La guerra sucia de José Antonio Kast y el agotamiento de su discurso político
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Es obvio que la clave del triunfo en la segunda vuelta entre los dos aspirantes a La Moneda se ubica en la capacidad de ganar una mayoría substancial dado que, en la primera vuelta, ninguno de los dos finalistas entre siete candidatos logró, ni siquiera, la mitad del universo electoral, mucho menos superar la suma de los sufragios obtenidos por sus competidores.
El tema de la novedad de los sucesos políticos chilenos se ha transformado en un lugar común, (nos encanta decir que Chile ha sido país de experimentos que podrían inspirar y servir de ejemplo a muchas de las democracias mundiales) pues, en los años 30 la novedad fue la creación del único Frente Popular en América Latina; en la década de los 60-70 del siglo XX lo fue la Revolución en Libertad, del Presidente Eduardo Frei Montalva; la Vía Chilena al Socialismo, de jefe de Estado Salvador Allende; en la década de los 80, el modelo neoliberal, en su expresión más radical del neoliberalismo de los Chicago Boys y del tirano Augusto Pinochet.
La verdad es que, así nos encante jactarnos de la anticipación del escenario político chileno a la realidad de los otros de América Latina, incluso de Europa, no es del todo cierta si consideramos el largo período histórico: la polarización y la guerra sucia no son ninguna novedad en nuestra historia política que, fruto de un aparente azar haya conducido a una segunda vuelta a los candidatos más radicales de los dos extremos, (izquierda y derecha), no es una exclusividad de Chile, pues el proceso de derrumbe de los partidos políticos tradicionales se ha producido en Francia, por ejemplo, en que gaullismo y el socialismo que, actualmente han desaparecido del balotaje, siendo reemplazados por candidatos ajenos al sistema político tradicional francés, (el actual Presidente, Emmanuel Macron y Marine Le Pen; en Italia, socialistas y comunistas hace un buen tiempo que murieron; en América Latina, en Perú, el Presidente actual, el profesor Castillo y la hija del dictador, Keiko Fujimori, entre otros, vienen a confirmar este aserto).
Las crisis de representatividad, de legitimidad y del sistema de partidos tradicionales no constituye un fenómeno nuevo en Chile, tampoco en los demás países de Latinoamérica y del mundo, y visto el largo período histórico, la marea que condujo a esta competencia de modelos, expresados en una polarización, no es otra cosa que la coronación, por ejemplo, en el caso chileno, de un proceso que comenzó con la rebelión de los “Pingüinos”, en el primer gobierno de Michelle Bachelet.
La guerra sucia que lleva a cabo el candidato del “Frente Social Cristiano”, José Antonio Kast, no es ninguna novedad en la forma de actuar de las derechas en los distintos países del mundo: se trata de eliminar al contendor sobre la base de golpes bajos, (como lo hace un boxeador para agotar a su rival): ya los golpes de Estado por parte de los militares son reemplazados por los judiciales, el juicio político o, últimamente, tanto en Perú como en Chile, con la modalidad de declarar las elecciones como un fraude, que fue la estrategia de Donald Trump, seguida por la de Jair Bolsonaro, y en Perú por Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga.
Antonio Gramsci se inspiró en la “guerra de barricadas”, (1914-1918), para desarrollar su teoría política de la hegemonía cultural. La derecha actual, especialmente en América Latina, pretende emplear novedosos métodos, reñidos con la ética y la moral: se trata de destruir las defensas del enemigo sobre la base de mentiras, rayanas en injurias y calumnias para vencer, a costa de la eliminación psicológica, moral y judicial, a su rival, (fue el patético caso de Lula, en Brasil, y hoy, con el intento de vacancia en contra del Presidente Pedro Castillo).
En este corto tiempo de campaña para la segunda vuelta, el candidato Gabriel Boric, contra todos los pronósticos de los “sabios electorales”, ha sabido construir un frente mucho más sólido, elaborado e inspirado que su contendor, José Antonio Kast, quien, a escasos días de esta elección, muestra un agotamiento en relato y correlato que, por lo demás, carece de toda novedad, pues no es más que una imitación de la ultraderecha conservadora, fanática y católica, inspirada en el hispanismo.
Agotado el discurso político, al candidato de la derecha no le queda otro recurso que recurrir a la campaña del terror que, día a día, pierde más fuerza, pues ya nadie se cree el cuento del comunismo como una expresión diabólica de una tiranía. Si bien el miedo al “Chilezuela” le sirvió al Presidente actual, Sebastián Piñera, para ganar en la segunda vuelta, hoy, sólo el “rey de los huevones” se cree el cuento de que los comunistas se comen los niños, cuando en el caso del comunismo chileno, que nació en el norte salitrero antes de que triunfaran los bolcheviques en URSS.
Hoy, el discurso de Juanita Castro, hermana de Fidel Castro, que pronunció unos días antes del triunfo de Eduardo Frei Montalva, tendría muy poco efecto: baste comprobar que la visita, promovida por la ultraderecha chilena, tuvo nulo impacto en la opinión y, más bien se ha convertido en búmeran para la candidatura de Kast, (está acreditado que el dinero recaudado para publicidad en contra de Maduro fue llevado a sus propios bolsillos por estas marionetas del “trumpismo”, y de los senadores republicanos Rubio y Cruz).
Las trampas de Kast sólo han servido para destruir la larga tarea de la derecha, a fin de separar aguas del pinochetismo, y sea aceptada e integrada al sistema político como una derecha democrática, capaz de dialogar y de pactar con sus rivales políticos.
La historia prueba que las campañas del terror hoy ya no tienen el efecto de antaño y, en este sentido, José Antonio Kast no muestra más que el agotamiento de la derecha católica hispana.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
16/12/2021
PATRICIO GAJARDO SEGOVIA says:
Para que se actualice el compañero Guillermo Correa – autoerigido el sumo pontífice de la revolución chilena – que lea al Viejo.