. “Se condena a un par de personas pero la verdad es que todos participaban en estas operaciones. Esto venía desde Pinochet hasta su jefe secretario personal al comandante del Comando Aéreo del Ejército y a su comandos de operaciones y de ellos a los pilotos, y a los mecánicos,” explica el abogado.

 

No obstante la relevancia de los logros judiciales en el caso, Adil Brkovic piensa “que estos casos salen tanto del marco de la vida social de todo que no creo que puede haber ninguna retribución. No existe una pena proporcional a la gravedad de lo que hicieron.”

 

Cuando Marta fue arrebatada de su familia y de su partido, dos generaciones de mujeres de su familia se activaron en la lucha en pos de la justicia, pero no tan solo para su querida hermana y tía. Se abrieron al mundo, y a la causa por la verdad, justicia y memoria por todas personas que sufrieron a causa de las violaciones de los derechos humanos. Berta fue co-fundadora histórica de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticas, y, en aquellos años, su cara más visible. Hilda participó como monitora de talleres terapéuticos para familiares y fue gestora del conjunto folclórico de la nueva agrupación. Berta embarcó a sus cuatro hijas, las sobrinas regalonas de la tía Tita, en la causa, pintando lienzos, repartiendo panfletos y ayudando a montar exposiciones.[iv] Hoy estas cuatro sobrinas, mujeres adultas, han sabido hacer frente a toda adversidad que se les pusiera por delante, y siguen unidas como fueran las hermanas Marta, Hilda y Berta. El fallo logrado es también un homenaje a la gestala persistencia y devociónde ellas hacia Marta.

 Remitimos a la foto.  Es un retrato nítido de la unión entre tres hermanas, sus vidas y destinos empalmados por un inquebrantable compromiso con la justicia social, tan vasto y expansivo como el horizonte que se pierde hasta el infinito sobre el mar.

 

Por Maxine Lowy

 

[i] Todas referencias a la familia Ugarte Román y las palabras citadas de ellas provienen de dos conversaciones, realizadas por esta periodista el 3 y el 8 de diciembre de 2021 con Hilda Ugarte Román, Paulina Tara, Ugarte Valentina Tara Ugartey Kathya Tara Ugarte.

[ii] Conversación con la asistenta social Victoria Baeza, 1 de diciembre 2021.

[iii] Conversación con el abogado Adil Brkovic, 19 de noviembre de 2021.

[iv] Las hijas de Berta Ugarte Román son Ninoska, Paulina, Valentina y Kathya Tara Ugarte.



Escritora y periodista

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  1. Las FFAA (incluyenso a los pacos)son el brazo armado de la clase capitalista…..! Se entrenan y los entrenan para reprimir al pueblo,a toda la clase trabajadora.

  2. solamente un viejito de 81 says:

    Con mis brazos alzados hacia el cielo se desgarra un grito desde mi pecho, un grito de frustración y de odio, un odio inmenso hacia esos desgraciados, milicos o no, que cometieron esas fechorías en contra de sus propios hermanos y hermanas chilenos. Como puede, este planeta, haber creado humanos racionales con tanto desprecio por la vida de otros. Los animales salvajes matan y destrozan para poder subsitir naturalmente, pero estos milicos, pacos y civiles desgraciados e iinfelices solamente matan, destrozan y hacen desaparecer otros seres humanos, simplemente porque estos seres humanos son un estorbo para sus formas de vivir. Nada más se me viene a mi cabeza para describir a estos infelices, pero lo más terrible de todo esto es que cada 19 de Septiembre, este grupo de infelices se visten con sus uniformes impecables y desfilan orgullosamente como si nada hubieran hecho en contra de chilenos indefensos. Algunos me van a criticar duramente por esto, aduciendo que las FFAA y pacos de este tiempo no son los mismos, como grupos, que los del 73, pero se olvidan estos posibles críticos que estos grupitos están listos para seguir las órdenes de sus oficiales, o las órdenes del estado para nuevamente cometer las mismas fechorías de los grupitos del 73, y esto se comprueba con las órdenes dadas por Piñera para sacarlos nuevamente a las calles, o las órdenes de este mismo indecente que dejaron muertos, heridos e incapacitados para la movilización de Octubre y que me dicen de la forma en que tratan al Pueblo Mapuche.
    Compañera Marta, hiciste lo que pudiste en las condiciones de la dictadura, pero lo que hiciste es de una valentía increíble y pagaste el precio de esta valentía con el destrozo de tu hermoso cuerpo y con tu vida, Gracias compañera y descansa en paz.

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