Poder y Política

Gabriel Boric, presidente de la esperanza

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En Chile la “esperanza le ganó al miedo” el 19 de diciembre de 2021 con la elección como presidente a Gabriel Boric. Candidato de una coalición otrora marginal a las coaliciones que gobernaron desde 1990, Gabriel Boric encarna un nuevo liderazgo donde se han volcado las esperanzas de un vasto arco iris de fuerzas políticas y movimientos sociales; de jóvenes; mujeres; diversidad sexual; de víctimas de la dictadura y del gobierno de Piñera, desencantados todas y todos con la clase política y los valores neoliberales.

De él se espera respuesta a las reivindicaciones que exigen terminar con las AFP, de mejorar el acceso a la salud y una educación de calidad, contra salarios de miseria y malas condiciones de trabajo, contra las zonas de catástrofe, contra la criminalización de las demandas del pueblo Mapuche y de la movilización, para que nunca más haya “un presidente que le declare la guerra a su pueblo.

Las explicaciones de su victoria arrasadora de un millón de votos y en 11 de las 16 regiones del país, contra el representante de la derecha, José Antonio Kast, son variadas y el futuro aparece cargado de las esperanzas de un nuevo amanecer.

¿Como en 1988?

Para unos, su elección se asemeja a los resultados del plebiscito que puso fin a la dictadura, en 1988 (Eugenio Tironi). En efecto, en esa ocasión, el 55,99 % de los chilenos dijo «no» a la posibilidad de que Pinochet siguiera en el poder. Esta vez, 33 años después, un porcentaje semejante, 55.87% votó ahora por Gabriel Boric como presidente en lugar de un defensor de la dictadura cívico-militar (Servel).

Tras ella, el principal derrotado fue el intento reaccionario de la centroderecha que apoyó a José Antonio Kast, ya antes de la primera vuelta.  La derecha abandonó su modernidad democrática y volvió a su tradición oligárquica de defensa irrestricta de sus intereses.

Y es que el candidato del Frente Social Cristiano, no sólo recordó un pasado abominable. También representó, pese a moderar su programa, la mantención de un status quo inaceptable. Además de la continuidad de la intransigencia represiva del presidente saliente, Sebastián Piñera.

Esa perspectiva, tanto en Chile como en el exterior, circula la interpretación  que , ubica la victoria de Gabriel Boric, en sintonía con el conflicto entre populismos de ultraderecha y democracia liberal en el mundo (Meadway 2021). Una tendencia ligada al fin de una globalización neoliberal, crecientemente cuestionada desde la crisis económica de 2008 a 2011 (Bresser, 2009) y sin verdadera respuesta ante la crisis climática.

¿Una segunda transición?

Otros ven en la victoria de Boric, la esperanza de profundización de la democracia en sí, que animaron los últimos treinta años, lejos del conflicto entre fascismo y comunismo (BBC). Una segunda transición que esta vez sí termine con la democracia protegida que siguió conservando su imprenta neoliberal. Como se trataría de reformas de Estado, se plantea concitar amplias mayorías para  “avanzar sin prisas, pero sin pausa” (Camilo Escalona)

Esta perspectiva reconoce la validez de las reivindicaciones del llamado “estallido social”, y la necesidad de realizar una serie de transformaciones de corte posneoliberal a través de la profundización de la democracia.

Entre otros con la adopción de políticas públicas para vivir mejor y reducir las desigualdades provocadas por la dictadura del mercado. Además de propiciar un crecimiento económico que no deje nadie atrás. También el cambio del extractivismo para la adaptación al cambio climático. La renovación de valores culturales, pasando de una sociedad patriarcal a una de paridad. Incorporar los pueblos indígenas al carácter simbólico de la nación. Conseguir que la dignidad se haga costumbre.

Ello es leído principalmente por observadores internacionales como la propuesta de Estado Bienestar que, a diferencia del Estado neoliberal, modere las desigualdades, en una perspectiva ligada ideológicamente a la socialdemocracia (Euronews)

Por un lado, Gabriel Boric en su discurso de victoria, prometió “construir puentes”, porque los “avances van a requerir acuerdos amplios”. Por otro, muchos afirman que frente a la crisis económica global y un Congreso reacio a los cambios, no podrá hacer nada sin negociar con la oposición en el Congreso y con los empresarios (El Dínamo). Algunos insisten en que designe ministro de Hacienda a Nicolás Eyzaguirre, uno de “los viejos macucos de la Concertación” (Gamba).

¿Un proceso de transformación imparable?

La elección de Gabriel Boric no fue una elección como otras. Tanto por el contexto como por lo que anuncia. Ella está ligada al resquebrajamiento de valores neoliberales hegemónicos. Expresa el desencanto con el espejismo neoliberal (Adel Ruiz). Ella anuncia el carácter imparable de los cambios, inscribiéndose en continuidad con el ethos posneoliberal del “estallido social” de octubre de 2019.

En efecto, recordemos que siguen incólumes, tanto la estructura económica, como las desigualdades sociales y las políticas públicas  neoliberales. El actual motor del cambio no está solo en el Gobierno o en el Congreso. Se agregó un sujeto social capaz de influir sobre la política. Persiste el cuestionamiento transversal del statu quo de los jóvenes que saltaron los torniquetes del metro, los que agregaron sus demandas, quienes se organizaron en los territorios, quienes manifestaron pacíficamente o resistieron la represión y otras vertientes de la movilización social.

¿Distorsiones de la voluntad popular?

Tomemos solo un aspecto, para no alargar este análisis. El voto voluntario corresponde al enfoque neoliberal por excelencia del elector: se le considera un consumidor racional ante las ofertas de la política transformada en mercado (Downs, 1957). La mayoría electoral de Boric contradice esa percepción neoliberal: sus electores actuaron como un bloque social por los cambios con identidad colectiva y no por interés egoísta.

La victoria inesperada de Boric subvierte el orden neoliberal hegemónico. Tal  como ocurrió con el plebiscito por una Nueva Constitución en octubre de 2020. Del mismo modo que con la elección de una Convención Constitucional donde las posiciones neoliberales quedaron reducidas a su mínima expresión. La derecha fracasó en su intento de obtener derecho a veto sobre la nueva Constitución.

La elección de un Congreso que sigue siendo reacio a los cambios se revela como lo excepcional. Porque es incoherente con el sentir de las mayorías expresado en tres escrutinios en un año. En realidad, lo que confirma esa excepción, es el impacto de un sistema rígido de democracia protegida por la complejidad del  sistema de partidos y las reglas de voto.

El cambio constitucional: un próximo paso imprescindible

El apoyo de Gabriel Boric al funcionamiento autónomo de la Convención Constitucional, presidida por Elisa Loncón mantiene abierta la posibilidad de instalar una Nueva Constitución. La adopción de una nueva carta magna sigue siendo la condición necesaria y suficiente para liberar la democracia chilena. Sólo ello permitirá liberar el potencial transformador de una democracia ligada a la sociedad.

Lo hermoso del discurso de victoria de Gabriel Boric es que recogió todas las aspiraciones del pueblo y prometió un gobierno con los pies en la calle”. En la emblemática Alameda. Ante una multitud semejante a la del 25 de octubre de 2019, prometió fuera de libreto, la promoción de una democracia sustantiva. Una que » no se reduce solamente al voto. Queremos una democracia en la que los barrios, las poblaciones, la sociedad civil tengan protagonismo, porque una democracia sin la gente no es realmente una democracia.”.

Creemos que ello instala el reconocimiento de la necesidad de terminar con la separación sistémica entre clase política y sociedad. En palabras del presidente electo: «Basta del despotismo iluminado que cree que puede hacer un Gobierno para el pueblo sin el pueblo”. Acogemos la esperanza de que el gobierno y el pueblo movilizado resistan los ataques reaccionarios contra la Convención Constitucional. Que amplíe el debate contra los subterfugios de teóricos neoliberales contra los plebiscitos dirimentes (Carlos Peña).

La elección el cuatro de enero de la o del próximo presidente o presidenta de la Convención debiera consagrar una nueva constitución que interprete el sentir ciudadano. Una carta magna que fije los objetivos centrales de consenso y que no constitucionalice en leyes orgánicas temas que corresponden a mayorías simples en cualquier democracia liberal. Ello permitirá liberar la democracia chilena de protecciones oligárquicas y realizar finalmente las reformas necesarias para enfrentar los desafíos del siglo 21.

 

Por Marcelo Solervicens

 

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  1. Cucho Zorricueta says:

    Hola Marcelo. Estoy de acuerdo con tu artículo y que hoy se hace imprescindible que la constitución del 80 reformada por Ricardo Lagos en cuestiones a medio filo se cambie por completo. Aunque la Comisión de Constitución lo haga por mayoría, será una dura pelea para implementarla, por eso es necesario terminar con los 2/3 para cuestiones que se pueden aprobar por mayoría simple ó por 3/5 . Ojalá que se avance para terminar con el Senado y el Congreso sea Unicameral. ( hay muchos corruptos como senadores en el congreso y esto ya es razón para terminarlo ). Tampoco pueden haber carabineros de primera que pueden llegar a general , donde varios se han transformado en «Ladrones de los recursos públicos. Tampoco queremos un país comunista dirigido por una camarilla estalinista. La democracia sigue siendo el mejor político, pero el actual sistema económico no la acompaña. Boric es joven y está dotado de una gran cultura e inteligencia, pero debemos cuidarlo de los Sátrapas y Crápulas que ya estan viendo que se pueden robar. Los conceptos ideológicos han cambiado y ya no escuchamos la palabra compañeros, venceremos, poder popular, etc. La mirada es otra y nueva.

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